"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
EN SU TIERRA, UN PROFETA NO ES BIEN MIRADO
22 Y todos daban testimonio de él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca. Y decían: «¿No es éste el hijo de José?»
23 El les dijo: «Seguramente me vais a decir el refrán: Médico, cúrate a ti mismo. Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu patria.»
24 Y añadió: «En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria.»
25 « Os digo de verdad: Muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país;
26 y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón.
27 Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio.»
28 Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira;
29 y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle.
30 Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó. (Lc. 4, 21-30)
Y les cuenta Jesús dos pasajes, en los que este don de Dios, pasó de largo con su pueblo, a causa de su autosuficiencia y fue a caer en dos pueblos paganos y en individuos considerados por ellos pecadores: una mujer de Sidón y un sirio. Ambos, no sabían nada del Dios de los hebreos: Yahvé...
Este mostrarles a la cara su incredulidad, les puso furiosos y su irá se desató sobre Jesús, empujándolo fuera de la sinagoga y con deseos de despeñarlo... ¿Cómo es posible que, la verdad de la Palabra de Dios, ponga en evidencia los deseos perversos del corazón humano?... Pues a este hombre envilecido ha venido Jesús, sobre todo, a sanar y curar... Y esto, a pesar de que el hombre no reconoce en qué abismo de miseria se ve envuelto... Pues a esta oveja perdida, es a quién Dios, en su Hijo, ha venido a buscar. Pues no vino a nosotros cuando estábamos justificados a sus ojos, sino cuando todavía éramos pecadores...
¡Dios mío, qué gran bondad y misericordia la de tu Corazón: “para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo”...! Sabemos, Jesús, que tú eres signo de contradicción ante las posturas de nuestros corazones: si te acogemos recibimos todo tu Amor; pero si te rechazamos, quedamos fuera de tu designio de salvación para todos los hombres, sin excluir a ninguno...
¡Nunca provoquemos a Dios pidiéndole “signos”, pues si Dios cediera a nuestra insolencia, sería en detrimento nuestro, pues nuestra fe no crecería, sino que quedaría herida al plantarse la criatura frente al Creador, pidiéndole cuentas!... ¡Seamos sencillos y humildes!... Y como esto no nos lo podemos prodigar, pidamos a la Virgen María, Ella, criatura como nosotros, pero humildísima, que nos enseña el arte de la sencillez y de los pobres de espíritu, pues “de ellos es el Reino de los cielos”, es decir, gozarán ya en esta vida de la felicidad de haber tocado el Cielo con el ápice de la fe y del amor a Dios, por encima de nosotros mismos...
¡Qué así se haga Señor, como es también tu deseo y tu poder para concedérnoslo!... ¡Amén, Amén!...
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