"Ventana abierta"
DESCUBRE TU VOCACIÓN
¿SABÍAS QUE EN LA IGLESIA HAY 5
MODOS DE VIDA CONSAGRADA?
Discípulas de Jesús
Si estás bautizado
estás llamado a seguir a Cristo. Por este sacramento has sido hecho hijo de
Dios, hermano de Jesucristo y templo vivo del Espíritu Santo. Por lo tanto si
eres católico y quieres ser fiel y coherente con tu bautismo, no puedes vivir
de la misma manera que las personas no bautizadas. Imitar de Cristo será la
tarea fundamental de tu vida.
Sin embargo hay personas que, habiendo recibido una
invitación especial de Dios, se proponen seguir más de cerca a Cristo. Ellas se
entregan a Dios, a quien aman por encima de todo y procuran que toda su vida
esté al servicio del Reino. Esto es lo que en la Iglesia se conoce por
«especial consagración», o diversos modos de Vida Consagrada.
Los consejos evangélicos
Quienes responden libremente a este llamado a la Vida
Consagrada, viven los consejos
evangélicos por amor al Reino de los Cielos. Pero… ¿qué son
estos consejos evangélicos? Se trata de la pobreza, la castidad y la obediencia.
Se les llama consejos evangélicos porque fueron predicados y
vividos por el mismo Cristo en el Evangelio. Son como una invitación para
seguir más de cerca el camino que Él recorrió en su vida. Es cierto que todos
los católicos estamos llamados a vivir estos tres consejos, porque todos
estamos llamados a vivir el Evangelio. Pero los consagrados lo deben hacer de una
manera radical y absoluta.
Para las personas consagradas vivir la pobreza, la castidad y la obediencia es
una manera “más íntima” de vivir su consagración a Dios.
La pobreza es
el desprendimiento de todo lo creado para utilizarlo de forma que pueda dar
mayor gloria a Dios. La castidad es
lograr que toda la persona -inteligencia, voluntad, afectos y cuerpo- estén
dominados por uno mismo. Y la obediencia es el sometimiento de la propia
voluntad a la voluntad de Dios a través de los superiores legítimos,
representantes de Cristo.
Diversos modos de Vida
Consagrada
Las personas consagradas a Dios pueden vivir su consagración
de muy variadas formas. A lo largo de la historia de la Iglesia, desde las
primeras comunidades cristianas en el Asia Menor hasta nuestros días, la vida
consagrada ha asumido una gran diversidad.
Están los que se dedican a la oración y a la contemplación en
un lugar apartado de toda civilización. Y están también quienes, inmersos en el
mundo, viven su consagración entre las más diversas actividades de la vida
diaria.
Podemos agrupar todas las formas de consagración en las
siguientes divisiones:
La Vida Eremítica
Las Vírgenes
Consagradas
Los Institutos de
Vida Religiosa
Los Institutos
Seculares
Las Sociedades de Vida Apostólica
A continuación te explicaremos brevemente de qué se trata cada una de estos modos de Vida Consagrada.
LA VIDA EREMÍTICA
Los Eremitas o
Anacoretas son personas que se consagran a Dios mediante los votos de pobreza,
castidad y obediencia. Su estilo de vida es muy peculiar: viven apartados
completamente del mundo, en el silencio y la soledad. Dedican su vida a la
oración asidua y a la penitencia. Así buscan ser una constante alabanza a Dios
y una intercesión por la salvación del mundo.
Los Ermitaños, Eremitas o Anacoretas pueden elegir el lugar en el que
desean vivir, siempre alejado del mundo. Su estilo de vida estará sujeto a la
dependencia del obispo del lugar en el que fijan su residencia.
No hay que confundirlos con las órdenes monásticas eremíticas. Quienes
pertenecen a estas órdenes, si bien se apartan del mundo para dedicarse a la
oración y a la penitencia, hacen vida común en fraternidad. Además observan una
regla de vida o estatutos y viven bajo la obediencia de un Superior. Las
órdenes monásticas o eremíticas forman parte de los Institutos de Vida
Consagrada o Vida Religiosa (de los que hablaremos más adelante).
La vida de un Ermitaño posee un valor extraordinario para la Iglesia. Son
hombres y mujeres dedicados a la oración, a la contemplación y al sacrificio.
Sus obras de penitencia y el testimonio de su vivir cotidiano son signos
elocuentes de un amor a Dios que intercede constantemente en favor de los hombres.
Por lo tanto no debemos considerarlos como algo accesorio para la vida de la
Iglesia. No son reliquias del pasado, ni tampoco “un desperdicio”. Su vida es
una fuerza que ayuda a arrancar gracias de Dios y a distribuirlas en toda la
Iglesia.
