"Ventana abierta"
ÁNGELUS
LA NATIVIDAD DE JESÚS Y LOS PASTORES
P. Santiago Martín
Franciscanos de María
De toda le escena de la Natividad, no cabe duda de que los extras más cualificados son precisamente los pastores, también está los Reyes Magos, pero éstos aunque además vinieron después, resulta más difícil identificarse con ellos.
Y es que los pastores son realmente como cualquiera de nosotros, como un hijo de vecino cualquiera, todos podemos vernos representados en ellos, aunque ciertamente su profesión no sea hoy una profesión en la que muchos trabajen.
Los pastores representan la ayuda de los pobres a Jesucristo, la ayuda de los sencillos al Hijo de Dios.
No conviene olvidar que en Belén -según cuenta el Evangelio- había por lo menos en algunas casas unos ciertos niveles de comodidad; se habla de posadas, se habla de lugares que estaban destinados, como cualquier pueblo, como cualquier ciudad a acoger a los visitantes, a los peregrinos, y según parece desprenderse del Evangelio San José tenía posibilidades económicas para meter a su familia en ese sitio, sobre todo en ese momento delicado que se avecinaba que era el del parto; y si no, estaban las casas de ciudadanos acomodados, que también dice el Evangelio, estaba todo lleno porque había acudido mucha gente por aquello del empadronamiento.
Pero estoy seguro -dice el P. Santiago- que si San José hubiera sido multimillonario, habrían encontrado un hueco en la ocupadísima Belén, seguro alguien habría encontrado una habitación para ellos pagándolo a precio de oro; o en una casa rica, en una casa importante no habrían dudado incluso en meter a alguno de los hijos de la casa en un establo y dejarles la habitación principal.
La lección por lo tanto, es la de que entonces, como ahora, los ricos no son muy proclives a complicarse la vida para ayudar a los demás.
Este Jesús que nace en una cueva de Belén, es el mismo que unos años después dirá con toda razón:
"Es más difícil que un rico entre en el reino de los cielos, que un camello pase por el ojo de una aguja". Y es que Él, desde la cuna, supo bien lo que eso significaba, y eso nos sigue pasando en tantas ocasiones...
Recientemente - dice el P. Santiago- un amigo mío sacerdote, que trabaja en una parroquia de un barrio muy acomodado, me decía lo difícil que es para él como sacerdote no sentirse un criado de muchas de estas personas ricas que van a misa; o en tantas ocasiones cuando la Iglesia intenta abrir algún centro para ayudar a la gente necesitada, los primeros que se oponen son los vecinos, sobre todo si eso se hace en un barrio acomodado.
Entonces ahora -como digo- los pobres son los que están de verdad al lado de Jesucristo, al lado de aquellos que tienen necesidad..
Pero, ¿qué dan los pobres? ¿Qué pueden dar los pobres, si realmente tienen tan poco que dar?
Sin embargo los pobres dan una cosa que es un verdadero tesoro, dan su corazón, dan todo lo que tienen y, desde luego lo que dan lo hacen no sólo con amor, sino con sacrificio, se lo quitan de la boca.
Los pastores cuando estaban guardando ganado, guardando las ovejas, y llegó el ángel a anunciar lo que había ocurrido en Belén, no dijeron, ¡vaya fastidio, tener que marcharnos ahora a la ciudad que está por lo menos a una o dos horas andando!
Y, ¿qué le vamos a dar? ¿No le vamos a dar de lo poco que tenemos, queso? ¡Nos quedamos sin cenar!
¿Qué le vamos a dar, leche?, ¡mañana no tenemos nada para el desayuno! Los pastores no dijeron nada de esto, fueron corriendo a dar lo poco que tenían, y lo hicieron verdaderamente con agrado.
Creo que esta es sin duda una gran lección para nosotros,, también para nuestra época; y es que realmente nadie es lo suficientemente pobre como para no dar nada, y nadie debería de ser tan rico como para tener el corazón tan lleno de grasa que no se conmueva ante el sufrimiento de los demás.
En cualquier santuario podemos encontrarnos con esta necesidad de la gente que viene a pedir ayuda a la Iglesia. Y sobre todo lugares como la Peña de Francia en un sitio bellísimo al sur de Salamanca, que por su geografía, nos recuerda un poco a aquella Belén montanada.
O el santuario bellísimo de Nuestra Señora de Yu en la montaña de Mallorca; dicen que nadie que haya visitado este santuario y haya rezado ante la Virgen de Yu, podrá olvidarlo nunca; eran lugares que antes estuvieron habitados por pastores.
Podemos decirle que puede contar con nuestra pobreza, que puede contar con nuestro corazón, quizá no tengamos mucho que dar, pero cuanto menos tenemos, o cuanto más mal nos ha tratado la vida, más sensible es nuestro corazón al sufrimiento de los demás.
Que Dios nos ayude a dar, y démosle gracias porque podemos dar. Démosle gracias porque el Todopoderoso se ha dignado aparecerse ante nosotros, que somos poca cosa, para pedirnos ayuda.
Feliz día para todos.
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