"Ventana abierta
EL VIOLÍN
Web católico de Javier Olivares
Se cuenta que con un
viejo violín, un pobre hombre se ganaba la vida. Iba por los pueblos, comenzaba
a tocar y la gente se reunía a su alrededor. Tocaba y al final pasaba entre la
concurrencia una agujereada boina con la esperanza de que algún día se llenara.
Cierto día comenzó a tocar como solía, se reunió la gente, y salió lo de
costumbre: unos ruidos más o menos armoniosos. No daba para más ni el violín ni
el violinista. Y acertó a pasar por allí un famoso compositor y virtuoso del
violín.
Se acercó también al
grupo y al final le dejaron entre sus manos el instrumento. Con una mirada
valoró las posibilidades, lo afinó, lo preparó... y tocó una pieza
asombrosamente bella. El mismo dueño estaba perplejo y lleno de asombro. Iba de
un lado para otro diciendo:
- ¡es mi violín...!,
¡es mi violín...!, ¡es mi violín...!- Nunca pensó que aquellas viejas cuerdas
encerraran tantas posibilidades.
No es difícil que cada
uno de nosotros, profundizando un poco en sí mismo, reconozca que no está
rindiendo al máximo de sus posibilidades. Somos en muchas ocasiones como
un viejo violín estropeado, y nos falta incluso alguna cuerda. Somos... un
instrumento flojo, y además con frecuencia desafinado. Si intentamos tocar algo
serio en la vida, sale eso...unos ruidos faltos de armonía. Y al final, cada
vez que hacemos algo, necesitamos también pasar nuestra agujereada boina;
necesitamos aplausos, consideración, alabanzas... Nos alimentamos de esas
cosas; y si los que nos rodean no nos echan mucho, nos sentimos defraudados;
viene el pesimismo. En el mejor de los casos se cumple el refrán: "Quien
se alimenta de migajas anda siempre hambriento": no acaban de llenarnos
profundamente las cosas.
¡Qué diferencia cuando
dejamos que ese gran compositor, Dios, nos afine, nos arregle, ponga esa cuerda
que falta, y dejemos que Él toque! Pero también en la vida terrena existen
violinistas que nos pueden afinar; un amigo, un compañero, un maestro, nuestro
Director Espiritual, o cualquier persona de la que podamos obtener conocimientos,
un consejo, una buena idea, una corrección fraterna, y quedaremos
sorprendidos de las posibilidades que había encerradas en nuestra vida.
Comprobamos que nuestra vida es bella y grandiosa en cuanto somos instrumentos perfectibles y, si nos proponemos ser mejores, lucharemos constante e incansablemente por ser un "violín cada vez mejor afinado".
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