La regulación de este tipo de vida consagrada está consignada en el Código de Derecho Canónico (número 603) y en el Catecismo de la Iglesia Católica (números 920 y 921) www.vatican.va
LAS VÍRGENES CONSAGRADAS
Esta es uno de los
modos de vida consagrada más antiguo. En el Derecho Canónico (nº 604) se
establece que es una forma “semejante” a la vida consagrada, no igual. La razón
es muy sencilla. Mientras que la vida consagrada comporta la profesión de los
consejos evangélicos (pobreza, castidad y obediencia), estas mujeres se
consagran a Dios solo a través de su virginidad.
Aunque el Derecho Canónico las llama “orden de las vírgenes”, esto no
significa que sean una orden religiosa femenina a semejanza de un Instituto
religioso (como las Capuchinas, o las Benedictinas, por ejemplo). Utiliza la
palabra “orden” en lugar de grupo, clase o categoría.
No hacen “voto” de virginidad como las religiosas o las monjas, sino
solamente un “propósito”, ya que la virginidad es su forma de consagración.
Como dijimos, este tipo de vida consagrada hunde sus raíces en los inicios
del cristianismo. Cuando la virginidad no era vista como un valor en una
sociedad que solo concebía para la mujer la vía del matrimonio, mujeres como
las cuatro hijas del diácono Felipe, que eran vírgenes y profetizaban (Cf. Hch
21,8-10), portaban toda la novedad del mensaje evangélico.
Otras desempeñaban servicios muy importantes en la primitiva comunidad
como Febe, colaboradora del apóstol Pablo (Cf. Rm 16,1). Este la presenta como
“diaconisa”, un término griego que literalmente significa “servidora” y que no
implica el orden sacerdotal.
Estas mujeres hacen de su vida un testimonio vivo del amor de Dios a la
humanidad, al dedicarse por entero al servicio de la Iglesia. Lo hacen por
medio de la oración, la penitencia, el servicio a los hermanos y el trabajo
apostólico.
Pueden elegir vivir en comunidad para ayudarse en la vivencia de su consagración. Sin embargo este no es un requisito indispensable para esta forma de vida consagrada.
LOS INSTITUTOS DE VIDA RELIGIOSA
La Vida Religiosa constituye la forma más
conocida de Vida Consagrada. Nació en Oriente en los primeros siglos del
cristianismo, y se distingue de las otras formas de Vida Consagrada por:
la profesión pública de los consejos
evangélicos,
la vida fraterna en comunidad,
la sujeción a una Regla o Constituciones.
La Vida Religiosa es un medio para aquellos que
buscan seguir a Cristo más de cerca, eligiendo para sí mismos la misma vida que
Él vivió. Así se comprometen a vivir como Él en pobreza, castidad y obediencia.
El Derecho Canónico (nº 573 y sig.) establece las normas que
rigen a todos los religiosos.
Los religiosos se unen a Cristo mediante
vínculos estables que se llaman “votos”. Un voto es una promesa solemne y
pública de ofrecer a Dios una cosa buena. Al escoger vivir en pobreza, castidad
y obediencia, los religiosos consagran toda su vida a imitar a Cristo:
Mediante la pobreza ponen sus vidas en manos de Dios Padre.
Así imitan a Cristo pobre.
Someten su libertad a Dios en la figura de un
Superior, mediante el voto de obediencia. Así imitan a Cristo obediente.
Y renuncian al matrimonio mediante el voto de castidad. Así imitan a Cristo casto.
Todos los Institutos religiosos tienen vida
fraterna en comunidad. Así manifiestan el amor de Jesucristo a todos los
hombres. Los religiosos buscan hacer juntos sus principales actividades: la
oración, el apostolado, las comidas, los tiempos de recreo y descanso.
Además son guiados por unas Constituciones o
Reglas inspiradas por Dios que establecen su forma de vida. Estas
Constituciones son un patrimonio espiritual de la Iglesia. Ellas manifiestan de
modo admirable la riqueza del Espíritu Santo que ha sabido dotarla a lo largo
del tiempo de formas siempre nuevas y admirables de santidad.
LOS INSTITUTOS SECULARES
Los Institutos
Seculares están formados por individuos que viven en el mundo, hacen los tres
votos de pobreza, castidad y obediencia y se dedican a las obras de apostolado
indicadas por el propio Instituto. El Código de Derecho Canónico regula su modo
de vida en los números 710 a 730.
Es conveniente explicar que aquí se entiende por “el mundo” a toda la
serie de actividades propias de una persona laica, es decir, de una persona que
no se consagra a Dios dentro de un Instituto de Vida Religiosa.
Estas personas pueden vivir solas, con su propia familia, o en grupos de
vida fraterna, de acuerdo con sus Constituciones. Pueden, además, tener una
profesión laical, como por ejemplo la de ingeniero, maestra, médico o tantas
otras. Pero se distinguen en que se consagran a Dios mediante los votos de
pobreza, castidad y obediencia.
