"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL LUNES DE LA QUINTA SEMANA DEL T.O. (2)
El relato evangélico
que nos presenta la liturgia de hoy (Mc 6,53-56), nos muestra a Jesús y sus
discípulos llegando a Genesaret, inmediatamente después del episodio en que
Jesús caminó sobre las aguas. Una vez más encontramos a Jesús curando enfermos:
“cuando se enteraba la gente dónde estaba Jesús, le llevaban los enfermos en
camillas. En la aldea o pueblo o caserío donde llegaba, colocaban a los
enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos el borde de su
manto; y los que lo tocaban se ponían sanos”. La fama de Jesús seguía
creciendo, sobre todo después de la “primera multiplicación de los panes” (Mc
6,30-44), que había suscitado un entusiasmo desbordante.
El poder de la fe. Como hemos dicho en ocasiones anteriores, la fe es el
“gatillo” que dispara el poder de Dios. Aquella gente creía, y actuaba conforme
a su fe. Creían que con tan solo tocar el borde de su manto sanarían, pero no
se conformaban con creer, hacían el esfuerzo hasta tocar el manto, y se obraba
el milagro; como la hemorroísa (Mc 5,25-34), quien se arrastró hasta tocar el
manto de Jesús. Aquella mujer, por padecer flujos de sangre era considerada
“impura” y no podía tocar a ningún hombre, so pena de ser lapidada. Pero tuvo
fe, actuó conforme a esa fe, y fue curada.
Encontramos un patrón que se repite: Jesús y sus discípulos tratando de
encontrar un lugar donde descansar. En esta ocasión acababan de llegar de
misionar, y para llegar a Genesaret habían tenido que remar largo rato contra
un viento contrario. Necesitaban el descanso. Pero la gente se los impedía. Por
más que trataran de pasar desapercibidos, siempre los encontraban. Y como
siempre, Jesús se compadece. No puede permanecer ajeno al dolor y enfermedad
ajenos. El descanso tendrá que esperar…
Nos llamamos discípulos de Jesús. Una de las características del discípulo
es que sigue al Maestro, lo imita. Este pasaje nos llama a hacer introspección.
¿Cómo reaccionamos ante el dolor las necesidades, la soledad de nuestros
hermanos? (¡Cuántos de nuestros viejos mueren de soledad!) ¿Los atendemos, los
acompañamos, los ayudamos, los escuchamos cuando lo necesitan o, por el
contrario, lo hacemos cuando “podamos” o “tengamos tiempo”? ¿Anteponemos
nuestra comodidad, nuestros placeres, nuestras “necesidades” por encima de la
misericordia? ¡Cuántas veces, al encontrarnos ante la necesidad de un hermano
nos hacemos de la vista larga o “damos un rodeo” para no enfrentarnos a la
situación, como el sacerdote y el levita de la parábola del buen samaritano (Lc
10,25-37)!
No nos podemos quedar en el hecho del milagro; tenemos que ver más allá
para encontrar su verdadero significado. No podemos perder de vista que los
milagros de Jesús son producto de su gratuidad, de su Amor infinito, de su
Misericordia…
Todas las obras de Dios son buenas, por eso debemos alabarle con el
salmista: “Bendice, alma mía, al Señor, ¡Dios mío, qué grande eres!” (Sal 103).
Que pasen una hermosa semana alabando y bendiciendo al Señor, comenzando por el regalo de la vida.
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