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Sean bienvenidos

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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

domingo, 1 de mayo de 2022

REFLEXIÓN PARA EL TERCER DOMINGO DE PASCUA (C) 1 - MAYO - 2022

  "ventana abierta"

De la mano de María

Héctor L. Márquez (Conferencista católico)

REFLEXIÓN PARA EL TERCER DOMINGO DE PASCUA (C)

La primera lectura y el relato evangélico que nos ofrece la liturgia para este tercer domingo Pascua, son repetición agrandada de otras que habíamos contemplado en la liturgia diaria del Tiempo Pascual.

La primera (Hc 5,27b-32.40b-41), es un compendio de las lecturas del jueves y el viernes de la segunda semana de Pascua que acaba de finalizar. En ellas vemos cómo la fe Pascual de los Apóstoles, encendida y guiada por el Espíritu Santo, les impulsa a predicar la Resurrección de Jesús y la Buena Nueva del Reino, y a enfrentar con valentía las consecuencias de esa predicación. Como en todo el libro de los Hechos de los apóstoles, vemos la acción del Espíritu Santo que inclusive pone palabras de la boca de los apóstoles al ser cuestionados por las autoridades que les perseguían.

Como segunda lectura se nos ofrece un pasaje del libro del Apocalipsis (5,11-14) que nos presenta la figura del “cordero degollado”, y a “todas las criaturas que hay en el cielo, en la tierra, bajo la tierra, en el mar”, alabándole, bendiciéndole, y rindiéndole culto junto “al que se sienta en el trono”. Es Jesús resucitado ya en la gloria sentado a la derecha del Padre.

El Evangelio (Jn 21,1-19), por su parte, es una versión agrandada del que leyéramos el viernes de la Octava de Pascua (la pesca milagrosa). En esta ocasión centraremos nuestra atención en una parte del pasaje que, por limitaciones de espacio, no abordamos en aquella ocasión. Cuando Juan, que estaba en la barca con Pedro reconoce que es el Señor quien está en la orilla, le dice a Pedro: “Es el Señor”. Y sin pensarlo dos veces, “al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua”.

El primero en reconocerlo fue el discípulo que Jesús tanto amaba. Tal vez ese mismo amor fue el que le hizo reconocerle. Pero fue Pedro el primero en lanzarse al agua. Pedro había estado bregando toda la noche sin éxito. Tal vez pensó que no perdía nada con echar las redes una vez más como les sugería aquél extraño en la orilla. Probablemente “algo” en su corazón le decía que la pesca abundante que resultó no era simplemente que aquél supiera más que él sobre la pesca. Pedro era un pescador experimentado que conocía todos los secretos de la pesca. Y esa sospecha se confirmó cuando escuchó al discípulo amado decir: “Es el Señor”.

Pedro ansiaba estar con el Señor una vez más; por eso su reacción impetuosa. A pesar de que el Señor se les había aparecido dos veces, Pedro no había tenido oportunidad de pedirle perdón por su debilidad al negarlo tres veces. El Señor lo sabe y por eso provoca un diálogo amoroso con Pedro que le da la oportunidad de confesarle su amor en tres ocasiones; el mismo número de veces que le había negado. En el proceso, luego escuchar la profesión de amor de Pedro, Jesús le pide igual número de veces que “apaciente” su rebaño. Le reitera su elección como cabeza de la Iglesia.

Jesús termina el diálogo con las mismas palabras que no cesa de repetirnos a nosotros también día tras día: “Sígueme”. Y tú, ¿amas al Señor? ¿Cuántas veces tendrá que preguntártelo? Estoy seguro que si abres los oídos del alma escucharás su voz que te dice: “Sígueme”.

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