"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
LA GRACIA, EL AMOR Y LA COMUNIÓN, NOS HABITEN SIEMPRE
16 Porque tanto amó Dios al mundo
que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que
tenga vida eterna.
17 Porque Dios
no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo
se salve por él.
18 El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. (Jn. 3,16-18)
“La
gracia de Nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la
comunión del Espíritu Santo estén siempre con nosotros, amén”
Dios, cuando
nos creó, no nos abandonó a nuestro arbitro y menos nos sumió en la nada.
Dios, que es Vida siempre, nos rodeó
de cuidados y, aún cuando en un momento, nos apartamos con
malicia de Él, aspirando a “robarle” su divinidad, nos
volvió a tomar en su regazo, aun cuando éramos “criaturas
de desecho”. “Y apareció en la tierra y convivió entre los
hombres”. Y, llenó todo de su gracia, de su Don, de su
gratuidad, de su entregarse, sin pedir nada a
cambio. Y, esto, para despertar en el hombre el amor con
que Dios-Padre nos sacó de la nada y nos dio Vida
en Él. Sólo el amor es lo que circuló en esta vida de Dios por
el hombre. Y el fin de esta entrega, es que, gozáramos de la misma
comunión que existe en la Trinidad, en el Seno
Divino: “Padre, que todos sean uno como Yo en Ti y Tú
en mí, que ellos lo sean en nosotros”. Y esto, en vistas al
testimonio, “para llevar muchos hijos a la gloria”.
Así, como
el alma del creyente tiene ansia del Dios Vivo, antes, mucho
antes de que se despertara este deseo en nuestro corazón, Dios, tenía
ansia de transmitirnos su imagen, porque no olvidemos
que, Dios, nuestro “Dios, es un fuego
devorador” que, desea hacer arder todo lo que
toca. Y, lo que es susceptible de ser tocado por Dios en
nosotros, es nuestro corazón... ¿Por qué ponemos
tantas resistencias a esta operación divina que, sólo Él puede
realizar en el fondo de nuestra alma?: Porque ponemos
muchas “capas” de otros deseos que, obnubilan nuestro verdadero e
íntimo ser.
Pero, después
que hemos meditado en la Pasión, Muerte, y Resurrección de
Cristo, hecha de una vez para siempre y sólo por amor al
hombre, estas capas de reticencias van cayendo una a una hasta dejar a
nuestra alma “desnuda” y limpia ante Dios. Así, como un
día Él la creó y se enamoró de su imagen, hecha Vida en
nosotros.
Es el Misterio de la Trinidad lo que, estamos meditando y orando en esta reflexión. Ella, es un Misterio sin fondo que, Jesús nos ha entregado en su Revelación de Dios. Nos ha dado algo de Ella, para que vayamos acostumbrando a nuestro paladar espiritual a gustar el entrar en lo que será nuestro gozo y nuestra gloria, después de la muerte y en nuestro ser resucitado. Pero, hay una puerta asequible para entrar en este “hondón” de Dios. Juan, el Evangelista, nos lo entregó en su palabra:” Dios es Amor y el que permanece en el Amor, está en Dios y Dios en él”. ¡Qué bella definición del Misterio de Dios! Y también: “en Él nos movemos, existimos y somos”. Y, es que, la Trinidad Santísima nos abarca y nos rodea, nos impregna de Amor todo el ser, cuando su gracia no haya obstáculos que frenen su invasión. Y este freno, es tan sólo, el pecado. Porque nuestra pobreza y debilidad de criaturas, al contrario de lo que podríamos pensar, atrae más y más nuestro ser hacia Dios.
¡Señor, nos ponemos ante Ti para que Tú nos atraigas y nos llenes! ¡Qué nada ni nadie nos aparte de Ti! ¡Amén! ¡Amén!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario