"Ventana abierta"
Archidiócesis de Sevilla
Carta del Arzobispo de Sevilla
El día 16 de enero
celebramos la Jornada de la Infancia Misionera, una Obra del Papa que promueve
la ayuda recíproca entre los niños del mundo a través de actividades misioneras
en colegios y catequesis con las que educar a los más pequeños en la fe y la
solidaridad con la misión. También invita a los niños a compartir sus cosas con
sus coetáneos de las misiones. Porque los niños son capaces de Dios, y lo son
desde su más temprana edad. Desde esta capacidad de conocer y encontrar a Dios
en sus vidas, nace otra capacidad intrínseca: son capaces de la misión.
Despertar el sentido misionero en ellos es primordial, ya que, desde que
recibimos el bautismo, todos somos misioneros. La misión hace que crezca en los
niños un espíritu de amor al prójimo, de generosidad, de solidaridad y de
entrega que les acompañará toda la vida.
Recordamos que cuando José y María presentaron al Niño
en el templo, siendo apenas un bebé, Simeón lo reconoció como “luz para
alumbrar a las naciones”. Lleno de Espíritu Santo, aquel anciano fue capaz de
percibir la presencia del Mesías. Simeón proclama la Verdad de aquel Niño: es
el Salvador y la Luz. Se refiere a toda la realidad de Jesús de Nazaret: su
vida, su palabra, su muerte y resurrección. Él es la Luz, y manifiesta el rostro
verdadero del Amor de Dios, y revela a los hombres los caminos de la humanidad
verdadera. Su revelación es inesperada y sorprendente, es luz que revela
incluso cuál es la tiniebla y es preciso tener los ojos bien abiertos, como
Simeón o Ana, para descubrir en Jesús la respuesta a la búsqueda de los
hombres.
La imagen de la luz está muy presente en la Sagrada
Escritura. Según el profeta Isaías, la luz de Israel y de todas las naciones
será el Mesías. En el Evangelio de San Juan (8,12), Jesús afirma de sí mismo
que es la luz del mundo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en
tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Posteriormente, él mismo afirma
de los discípulos: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5, 14). Es este
un profundo misterio que san Pablo también recoge en la segunda carta a los
Corintios (4,6): la luz de Dios brilla en la faz de Cristo y de ella se irradia
al corazón de los apóstoles, y por los apóstoles al mundo. Como Cristo es la
luz del Padre, los apóstoles son la luz de Cristo.
“Vosotros sois la luz del mundo”. Esta expresión
contiene una significación profunda y un compromiso enorme. Vosotros sois “la
luz” del mundo. No dice Jesús que somos “una luz”, una luz más entre otras
muchas posibles, sino que somos “la luz”. Según explican los expertos en el
lenguaje, cuando se pone el artículo determinado ante el predicado de una
oración sustantiva, significa que el sujeto agota la capacidad de significación
del mismo.
Ahora bien, el discípulo sólo puede ser luz en la
medida que viva unido a Cristo-luz, en la medida que reciba de Él la luz. Para
vivir esa unión personal profunda, para avanzar en esa experiencia inefable, es
decir, que no se puede explicar con palabras, para ir entendiendo cada vez más
esa vida de Dios en nosotros, es condición indispensable experimentar un
encuentro personal con Cristo. Los misioneros, unidos a Cristo, llenos de Dios
por la oración, llevan al mundo la Luz de Jesús, que ilumina la vida de las
personas y de los pueblos. Nosotros, como ellos, estamos llamados a hacer
brillar ante todos la Luz de Cristo a través de una vida coherente y solidaria.
Hoy todos recibimos la llamada a colaborar en la
hermosa tarea de evangelizar allí donde no ha llegado la Luz del Evangelio o se
ha adormecido con el paso del tiempo. Pero la Infancia Misionera, además de los
niños, también tiene como objetivo a los educadores, catequistas y familias,
que tienen como misión despertar esta dimensión misionera en la educación,
creando el ámbito adecuado donde los más pequeños puedan crecer en sabiduría,
estatura y gracia, un crecimiento integral, una manera de ser hombres y
mujeres, de entender y vivir la vida teniendo a Dios como referencia, el
servicio como objetivo, y la humildad como método. Es de justicia reconocer el
papel tan importante que desempeñan al respecto las catequesis parroquiales y
la animación misionera en las escuelas y comunidades.
Que la Santísima Virgen, Reina de la Misiones, que alumbró a la Luz del mundo en Belén os acompañe siempre, junto a vuestras familias, educadores y amigos. De antemano os agradezco vuestra generosidad en tan bella y noble tarea.
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