"Ventana abierta"
Leonardo Molina García S.J.
LAS OVEJAS, EL PASTOR Y LOS LADRONES
José Luis Sicre
Fe adulta
Domingo 4º de Pascua. Ciclo C
El evangelio del 4º domingo de Pascua se
dedica, en los tres ciclos, a recordar a Jesús como buen pastor. Aunque hoy día
mucha gente solo ha visto un rebaño en televisión, la imagen sigue siendo muy
expresiva. Pero el capítulo 10 del cuarto evangelio es tan largo (42
versículos) que la liturgia ha seleccionado unos pocos para cada ciclo. Al C le
ha tocado un fragmento tan breve que no se entiende bien si no se conoce lo
anterior.
Un debate largo y complicado (el c.10 de
san Juan)
Jesús comienza contando una extraña
parábola a propósito de ladrones y bandidos que intentan robar el rebaño sin
entrar por la puerta, saltando la valla. El pastor entra por la puerta, conoce
a las ovejas por su nombre y ellas lo siguen confiadas, mientras que de los
ladrones no se fían.
Cuando termina de contarla, los presentes
“no entendieron de qué les hablaba”. Jesús, en vez de aclarar las cosas, las
complica. A veces dice que él es la puerta del rebaño; otras, que es el buen
pastor; y lo importante no es que conduce al rebaño a buenos pastos, sino que
da la vida por las ovejas, porque tiene el poder de darla y de recuperarla. Y
en medio introduce nuevos personajes: su Padre, “que me conoce y al que yo
conozco”, y otras ovejas que no son de este redil.
La conclusión a la que llegan muchos de
los oyentes no extraña demasiado: “Está loco de remate. ¿Por qué lo escucháis?”
(literalmente: “tiene un demonio y está loco”). El autor del cuarto evangelio
disfruta irritando al lector y casi poniéndolo en contra de Jesús.
El debate no termina aquí. Continúa en
invierno, en la fiesta de la Dedicación del templo, mientras Jesús pasea por el
pórtico de Salomón. Las autoridades judías (este es el sentido frecuente de
“los judíos” en el cuarto evangelio) lo rodean y le piden que diga claramente si
es el Mesías. Jesús responde que ya se lo ha dicho y que no creen en él. Y
continúa ofreciendo el ejemplo tan distinto de sus ovejas.
Las ovejas, el pastor, los ladrones y el
padre del pastor (Juan 10,27-30)
Las ovejas. El pasaje no comienza hablando
del pastor, como sería lógico, sino de “mis ovejas”, las que escuchan la voz de
Jesús y lo siguen, a diferencia de las autoridades judías, que no creen en él.
Una lectura precipitada del capítulo puede producir la impresión de que hay
personas predestinadas por Dios a seguir a Jesús y otras predestinadas a
negarlo. Pero esta contraposición hay que entenderla a partir de lo dicho en el
prólogo del evangelio: “Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron; pero a
quienes lo recibieron les concedió convertirse en hijos de Dios”. La aceptación
y el seguimiento de Jesús no excluyen la libertad humana.
El pastor. En la parábola inicial el
pastor llega al rebaño, le abren la puerta y saca a las ovejas. ¿A dónde las
lleva? No se dice. Recordando el salmo 22 (“El Señor es mi pastor”), podríamos
completar: “en verdes praderas me hace recostar, me conduce hacia fuentes
tranquilas”. Pero Jesús introduce un cambio capital: las lleva a “la vida
eterna”. Algo que se realiza no solo después de la muerte, sino ya en este
mundo. La fe en Jesús da una dimensión nueva a la existencia de quien
cree en él.
Los ladrones. La parábola comienza
hablando de ellos. Aquí no se los menciona expresamente, pero son los que
intentan arrebatar a las ovejas de las manos de Jesús. En el contexto del
evangelio serían los fariseos y demás autoridades que se oponen a que la gente
lo siga. En la iglesia de finales del siglo I serían los “cristianos” que
niegan que Jesús sea el Mesías y el hijo de Dios (a los que se denuncia en la
1ª carta de Juan). En cualquier caso, no tendrán éxito, no podrán “arrebatarlas
de mi mano”. El salmo 22, hablando desde la perspectiva de la oveja, dice algo
parecido: “Aunque atraviese cañadas oscuras nada temo, porque tú vas conmigo”.
El Padre. A lo largo del c.10 hay diversas
referencias a la relación de Jesús con “mi Padre”. A primera vista, más que
ayudar, estorban y confunden al lector. La clave podría estar de nuevo en el
salmo 22, donde el pastor es Dios. Jesús, al arrogarse el título y la función,
deja claro que no elimina al Padre. “Yo y el Padre somos uno”. La reacción del
auditorio es más dura en este caso: “cogieron piedras para apedrearlo”, y Jesús
terminará huyendo al otro lado del Jordán (esto no se lee en la liturgia).
Síntesis. ¿Qué nos dice este breve pasaje
hoy día?
1) Lo esencial del cristiano es creer en
Jesús y seguirlo. Algo que no es absurdo recordar, porque mucha gente piensa
que lo importante es practicar una serie de normas y cumplir con determinados
ritos. Todo eso tiene que basarse en una relación personal con Jesús.
2) Confianza en él. En otros momentos del
capítulo se subraya su bondad, que culmina en dar la vida. Aquí la fuerza recae
en que él no permitirá que nadie arrebate a las ovejas de su mano. Lo cual no
significa que nos veamos libres de dificultades, como han dejado claro las dos
primeras lecturas de este domingo.
3) Conocimiento de Jesús. Como en tantos
otros pasajes del evangelio, se indica su estrecha relación con el Padre, hasta
llegar casi a la identificación. Más adelante, en el discurso de la cena, dirá
Jesús a Felipe: “El que me ha visto ha visto al Padre”. Algo que sigue
resultando escandaloso a muchos cristianos, como lo fue para muchos judíos de
su época.
Insultos y expulsión (Hechos de los
apóstoles 13,14. 43-52).
La liturgia ha omitido los versículos
15-42, provocando algo absurdo. Al final del v.14 se dice Pablo y Bernabé
“tomaron asiento”; e inmediatamente se añade que “muchos judíos y prosélitos se
fueron con ellos”. Entonces, ¿para qué toman asiento?
Si no hubieran mutilado el texto habría
quedado claro que se sientan para tomar parte en la liturgia del sábado. Al
cabo de un rato, les invitan a hablar, y Pablo hace un resumen muy rápido de la
historia de Israel para terminar hablando de Jesús. Ahora se comprende que, al
terminar la ceremonia, muchos judíos y prosélitos se fueran con los apóstoles.
Pero, al cabo de una semana, cuando vuelven a la sinagoga, la situación será
muy distinta. Los judíos responden a Pablo y Bernabé con insultos. Más tarde
los expulsan del territorio. Dentro de lo que cabe, tuvieron suerte. Más
adelante apedrearán a Pablo hasta darlo por muerto.
Martirio y victoria (Apocalipsis
7,9.14b-17)
Cuando el cristianismo comenzó a
difundirse por el imperio, encontró pronto la oposición de las autoridades
romanas y de la gente sencilla. Veían a los cristianos como gente impía, que
daba culto a un solo dios en vez de a muchos, inmoral, enemiga del emperador,
al que no querían reconocer como Señor, etc. El punto final en bastantes casos
fue la muerte, como ocurrió a Pedro, Pablo y a los otros durante la persecución
de Nerón (lo que cuenta el historiador romano Tácito impresiona por la crueldad
con que se los asesinó). Sin embargo, la lectura del Apocalipsis no se centra
en sus sufrimientos sino en su victoria.
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