"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL CUARTO DOMINGO DEL T.O.
(c)
Así, Jeremías le responde a Yahvé: “¡Ah, Señor! Mira que no sé hablar,
porque soy demasiado joven” (v. 6). Asimismo Moisés, a quien Dios había
escogido para liberar a su pueblo de la esclavitud en Egipto, también se
resistió y puso como excusa su dificultad al hablar (Ex 4,10). Ponemos toda
clase de excusas y trabas imaginables. Nos cuesta comprometernos. Pero el Señor
no cesa de llamarnos. Nos ama demasiado para rendirse ante nuestras evasivas.
Es como el amante que no se desanima ante el rechazo inicial de su amada, sino
que, por el contrario, redobla sus esfuerzos para conquistarla. “Mira que estoy
a la puerta y llamo… (Ap 3,20). Él respeta nuestro libre albedrío, pero eso no
le impide seguir tratando de “enamorarnos”…
La segunda lectura que nos brinda la liturgia para hoy es el famoso “canto
al amor” contenido en la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios
(12,31-13,13). La primacía del amor sobre todo carisma o virtud, el “nuevo
mandamiento” del amor en el que se resumen todos los demás (Cfr. Jn 13,34). Toda la enseñanza
de Jesús, toda su doctrina, se basa, se desarrolla y se resume en el amor. Como
digo a mis estudiantes, el amor es el “pegamento” que mantiene unido todo el
mensaje de Jesús; si se lo removemos, se desvirtúa, se deshace, se desmorona.
San Pablo concluye este pasaje diciéndonos: “Ahora vemos confusamente en
un espejo; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es por ahora limitado;
entonces podré conocer como Dios me conoce. En una palabra: quedan la fe, la
esperanza, el amor: estas tres. La más grande es el amor”. ¿A qué se refiere
san Pablo cuando dice que veremos “cara a cara”? ¿A quién veremos cara a cara?
Indudablemente veremos a Dios: “Ellos contemplarán su rostro y llevarán su
Nombre en la frente” (Ap 22,4).
¿Y por qué el amor es la más grande de las virtudes? La fe nos permite creer en Dios y en lo que nos ha revelado, y la esperanza nos hace aspirar al Reino de los cielos como felicidad nuestra. El amor es la virtud por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo por amor a Él. Una vez estemos ante Su presencia ya no necesitaremos de la fe ni de la esperanza, pues le estaremos viendo “cara a cara”, en el Reino de los cielos. Solo el amor sobrevivirá, pues estaremos en presencia del Amor puro, que nos arropará por toda la eternidad. ¡Qué promesa! Vale la pena, ¿no crees? ¡Arriésgate!
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