"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL MIÉRCOLES DE LA SEXTA
SEMANA DEL T.O. (2)
Jesús primero le untó saliva en los ojos y le
impuso las manos. Luego dialogó con él: “¿Ves algo?”.
El pasaje evangélico que la liturgia nos brinda
para hoy (Mc 8,22-26) nos presenta la primera de dos curaciones de un ciego en
el evangelio según san Marcos. La que leemos hoy se realiza en Betsaida; la
segunda será la del ciego Bartimeo, en Jericó (Mc 10,46-52). Y resulta curioso
notar que aunque en tiempo y lugares distintos, ambas se dan en el mismo
contexto: la falta de comprensión por parte de los discípulos de su enseñanza.
La de hoy se da luego de que Jesús les advirtiera que se cuidaran de la
“levadura” de los fariseos y de Herodes, y estos pensaron que se refería al
hecho de que solamente tenían un pedazo de pan: “¿No acabáis de entender? ¿Tan
torpes sois? ¿Para qué os sirven los ojos si no veis, y los oídos si no oís?”
(vv. 17-18).
Al colocar este milagro en este punto de su
relato, Marcos parece querer resaltar la “ceguera” de los fariseos y los
discípulos, que “tienen ojos y no ven”. En este caso, al igual que en la
curación del sordomudo en (7,31-37), Jesús hace uso de signos o gestos
sensibles que le permitan al sujeto percibir la realidad sobrenatural que está
sucediendo; algo así como el “signo” de los sacramentos, constituido por
elementos materiales y gestos, unidos a la “forma” sacramental. Nos dice la
narración que Jesús tomó al hombre de la mano y lo sacó de la aldea (ya hemos
establecido anteriormente que Jesús no busca protagonismo). Luego “le untó
saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: ‘¿Ves algo?’”. Jesús
quiere que la persona esté consciente de lo que Jesús está obrando en él; para
permitirle “recibir” el milagro.
Esta curación tiene una peculiaridad que
tampoco podemos pasar por alto. La recuperación de la vista por parte del ciego
no es instantánea; es gradual, por etapas. Jesús primero le untó saliva en los
ojos y le impuso las manos. Luego dialogó con él: “¿Ves algo?”. El hombre
comenzó a ver, pero no con claridad: “Veo hombres, me parecen árboles, pero
andan”. Jesús le impuso las manos por segunda vez al hombre, y entonces
recuperó la vista.
Mediante esta curación “por etapas” Marcos
parece apuntar al proceso gradual de conversión de los discípulos, quienes con
la ayuda de Jesús irían poco a poco captando el mensaje que Jesús intentaba
transmitirles a través de su Palabra. Así es también nuestro proceso de
conversión, que va adelantando gradualmente mientras maduramos nuestra fe; un
proceso que durará toda nuestra vida, hasta que finalmente veamos el rostro de
Dios (Cfr. Ap 22, 4).
Nos llama la atención también el hecho de que
en este caso, al igual que en el del sordomudo de nacimiento, Jesús utilice el
símbolo de imponer saliva; en el pasaje de hoy sobre los ojos, y en aquél otro
sobre la lengua. La saliva se genera en la boca, que es de donde sale la
Palabra, que es Dios, y tiene poder sanador para aquél que la escucha y acepta.
Hoy, pidamos al Señor que nos unja con la saliva de su Palabra y sea paciente con nosotros, hasta lograr eliminar todo aquello que nos impide verle con claridad.
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