"Ventana abierta"
P. Leonardo Molina García. S.J.
DOMINGO TERCERO DEL TIEMPO ORDINARIO
TEMOR O GOZO
Este domingo la liturgia de la Palabra nos presenta una doble
actitud ante Jesucristo que es la verdadera “Palabra de Dios” encarnada
en él. Una es la de “temor”, que se manifiesta en la Sinagoga de Nazaret
cuando Jesús, lee en el libro de Isaías las palabras del profeta: “El
Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado
para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la
libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos;
para anunciar el año de gracia del Señor”.
Después Jesús dice: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oir” Los hombres reunidos en la Sinagoga, sorprendidos y escandalizados dirán lo que nos dirá después el cuarto domingo que vendrá una semana después en el año litúrgico, que quisieron despeñar a Jesús, por “temor” a un castigo por la blasfemia que él había pronunciado, ¡Hacerse el hijo del carpintero como cosa propia ser el “Siervo de Dios” que anunció el profeta Isaías! En cambio los que escuchaban a
Jesús admirados de su autoridad, de su personalidad tan atractiva que los cautivaba y convertía en discípulos suyos, se llenaban de “gozo”, la alegría que en la primera lectura de hoy anuncia el libro de Nehemías por medio del sacerdote Esdras. Éste después de leer el libro que contenía la Ley de Dios: los “Diez Mandamientos”, que Dios mandó al Pueblo desde los
tiempos de Moisés.
Se lo que Esdras dijo al pueblo entero: “Hoy es un día consagrado a nuestro Dios... No estéis triste, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza”. Jesús es la Palabra que “como espada de dos filos” (tal cual nos dirá más adelante la Carta a los Hebreos) penetra en nuestros corazones, dividiendo dentro de ellos “el bien” y “el mal”, arrojando el mal afuera. La mejor reacción que podemos encontrar ante el evangelio de este domingo es la del Padre de la Iglesia San Ambrosio de Milán (340-397) que escribió: Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír “Sacia tu sed en el Antiguo Testamento para, seguidamente, beber del Nuevo. Bebe del primero para atenuar tu sed; del segundo, para saciarla completamente. Bebe de la copa del Antiguo Testamento y del Nuevo, porque en los dos es a Cristo a quien bebes. Bebe a Cristo, porque es la vid, es la roca que hace brotar el agua, es la fuente de la vida. Bebe a Cristo porque Él es el correr de las acequias que alegra la ciudad de Dios. Él es la paz y de su seno nacen ríos de agua viva. Bebe a Cristo para beber de la sangre de tu redención y del Verbo de Dios.
El Antiguo Testamento es su palabra, el Nuevo lo es también. Cuando se bebe y se come la Santa Escritura, entonces en las venas del espíritu y en la vida del alma desciende el Verbo eterno. No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra de Dios. Bebe, pues, de este Verbo, pero en el orden conveniente. Bebe primero del Antiguo Testamento, y después, sin tardar del Nuevo. Dice él mismo, como si tuviera prisa: Pueblo que camina en las tinieblas, mira esta gran luz; tú, que habitas en un país de muerte, sobre ti se levanta una luz. Bebe, pues, y no esperes más, y una gran luz te iluminará: no la luz normal de cada día, del sol o de la luna, sino esa luz que rechaza la sombra de la muerte”.
Tu palabra, Señor, es evangelio
anunciado en los confines de la tierra.
Está en las Escrituras, está en los pobres,
se siembra en el otoño y brota en primavera.
Tu palabra, Señor, llegó a
nosotros con esperanza nueva,
como un grito en la noche
que alerta al centinela.
Tu Palabra, Señor, la transmitieron
nuestros padres a sus hijos.
Hoy queremos que se encarne
en nuestros entresijos.
Tu Palabra, Señor, es fuerza y lucha,
es sal, es luz y es levadura.Es paz en armonía.Es convocatoria juvenil
que invita a la alegría.Bendita es la Palabra del Señor,proclamada en comunidad de hermanos.
Cantad un cántico gozoso
y aplaudan calurosas nuestras manos. j.v.c.
anunciado en los confines de la tierra.
Está en las Escrituras, está en los pobres,
se siembra en el otoño y brota en primavera.
Tu palabra, Señor, llegó a
nosotros con esperanza nueva,
como un grito en la noche
que alerta al centinela.
Tu Palabra, Señor, la transmitieron
nuestros padres a sus hijos.
Hoy queremos que se encarne
en nuestros entresijos.
Tu Palabra, Señor, es fuerza y lucha,
es sal, es luz y es levadura.
que invita a la alegría.
Cantad un cántico gozoso
y aplaudan calurosas nuestras manos. j.v.c.
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