"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA LA FIESTA DE LOS SANTOS FELIPE Y SANTIAGO, APÓSTOLES
Hoy hacemos otro
paréntesis en la liturgia pascual para celebrar la Fiesta litúrgica de los
santos Felipe y Santiago, apóstoles. La lectura evangélica que nos presenta la
liturgia para hoy coincide con la que contemplaremos el sábado de la cuarta
semana de Pascua (Jn 14,6-14), que ya habíamos comentado anteriormente. En este
pasaje Jesús se presenta como el único camino al Padre, por la identidad que
existe entre ambos: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al
Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora
ya lo conocéis y lo habéis visto”. Les refiero a nuestra reflexión anterior,
publicada en http://delamanodemaria.com/?p=15418.
Como primera lectura para esta Fiesta, nos apartamos momentáneamente del
libro de los Hechos de los Apóstoles para visitar la primera carta del apóstol
san Pablo a los Corintios (15, 1-8). En este pasaje encontramos a Pablo
reiterando la proclamación de su fe pascual a los cristianos de la comunidad de
Corinto: “Porque lo primero que yo os transmití, tal como lo había recibido,
fue esto: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue
sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se le apareció
a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos
hermanos juntos, la mayoría de los cuales viven todavía, otros han muerto;
después se le apareció a Santiago, después a todos los apóstoles; por último,
se me apareció también a mí”. Como parte de la proclamación de fe pascual,
Pablo nos presenta a Santiago y los demás apóstoles (lo que incluiría a Felipe)
como testigos de la Resurrección.
La comunidad de Corinto fue una de las que más dolores de cabeza le
causaron a Pablo. Basta leer ambas cartas para ver la cantidad de problemas que
enfrentaba esa joven comunidad, causados primordialmente por estar ubicada en
un puerto marítimo lleno de vicios, pecado (especialmente de índole sexual),
idolatría, etc. De ahí la insistencia de Pablo en reiterarles la tradición
apostólica que él había recibido, no sin antes recordarles que hay una
sola fe y una sola doctrina: el Evangelio de Jesucristo. Les dice que no pueden
apartarse de ese Evangelio, pues, “de lo contrario, se ha malogrado vuestra
adhesión a la fe”. Ese es nuestro Camino de salvación, el único Camino que nos
ha de conducir al Padre, como nos recuerda Jesús en la lectura evangélica.
Se trata de un Cristo que nos amó “hasta el extremo”, que murió por
nuestros pecados. Por eso, si nos adherimos plenamente a Él (como tiene que
ser, pues para Jesús no hay términos medios; el seguimiento ha de ser radical),
no solo anunciaremos lo que sabemos de Él que hemos recibido de las Escrituras
y la santa Tradición, sino que daremos testimonio con nuestra propia vida, que
se convertirá en predicación viviente de la Buena Noticia del amor salvador de
Jesús para toda la humanidad.
Señor, hoy que celebramos la Fiesta de los apóstoles Felipe y Santiago, concédenos la gracia de convertirnos en testigos del Resucitado mediante nuestro testimonio de vida, para que todos le conozcan y, conociéndole crean en la Buena Noticia y le reconozcan como el único Camino que conduce a Ti.
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