Su misión es muy peculiar. Viviendo como cualquier otra persona del mundo,
deben impregnar todas sus actividades de una gran caridad cristiana, imitando a
Cristo en todo momento. Deben ser levadura en medio de la sociedad.
Muchos de ellos no llevan ningún distintivo religioso y así viven su
consagración a Dios en medio del mundo. Por eso se llaman Institutos Seculares,
ya que la palabra “secular” se refiere a la persona que viven en el siglo, es
decir, en el mundo.
Los miembros de estos Institutos participan de las tareas de evangelización de la Iglesia en el mundo y desde el mundo. En él su presencia, como ya lo hemos dicho, actúa a la manera de un fermento. Su testimonio de vida cristiana debe ayudar a todos los hombres a ordenar las realidades temporales hacia Dios y a penetrar el mundo con la fuerza del Evangelio.
LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA
Forman parte de los diversos modos de Vida
Consagrada de la Iglesia, y se rigen de acuerdo a lo que marca el Códico de Derecho Canónico en los números 731 al 755. Las definen tres
características esenciales:
el apostolado propio,
la vida fraterna en común, y
la observancia de sus Constituciones.
De esta manera, las Sociedades de Vida Apostólica
no tienen votos públicos como los Institutos de Vida Consagrada. Sin embargo,
algunas de ellas permiten que sus miembros abracen los consejos evangélicos
mediante un vínculo determinado por sus Constituciones.
Muchas de estas Sociedades siguieron este
régimen de vida en el que sus miembros quedaban unidos entre sí por el
apostolado que desarrollaban, la vida en común y el seguimiento y cumplimiento
de unas Constituciones. Los votos religiosos quedaban excluidos desde el
momento de su fundación. Sin embargo, con el pasar del tiempo algunas de ellas
aceptaron para sus miembros la profesión de los consejos evangélicos mediante
un vínculo determinado por sus Constituciones. Este vínculo es una profesión de
los tres consejos, pero sin llegar a ser público.
Con la profesión de los consejos evangélicos,
las Sociedades de Vida Apostólica tendían a hacerse semejante a los Institutos
de Vida Consagrada. Por eso por algún tiempo se les quiso llamar Institutos de
Vida Consagrada sin votos públicos. Como tal definición no encuadraba con la
finalidad para la cual fueron fundadas, se llevaron a cabo varios estudios.
Finalmente, en mayo de 1980 quedó definido que las Sociedades de Vida
Apostólica no son Institutos de Vida Consagrada, aunque en algunas de ellas se
abrazan los consejos evangélicos.
Un árbol maravilloso
Esta división que se ha establecido de los distintos modos de
Vida Consagrada no implica que no puedan darse en un futuro nuevas formas de
consagración.
Desde los comienzos de la Iglesia han existido hombres y
mujeres que han intentado seguir a Cristo con mayor generosidad e imitarlo más
de cerca. Lo han hecho a través de la práctica de los consejos evangélicos.
Cada uno según su llamado vivió entregado a Dios.
Muchos, por inspiración del Espíritu Santo, vivieron en la soledad. Otros fundaron familias religiosas que la Iglesia reconoció y aprobó. Y este mismo Espíritu puede suscitar en un futuro formas nuevas de consagración. La Iglesia lo sabe y está abierta a estos nuevos carismas. Así lo establece en el canon 605 del Código de Derecho Canónico:
“Los obispos se esforzarán siempre en discernir los nuevos dones de Vida Consagrada confiados por el Espíritu Santo a su Iglesia; la aprobación de nuevas formas de Vida Consagrada está reservada a la Sede Apostólica”.
Demos gracias a Dios porque el Espíritu Santo ha manifestado toda su riqueza. Él se ha derramado en la Iglesia y sabemos que lo sigue haciendo.
“El resultado ha sido una especie de árbol en el campo de Dios, maravilloso y lleno de ramas, a partir de una semilla puesta por Dios. Han crecido, en efecto, diversas formas de vida, solitaria o comunitaria, y diversas familias religiosas que se desarrollan para el progreso de sus miembros y para el bien de todo el Cuerpo de Cristo” (Catecismo de la Iglesia Católica, 917).
Y
para terminar…
Tú ¿conocías todos estos modos de Vida Consagrada? ¿Sabías de
toda esta riqueza que hay en nuestra Iglesia?
Si quieres saber más sobre la Vida Consagrada puedes leer: La
Vida Consagrada: encuentro con el amor de Dios. (www.discipulasdejesus.org) Es
una estrada que publicamos hace algún tiempo y que tiene dos partes. En la
primera presentamos algunas reflexiones del Papa Francisco en el Día de la Vida
Consagrada (2 de febrero de 2018). Y en la segunda te explicamos el significado
de la palabra «consagración». Está súper interesante y te lo recomendamos.
Como siempre, te invitamos a compartir tus inquietudes, comentarios, dudas… Eso nos enriquece a todos. ¡Dios te bendiga!
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