"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL MARTES DE LA CUARTA SEMANA DEL T.O. (2)
Ella tenía la certeza de que con solo tocar el
manto de Jesús se curaría…
La liturgia continúa llevándonos de la mano en
este recorrido por el Evangelio según san Marcos. La lectura de hoy (Mc
5,21-43) nos presenta a Jesús regresando de “la otra orilla” luego de haber
sido echado de Gerasa según leíamos ayer (Mc 5,1-20). En el pasaje de hoy
Marcos nos narra dos milagros de Jesús entrelazados en una sola trama: la
revivificación de la hija de Jairo (debemos recordar que Jesús “revive” los
muertos, no los “resucita”, pues el que resucita no muere jamás y todos los que
Jesús revive en los evangelios están destinados a morir) y la curación de la
hemorroísa.
Como hemos dicho en ocasiones anteriores,
Marcos escribe su relato evangélico para paganos de la región itálica, con el
propósito de demostrar que Jesús es el verdadero y único Dios. Para ello, nos
presenta a Jesús como el gran “taumaturgo” o hacedor de milagros. Él solo hace
lo que en la mitología requiere de muchos dioses. Así, ayer lo veíamos
demostrando su poder sobre el diablo y sus demonios, y hoy lo vemos demostrando
su poder sobre la enfermedad y sobre la muerte. En ambos milagros que
contemplamos hoy, Marcos destaca el componente de la fe como elemento esencial
para lograr que Jesús obre el milagro.
En el relato de la mujer que sufría flujos de
sangre, ella tenía la certeza de que con solo tocar el manto de Jesús se
curaría, y actuó conforme a lo que creía: se arrastró entre la multitud hasta
tocar el manto de Jesús. De eso se trata la fe. Por eso decimos que la fe es
algo “que se ve”. Nos dice la escritura que cuando tocó el ruedo del manto de
Jesús, se curó instantáneamente, y Jesús sintió que “había salido una fuerza de
Él”. Jesús aprovecha la oportunidad y pregunta, con un fin pedagógico (Jesús es
Dios, y Dios lo sabe todo) que quién le había tocado. Y cuando ella confiesa
que había sido ella, le dice, en presencia de todos: “Hija, tu fe te ha
curado”.
No bien había terminado de realizar ese
milagro, llegaron emisarios de la casa de Jairo, quien le había pedido a Jesús
que curara a su hija que estaba muy enferma, y le dijeron que la niña había
muerto. Jesús aprovecha la coyuntura para reafirmar su enseñanza y le dice a
Jairo: “No temas; basta que tengas fe”. Jesús le dijo a Jairo que su hija
dormía. Jairo creyó en las palabras de Jesús, y actuó conforme a lo que creía,
acompañando a Jesús hasta su casa, y luego junto a su esposa hasta la
habitación de la niña. Jesús la tomó de la mano y esta se levantó ante el
asombro de todos. Si Jairo no hubiese actuado conforme a lo que creía, no
hubiese perdido el tiempo llevando a Jesús a su casa (¿para qué?, la niña ya
estaba muerta). Pero Jairo creyó, y actuó conforme a lo que creía. No tuvo
miedo ante la noticia de la muerte de su hija, tuvo fe.
No basta con creer (hasta el demonio “cree” en Dios), hay que actuar conforme a lo que creemos. Hay que “vivir” la fe. Entonces verás manifestarse la gloria de Dios.
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