"Ventana abierta"
ÁNGELUS
LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR Y LA PURIFICACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
P. Santiago Martín
Franciscanos de María
La Presentación del Señor y la Purificación de la Virgen María -como dije anteriormente, dice el P. Santiago- nos recuerda uno de los gestos que llevó a cabo la Sagrada Familia en los primeros días de la vida de Jesús; que, después recordando aquella vieja tradición, muchos cristianos han seguido practicando, acudiendo al templo a ofrecer una vela o una candela en honor del Señor y, también como símbolo de su propia consagración, de su propia entrega, a la vez que como un deseo de purificación, es la popularmente conocida como la "Fiesta de las Candelas o de la Candelaria".
Recuerda aquel momento en el cual siguiendo la costumbre judía que consideraba que la madre estaba impura por haber hecho que naciera su hijo, y que también los primogénitos tenían que ser rescatados de la consagración preceptiva, entonces la Virgen María acudió con el Niño Jesús a ofrecer el pequeño impuesto exigido a los pobres que era una tórtola o dos pichones y, a purificarse de esa supuesta impureza legal suya.
Es una fiesta por tanto, llena de simbolismo, de tradición, pero también mirándolo desde nuestra perspectiva de cierto error. La Virgen María no tenía de qué purificarse, Ella no estaba contaminada por ningún pecado -Ella porque era Inmaculada- pero es que ninguna madre está contaminada por ningún pecado por el hecho de haber concebido y dado a luz a su hijo, era simplemente una costumbre judía que a nosotros lógicamente nos cuesta mucho trabajo entender hoy, porque no compartimos ese pensamiento.
En cambio también es importante ver que Jesús había sido el primogénito, por lo cual la Virgen María y San José tenían que rescatarle del templo, es una señal que nos indica que María no había tenido todavía ningún hijo antes de que naciera Jesús.
Después las enseñanzas del Evangelio nos dicen que no sólo no tuvo ninguno antes, sino que tampoco lo tuvo más tarde.
¿Cuál es la enseñanza de la Presentación del Señor?
Creo que es la de que Dios cuando decidió encarnarse, cuando decidió hacerse Hombre, aterrizó en un sitio concreto. No se puede pensar en la Encarnación de Dios sin pensar en una cultura determinada, con todas las limitaciones que tiene esa cultura.
Podía haber nacido nuestro Señor en la América Precolombina, podía haber nacido en China, podía haber nacido en África o en el Norte de Europa; donde Él hubiera nacido, allí hubiera tenido que encarnarse en una cultura, con lo bueno y con lo malo también de esa cultura.
Fue precisamente el propio Cristo, el que más tarde tuvo que ir purificando, a veces con grandes dificultades y sufrimientos, las cosas negativas de esa cultura; como por ejemplo en el caso judío la prácticamente postergación total en que estaba la mujer, o el hecho de que fuera más importante cumplir la ley del sábado que ayudar a una persona necesitada que ese día, el sábado, estaba precisamente en precariedad.
Esa Encarnación, esa limitación, no podemos olvidarla, tampoco para nuestros días.
Muchos piensan por ejemplo, que cuando el Espíritu Santo concede su ministerio y su don sacramental a un sacerdote, este sacerdote, o el Obispo, o el Papa, tienen que ser personas prácticamente, no sólo sin defecto, sino hasta sin carácter, es decir, que por ser sacerdote, Obispo o Papa, tú ya no puedes ni enfadarte, ni tener un mal momento, ni perder la paciencia, como si fuera de hecho no un ser humano, sino más que un ángel. Esto es un error. La Iglesia demuestra precisamente que está sostenida por Dios y amparada por el Espíritu Santo, porque ha sobrevivido dos mil años, no sólo a los enemigos, sino a los amigos, es decir, a los hombres que han sido los responsables de conducirla a lo largo de la historia.
Dios se hace Hombre, y no el Señor que no tuvo defectos, pero sí ese cierto tipo de encarnación que va ligada a su presencia en la historia, se hace siempre a base de asumir las limitaciones y los defectos de los seres humanos.
¿Qué hay que hacer por lo tanto? ¿Qué nos enseña "La Presentación".
Que hay que tener la paciencia de Dios, una paciencia difícil para nosotros que realmente tenemos muy poca vida, ochenta, noventa años..., que Dios que tiene la eternidad le cuesta menos trabajo. Pero que al final tú, lo que no puedes pretender, es convertirte tú en el dios de Dios, en el maestro de Dios, como si el Señor no supiera escribir y tú le cogieras y le llevaras de la mano diciéndole en cada momento lo que Él tiene que hacer aquí y ahora.
Tenemos que tener la paciencia de Dios.
Recuerdo una pequeña historia bellísima de Casanyá que cuenta en uno de sus libros.
En cierta ocasión cogió una crisálida que estaba a punto de convertirse en mariposa, como él quería ver cómo salía la mariposa de la crisálida empezó a echarle el calor de su aliento lo cual aceleró el momento de la eclosión; efectivamente surgió la mariposa. Se quedó muy contento viendo cómo iba desdoblando las alas hasta que se dio cuenta de que las alas se le quedaban un poco pegadas, las patas también, las antenas también.
Él había querido convertirse en Dios, había querido acelerar el tiempo, acelerar los momentos y al final lo que había conseguido era una chapuza.
Tenemos que tener el plan de Dios, respetar el plan de Dios, tener la paciencia de Dios y asumir que sólo Dios es Dios, y que nosotros no lo somos.
Aceptemos ese plan, tengamos paciencia, pidámosle al Señor como hacemos en la fiesta de "las Candelas", que nos purifique de nuestros pecados, de nuestros nervios, de nuestros defectos, que nos permita consagrarnos a Él con su Gracia todo lo que Él merece y lo que nosotros queremos.
Feliz día para todos.
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