"Ventana abierta"
P. Leonardo Molina García S.J.
DOMINGO 4 DEL TIEMPO ORDINARIO
LO QUE PUEDAS HACER “HOY”
NO LO DEJES PARA MAÑANA
El evangelio de este domingo nos presenta
a Jesús en la sinagoga de Nazaret haciéndose suyas las palabras del
profeta Jeremías de la primera lectura que afirma: “Antes de formarte en
el vientre, te escogí, antes de que salieran del seno materno, te consagré”...
Así es la salvación y la liberación son
para hoy. Dice Jesús: “Hoy se cumple esta Escritura” El Reino de Dios está
ya aquí, ahora.
En la persona de Jesús aparece de repente
el hoy de Dios. Y nosotros estamos obligados a tomar postura: “lo que
puedas hacer hoy no lo dejes para mañana”. Tenemos que hacer elecciones
precisas, tomar posturas claras: acoger o rechazar hoy a “aquel Jesús de
Nazaret, el hijo de José, sin esperar a un Mesías del futuro, del
“mañana”.
Podemos imaginarnos a Dios de una manera
“abstracta”, atemporal, más que a este “enviado” concreto, que es Jesús, que
nos dice estar de parte de los débiles, de los oprimidos, de los ciegos.
Jesús espera una respuesta nuestra “hoy”, no “mañana”.
El “hoy” que espera Jesús es un tiempo
interior, que juzga mis días, mis acciones. Ese “hoy” de Dios encarnado
en Jesús llega cuando uno no se lo espera y no lo quiere. Y, sobre todo,
debe ser acogido con un “sí” pronunciado ahora, no diferido para mañana.
Los habitantes de Nazaret no comprendieron
este mensaje de Jesús, y quisieron despeñarlo fuera del pueblo. “Pero
Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba”…
Así pues, depende de nuestra “libertad”
acoger a Jesús “hoy” o “dejarlo para mañana”...
Y ¿cómo vivir en ese “hoy” por si llega
enseguida, sin dejarlo pasar para el “mañana”? La respuesta nos la da S.
Pablo en la segunda lectura de su primera Carta a los Corintios. Es
decir: “vivir hoy en el amor”. Y como dice el apóstol:
“El amor es comprensivo, el amor es servicial
y no tiene envidia; el amor no presume ni se engría; no es mal educado,
ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas
del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza en la verdad.
Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin
límites. El amor no pasa nunca... En una palabra: quedan la fe, la
esperanza, el amor, estas tres. La más grande es el amor”.
San Cirilo de Alejandría (376-444), el
Padre de la Iglesia que en el Concilio de Éfeso (431), que proclamó a
María como “Theotokos” (Madre de Dios), en su “Comentario sobre el
Profeta Isaías (cap. 5, 5) escribió:
“Cristo ha querido que el mundo lo
siguiera y así conducir a Dios Padre a todos los habitantes de la tierra.
Ha querido restablecer todas las cosas a un estado mejor y renovar, por
decirlo de alguna manera, la faz de la tierra. Por eso, a pesar de ser el
Señor del universo, tomó la condición de esclavo.
Anunció la buena noticia a los pobres
afirmando que Él había sido enviado con este fin.
Los pobres, o mejor dicho, los que
consideramos pobres, son los que en el mundo no tenían ni esperanza, ni
Dios.
Pidamos nosotros vivir “el hoy sin dejarlo
para el mañana”, con ese amor que tan bien describen San Pablo y San Cirilo.
Termino con un soneto de nuestro gran
poeta del siglo de oro español, que fue Lope de Vega (1562-1635)
titulado:
¡Me muero de amor!
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