"Ventana abierta"
Los cinco minutos del Espíritu Santo
Mons. Víctor Manuel Fernández
“¿Qué es el universo entero o la inmensidad
del mar, o el ejército de los ángeles? ¡Yo tengo sed del Creador, tengo hambre
y sed de él!”.
En el fondo, es necesario reconocer un deseo
que ya está dentro de nosotros; ese deseo que el Espíritu Santo ha puesto en
nuestro interior, pero que hemos dejado escondido debajo de miles de
preocupaciones y angustias. Luego de su conversión, Agustín reconocía que
detrás de todas sus ansias estaba aquel deseo oculto de Dios:
“Ardía en deseos de amar… quería ser amado…
Tenía hambre intensa de ese alimento que en realidad eras tú, mi Dios”.
Por eso Agustín nos enseña que la clave para el
encuentro con Dios es reconocer ese deseo, y despertarlo, alimentarlo, hacerlo
crecer hasta que se haga más fuerte que cualquier otra necesidad:
“¡Enamórate de Dios, arde por él! Anhela a
aquel que supera todos los placeres”.
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