"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA LA
MEMORIA DEL BEATO CARLOS MANUEL RODRÍGUEZ
Esa Sabiduría hizo posible que el beato, adelantándose al Concilio Vaticano II, entendiera y proclamara la importancia del Misterio Pascual.
Hoy celebramos la
memoria libre de nuestro primer beato puertorriqueño, Carlos Manuel (“Charlie”)
Rodríguez. En una ocasión anterior publicamos su biografía. Les invitamos a
leerla para conocer mejor a este cristiano ejemplar.
El calendario litúrgico-pastoral para la Provincia de Puerto Rico nos
sugiere unas lecturas opcionales para esta celebración litúrgica. Como primera
lectura se nos ofrecen dos lecturas alternas. Hemos escogido 1 Co 1,26-31:
“Hermanos, tengan en cuenta quiénes son los que han sido llamados: no hay entre
ustedes muchos sabios, hablando humanamente, ni son muchos los poderosos ni los
nobles. Al contrario, Dios eligió lo que el mundo tiene por necio, para
confundir a los sabios; lo que el mundo tiene por débil, para confundir a los
fuertes; lo que es vil y despreciable y lo que no vale nada, para aniquilar a
lo que vale. Así, nadie podrá gloriarse delante de Dios. Por él, ustedes están
unidos a Cristo Jesús, que por disposición de Dios, se convirtió para nosotros
en sabiduría y justicia, en santificación y redención, a fin de que, como está
escrito: El que se gloría, que se gloríe en el Señor”.
Basta leer la biografía de nuestro beato Charlie para ver personificada
esta lectura. Un humilde oficinista, de constitución débil y acosado por la
enfermedad, que supo compenetrarse de tal modo con el Resucitado y la liturgia
de la Iglesia, que se convirtió en precursor de los cambios en la liturgia que
serían adoptados por los sabios y entendidos en el Concilio Vaticano II. Su
secreto fue “estar unido a Cristo Jesús, que por disposición de Dios, se
convirtió para nosotros en sabiduría y justicia, en santificación y redención”.
En comparación con Cristo, nada puede ni tan siquiera considerarse como una
alternativa real. Él es la fuente última de sabiduría, justicia y redención.
Vemos constantemente esa preferencia de Jesús por los débiles, lo
pequeños, los humildes, cuando se trata de la Revelación de los grandes
misterios del Reino. Así encontramos una santa Catalina de Siena, una santa
Teresa del Niño Jesús, un beato Charlie, junto a los grandes pensadores y
eruditos con todos los títulos académicos posibles. No es que Dios desprecie a
los sabios e intelectuales; es que tal vez los pequeños y humildes no se
sienten apegados a su propia “sabiduría” o a su éxito, y por ello pueden
sentirse más receptivos y dependientes de Dios, quien les hace partícipes del
Misterio.
San Pablo enfatiza que “nadie podrá gloriarse delante de Dios”, es decir,
que la sabiduría humana es incapaz de conocer por sí misma la sabiduría de
Dios. Solo el que se despoje de sus pretensiones humanas, es decir, el que se
“gloría en el Señor” y no en su propia sabiduría, podrá alcanzar la verdadera
Sabiduría.
Esa Sabiduría hizo posible que el beato, adelantándose al Concilio Vaticano II, entendiera y proclamara la importancia del Misterio Pascual, y cómo toda la liturgia de la Iglesia tenía que girar alrededor de la Madre de todas las vigilas, la Vigilia Pascual. Él supo vivir la alegría y la esperanza que Cristo nos regaló con Su Pascua. De ahí su lema: ¡VIVIMOS PARA ESA NOCHE!
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