"Ventana abierta"
P. Yerko Reyes Benavides
Biblia Vida y Oración
Está cerca de ustedes el reino de Dios
Lectura del santo evangelio según san Lucas 10,
1-9
En
aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de
dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él.
Y les
decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rueguen, pues, al
dueño de la mies que mande obreros a su mies.
¡Pónganse
en camino! Miren que los mando como corderos en medio de lobos. No lleven
talega, ni alforja, ni sandalias; y no se detengan a saludar a nadie por el
camino. Cuando entren en una casa, digan primero: "Paz a esta casa."
Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos su deseo de paz; si no,
volverá a ustedes. Quédense en la misma casa, coman y beban de lo que tengan,
porque el obrero merece su salario. No anden cambiando de casa. Si entran en un
pueblo y los reciben bien, coman lo que les pongan, curen a los enfermos que
haya, y digan: "Está cerca de ustedes el reino de Dios."»
“La mies es abundante
y los obreros pocos; rueguen, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su
mies”
Desde el
mismo comienzo de su pontificado, vimos con ojos de esperanza la presencia en
la Sede principal de la Iglesia, la presencia de un Latinoamericano, situación
inédita en la historia eclesial, ya que por primera vez en XXI siglos de
peregrinar a través del tiempo, el anillo del pescador reposaría en los dedos
de alguien cercano a nuestra particular manera de entender la vida y vivir la
fe.
El corazón
nos dio un brinco al conocer el nombre simbólico escogido por este Cardenal
Argentino, ahora principal representante de la iglesia de Jesucristo: Francisco.
Auguraba tiempos de cambio y renovación y de hecho comenzó refrescando el aire
de la iglesia que todavía no ha terminado de sacudir el polvo por siglos
acumulados y que el plumero del Vaticano II comenzó con ímpetu renovador, mas
ha ido perdiendo el vigor de su aurora, puesto que los cambios en 500 años de
historia impertérrita ahora se mueven a la velocidad de kilobits por segundo.
Lo que tardó
500 años en moverse en la historia de la humanidad, ahora se mueve en cuestión
de años. El mundo del Concilio Vaticano II, ya no es el mundo del 2017 apenas a
52 años de diferencia. El ser humano sigue siendo humano, al menos en esencia,
pero Juan XXIII visionario extraordinario, que mandó a abrir las ventanas de la
iglesia para que entrará el aire del modernismo, jamás imaginó a la velocidad
con la que la humanidad pasaría de ser parcelas independiente y desconectas a,
un mundo hipervinculado y globalizado, procreando por sí mismo no una nueva
especie, sino una nueva manera de ser “ser humano” que no se corresponde,
aparentemente a su vitalidad original, su esencia y naturaleza: “imagen y
semejanza de Dios”.
A pesar de
todo esto, el hombre, en el fondo fondo, no ha cambiado, ¡Gracias a Dios! en su
necesidad de sentir la presencia del Creador en sus vidas, sigue siendo el mimo
de siempre. Ante el boom de la información, literalmente al alcance de la mano,
el alma humana siempre sedienta de Dios, se perdió entre los terabytes de
información que es incapaz de manejar, y por ello con la misma velocidad que
ahora proclama con vehemencia ser partidario de, se pasa a otra cosa, con la
facilidad de cambiar con el dedo de la mano la pantalla de su
dispositivo móvil a otra.
El ser humano
de hoy es el alimento favorito de corrientes ideológicas de todo tipo, de toda
especie, incluso de toda calaña. La oferta de “bienestar y felicidad” inundas
las redes y los espacios virtuales con les que las personas de hoy comparten su
vida. Algunos de ellos con cierta seriedad intelectual, es decir, no son un
insulto a la inteligencia, y otros con todas las características de ser sólo
ofertas en un mercado espiritualoide “de métodos y estrategias
comerciales" para encontrarse con una divinidad inexistente, pero que deja
buenos dividendos económicos y atrapa por millares a incautos.
Hace algún
tiempo, la psicología dio con la explicación a ciertos trastornos y desordenes
de la personalidad y lo denomino: “bipolaridad”, término que se utiliza para
denominar a una persona constantemente transitando por dos vías psíquicas
diferentes, que en la mayoría de las veces se alternan y en ocasiones se
entremezclan. Esto quiere decir que la persona que sufre de trastorno bipolar
pasa de una fase maníaca a una
depresiva. En criollo, es como si conviviéramos con dos personas opuestas a la
vez. Esto amerita un tratamiento cuidadoso llevado por un especialista. Sin
embargo, dentro de lo que denominamos normal, son millones los
bipo-tecnológicos. Los que recurren al mundo virtual, como alternativa de autenticidad para su ser, el de verdad y
allí, expresarse con entera libertad, mejor que en el mundo real.
Los templos,
luego de la imperializacion del cristianismo dejaron atrás los areópagos
portátiles y los cambiaron por púlpitos en los majestuosos edificios
construidos en nombre de Cristo y Cia. El gran Templo de Jerusalén si hubiese
sobrevivido a la revuelta del 70 d.C. se mordería los labios de envidia ante
los lujos, la pomposidad, la extravagancia, la excelencia y la exageración
-arquitectónica y artística- con la que están revestidas algunas
mega-catedrales (incluyendo la Sixtina), desde donde se pretende anunciar un
Evangelio que nació en un pesebre.
