"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL MIÉRCOLES DE LA TERCERA
SEMANA DEL T.O. (2)
“Salió el sembrador a sembrar”…
La liturgia nos invita hoy a continuar leyendo
el evangelio según san Marcos (4,1-20). A partir de este punto en el relato,
Marcos nos va a presentar cinco sermones de Jesús y cuatro milagros, todos en
presencia de sus discípulos a quienes había instituido apóstoles (Mc 3,13-10),
como para afianzar su relación con ellos, que ya constituían su círculo íntimo.
La lectura de hoy nos presenta a Jesús
“enseñando” otra vez junto al lago. Esa palabra coloca a Jesús ejerciendo la
función propia de un rabino, enseñar. Hemos visto a lo largo del relato de
Marcos cómo la fama de Jesús ha seguido creciendo, y a donde quiera que vaya le
siguen multitudes. Una vez más, había tanta gente que tuvo que subirse a una
barca y retirarse de la orilla mientras la gente permanecía en ella, y “les
enseñó mucho rato con parábolas, como él solía enseñar”.
La parábola es el recurso literario preferido
por Jesús para comunicar sus enseñanzas, especialmente con relación al Reino.
Estas consisten en una breve narración de un suceso, imaginario o real, del que
podemos deducir, por comparación, una enseñanza moral, o una verdad que
trasciende nuestra experiencia. El Reino es un misterio, algo que está más allá
de nuestra comprensión, pero relacionándolo con situaciones concretas que
forman parte de nuestra experiencia cotidiana, podemos tener al menos un atisbo
de esa “otra” realidad trascendente. El pueblo de Galilea entendía de árboles y
pájaros, conocía el color y la historia del trigo y la amenaza de la cizaña,
sabía de semillas, de la tierra, de la pesca, de las costumbres de las aves de
rapiña, conocía la vida de las zorras y cómo cobija una gallina a sus
polluelos, etc. Y Jesús aprovecha esas experiencias para comunicarles la Buena
Noticia del Reino (Cfr.
Lc 4,43).
Nos dice la lectura que en esta ocasión Jesús
les narró la parábola del sembrador, en la que un hombre regó semillas que
cayeron en cuatro tipos de terreno: la orilla del camino, terreno pedregoso,
entre zarzas, y en tierra buena, y cómo solamente las últimas nacieron,
crecieron y dieron fruto. Lo curioso de esta parábola es que al retirarse el
gentío, los discípulos pidieron a Jesús que les explicara la parábola, y Jesús
procedió a explicárselas, no sin antes advertirles que “a vosotros se os han
comunicado los secretos del reino de Dios; en cambio, a los de fuera todo se
les presenta en parábolas”. Más adelante veremos a Jesús repitiendo ese gesto
de hablar a la gente en parábolas y explicarle su significado a los discípulos
en privado: “Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la
medida en que ellos podían comprender. No les hablaba sino en parábolas, pero a
sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo” (Mc 4,33-34).
¿Por qué esa doble vara? Algunos ven en ese
gesto de Jesús, que hoy catalogaríamos de discriminatorio, la importancia que
los “doce” (y sus sucesores, los obispos) iban a tener en la Iglesia. El
fundamento para lo que hoy llamamos el “magisterio” de la Iglesia.
Que pasen un hermoso día en la PAZ del Señor.
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