"Ventana abierta"
EL SILENCIO DEL SEÑOR
Web católico de Javier Olivares
Cuenta una antigua
leyenda noruega, acerca de un hombre llamado Haakon, quien siempre miraba una
imagen de Cristo crucificado. Esta cruz era muy antigua y a ella acudía la
gente a orar con mucha devoción. Muchos acudían ahí para pedirle a Cristo algún
milagro.
Un día Haakon quiso pedirle un favor. Lo impulsaba un
sentimiento generoso, se arrodilló ante la cruz y dijo:
Señor, quiero padecer por ti. Déjame ocupar tu puesto. Quiero
reemplazarte en la cruz.
Y se quedó fijo con la mirada puesta en ella, como esperando
la respuesta.
El Señor abrió sus labios y habló. Sus palabras cayeron de lo
alto, susurrantes y amonestadoras:
Siervo mío, accedo a tu deseo, pero ha de ser con una
condición.
"Cual, Señor?", preguntó con acento suplicante
Haakon. "¿Es una condición difícil? Estoy dispuesto a cumplirla con tu
ayuda, Señor", respondió el viejo.
"Escucha... suceda lo que suceda y veas lo que veas, has
de guardar silencio siempre".
Haakon contestó:
"¡Os lo prometo, Señor!" Y se efectuó el cambio.
Nadie advirtió el trueque. Nadie reconoció a Haakon, colgado
de los clavos en la cruz. El Señor ocupaba el puesto de Haakon. Y éste, durante
largo tiempo, cumplió el compromiso. A nadie dijo nada.
Pero un día llegó un rico y, después de haber orado, dejó
allí olvidada su cartera. Haakon lo vio y calló.
Tampoco dijo nada cuando un pobre, que vino dos horas
después, se apropió de la cartera del rico. Ni tampoco dijo nada cuando un
muchacho se postró ante él poco después para pedirle su gracia antes de emprender
un largo viaje.
Pero en ese momento volvió a entrar el rico en busca de la
bolsa. Al no hallarla, pensó que el muchacho se la había apropiado.
El rico se volvió al joven y le dijo iracundo:
- "¡Dame la bolsa que me has robado!"
El joven sorprendido, replicó:
- "¡No he robado ninguna bolsa!"
- "¡No mientas, devuélvemela enseguida!"
- "¡Le repito que no he cogido ninguna bolsa!",
afirmaba el muchacho.
Y el rico arremetió, furioso contra el joven. Sonó entonces
una voz fuerte:
- "¡Detente!"
El rico miró hacia arriba y vio que la imagen le hablaba.
Haakon que no pudo permanecer en silencio, gritó defendiendo
al joven, e increpando al rico por la falsa acusación. Este quedó anonadado, y
salió de la ermita. El joven salió también porque tenía prisa para emprender su
viaje.
Cuando la Cruz quedó a solas, Cristo se dirigió a su siervo y
le dijo:
"Baja de la cruz. No sirves para ocupar mi puesto. No
has sabido guardar silencio.
Pero Señor... -dijo Haakon- ¿cómo iba a permitir esa
injusticia?
Se cambiaron los oficios. Jesús ocupó la Cruz de nuevo y el
ermitaño se quedó ante la Cruz.
El Señor, siguió hablando:
- Tú no sabías que al rico le convenía perder la bolsa, pues
llevaba en ella el precio de la virginidad de una joven mujer. El pobre, por el
contrario, tenía necesidad de ese dinero e hizo bien en llevárselo...
En cuanto al muchacho que iba a ser golpeado... Sus heridas
le hubiesen impedido realizar el viaje que para él resultaría fatal.
Ahora, hace unos minutos, acaba de zozobrar el barco en el
que ha perdido la vida.
Tú no sabías nada. Yo sí. Por eso callo". Y el Señor
nuevamente guardó silencio.
Muchas veces nos preguntamos: ¿por qué razón el Señor no nos
contesta... por qué razón se queda callado el Señor? Muchos de nosotros
quisiéramos que Él nos respondiera lo que deseamos oír, pero, Jesús no es así.
¡El Señor nos responde aún con el silencio!
Debemos aprender a escucharlo. Su Divino Silencio, son
palabras destinadas a convencernos de que Él sabe lo que hace.
Una de las cosas que más nos intrigan es el constatar que ante algunas circunstancias difíciles de la vida, da la impresión de que para Jesús pasa desapercibido nuestro dolor, angustia y necesidad. En otras palabras, parecería que efectivamente guarda silencio. Lo que sucede es que nosotros no podemos ver más allá de la inmediatez del momento y no nos damos cuenta de que detrás de lo que nos sucede y del aparente silencio de Jesús, se esconde un gran propósito. La próxima vez, no te preguntes el por qué de lo que te sucede, pregunta el para qué, y qué es lo que el Señor quiere de mí en esta situación.
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