A pesar de
que hay una diferencia marcadamente evidente entre el Jesús histórico y el
tiempo en el que vivimos, la situación espiritual, la condición religiosa, la
necesidad espiritual, la búsqueda, a veces desesperada de Dios, de los hombres
y mujeres de esta época son idénticas a las del tiempo de Cristo. Los hombres
de hoy y su necesidad de recibir la "Buena Nueva del Reino"
siguen entrando en la categoría de urgencia, donde según Jesús hacen falta
trabajadores en la viña del Señor; a pesar que Israel y su alrededores
estuviera plagado de fariseos, sumos sacerdotes, escribas, doctores de la ley y
ancianos garantes de las “más sanas costumbres y las más legitimas
tradiciones"; igual que hoy.
“La mies es
abundante y los obreros pocos; rueguen, pues, al dueño de la mies que mande
obreros a su mies”
Al fin logre
comprender por qué la gente me respondía en el templo cuando preguntaba ¿Será
que el hombre ha dejado de creer en Dios? y al unísono los diez o quince
participantes de la misa del día respondían, como si se tratara de una ironía
visual: “¡No Padre! Hoy la gente cree más que nunca en Dios”. Y yo por dentro:
¿¡qué!?
El Papa
Francisco en su primer escrito oficialmente presentado desde la sede petrina
con carácter de infalibilidad, nos habló y nos ilusionó con la “Alegría del
Evangelio”, y mandó a los “pastores” a salir al mundo. Tal como lo hiciera
otrora Jesucristo con sus discípulos en reiteradas ocasiones en Galilea y
alrededores.
Las primeras
misiones de los discípulos fueron “pedagógicas”, es decir, no tanto
para que ellos hicieran “milagros”, sino para que aprendieran a sentir en sus
propias vidas la fe de la gente, los anhelos de las personas cansadas y
agotadas de las promesas mundanas de riquezas y bienestares; a dejarse erizar la
piel por el clamor silente de los corazones que claman desde su abatimiento,
soledad y desasosiego la intervención de Dios urgentemente, tal como ahora.
Los 72 apóstoles enviados por Jesús, a los lugares donde él personalmente pensaba ir, son el preámbulo de la misión permanente de la Iglesia, “estar siempre en salida”. Aunque personalmente yo no lo diría así, sino a ser “siempre peregrina” en el corazón de un mundo y de un tiempo que nos pide estar “ligeros de equipaje” para trasladarnos a los nuevos areópagos contemporáneos donde se mudó la gente y no nos avisó.
“¡Pónganse en
camino! Miren que los mando como corderos en medio de lobos. No lleven talega,
ni alforja, ni sandalias…”
Esto tampoco
ha cambiado mucho, según el modo de interpretarlo, aunque por el lado que lo
miremos encontraremos coincidencias: el mundo no quiere, ni le conviene recibir
el mensaje de misericordia, de reconciliación, de bondad, de unidad en el amor,
ese que quiere implantar Dios desde su gracia y con sus mensajeros. Hará todo
lo posible para atacar desvirtuar, distorsionar, manipular y falsificar el
mensaje. Además, atacará inclementemente al mensajero. Si, si hay lobos
entre corderos, y los lobos están más cerca de lo que nosotros mismo creemos.
Por otro
lado, la de ir ligeros de equipaje se refiera a la condición de disponibilidad
y apertura para llenar el corazón de lo que es
verdaderamente valioso: la humanidad compartida en su humildad y
sencillez, las risas entre hermanos, los abrazos entre desconocidos pero que en
Cristo Jesús se reconocen y se tratan como amigos de toda la vida. Esa
maleta no pesa, ese equipaje no agobia ni agota; al contrario es aliciente para
seguir “la parranda” por los senderos del mundo; sólo que hay que andar con
cuidado porque las calles de este mundo están llenas de asaltantes, ladrones y
sinvergüenzas.
El deseo de
paz anhelado por las personas de esta etapa de la historia es el mismo deseo de
paz de la gente del tiempo de Jesús. Faltan “deseadores” de paz, los
comunicadores de esperanza, los trasportistas de la fe, los combatientes de la
caridad.
La iglesia en
salida no consiste en sacar los confesionarios a las plazas
para, como trampas en el campo, atrapar a los incautos viandantes; ni tampoco
en arrastrar dos sillas a los centros comerciales y abrir una improvisada
tienda de campaña del culto; o cambiarle la letra a “Despacito” para hacer más
entretenida la misa del domingo. Maravillosas y creativas ideas pero no se corresponden
a la pedagogía de Cristo.
Para qué
vamos a salir al mundo, si antes no desempolvamos las habitaciones de nuestra
religiosa mente, limpiamos un poco las costumbres y tradiciones que se van
muriendo con los baby boomers que todavía siguen fieles en nuestros templos.
Abrimos nuevos espacios para esta generación Z, la hipervinculada, la que viaja
a la velocidad de los kilobits y tiene una capacidad de almacenamiento que se
mueve en terabytes, pueda entrar.
La iglesia en
salida nos tiene que llevar primero a una introyección que sacuda una vez más
el polvo acumulado en 60 años, para que la gente tenga dónde volver si es que
quiere volver.
Ser discípulo
de Jesús hoy día, ser seguidor del Señor significa que estemos dispuestos a ser
Paradojas en el flujo del mundo contemporáneo y, capaces de ofrecer siempre y
constantemente Nuevos Paradigmas de vida Cristiana inspirados en el siempre
nuevo e innovador Evangelio.
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