"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
SANTIFÍCALOS EN TU PALABRA
Padre santo, cuida en tu nombre a los que me
has dado, para que sean uno como nosotros.
12
Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado.
He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para
que se cumpliera la Escritura.
13
Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí
mismos mi alegría colmada.
14
Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo,
como yo no soy del mundo.
15
No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno.
16
Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo.
17
Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad.
18
Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo.
19
Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados
en la verdad. (Jn.
17, 11b-19)
Antes
de la hora suprema, Jesús, ora al Padre, su Padre. Y le
pide por sus apóstoles que, como una coraza,
los guarde y custodie, como el mismo Jesús hizo cuando los fue
recibiendo, aquellos que el Padre le dio... ¿Y cuál es ese
escudo?: pues su Nombre, “el Nombre que está
sobre todo nombre”, el Único que es Santo, todo poder y gloria
por los siglos de los siglos...
¿Cómo no
van a estar sus fieles amparados y al resguardo, cuando es Él, el que, en
el momento de existir, comenzó su tarea de protegerlos de todo
mal?... Y el legado que les dio no pudo ser otro
que “la unidad”. La misma que reina inefablemente en
el Seno Trinitario: Dios uno, en
tres Personas distintas. Así, muchos fieles discípulos, en la
unidad del Nombre de Dios...
¿Que esto
es imposible a nuestra fragilidad?: ¡Claro, de
aquí que la fuerza de Cristo nos proteja y somos
invencibles, sólo en Él!... Sabemos que el mundo, del que
habla Jesús, es el lugar de la lucha, y este mundo está en
poder del Maligno, por eso persigue enconadamente a los que han
creído en su Palabra que sólo puede dar Vida. El Demonio, en
cambio, sólo puede dividir, crear muerte, producir odio en los
corazones.¡De todas estas miasmas nos libera Jesús por el poder de Su
Santidad y por la intercesión, ante el Padre, de su Sangre
Preciosa derramada con tanto amor!...
¡Oh Jesús, haznos ciudadanos
del Cielo, por vivir siempre clavados los ojos en Ti, nuestro
Redentor, que ha pagado sobradamente por nuestros pecados!... Tú, nuestro Médico
divino, que sanas nuestras heridas por el ardor de
tu Sangre; Tú, nuestro Maestro, que no te cansas, con
tu Espíritu Santo, de recordarnos tu Palabra viva, una y otra vez
repetida y profundizada, cada vez más, en nuestros corazones... Y cuanto
más la meditamos e interiorizamos siempre es nueva, porque esconde en su
seno tesoros de sabiduría y gracia: es Dios mismo entregándonos, sin
medida, Vida sobrenatural, Vida Divina. Por esto, orar tu
Palabra nos va santificando, porque sólo deseas esto de
nosotros: “ser santificados en tu Palabra, que es
la verdad”.
¡Que el tedio
y la rutina de la vida que, yo sé me llegará, no se apodere de mi
espíritu para hacerme ciego y sordo a tantos mensajes de gracia y salvación que
me envías a lo largo de cada día!... Sé que no pides de nosotros
que ya seamos santos, sino que te miremos insistentemente
a Ti, el Santo, porque “el que se pega a un
espíritu, se hace uno con él”. Y si nos pegamos aTi,
Palabra eterna del Padre, Tú, nos unes
a Ti, que eres nuestra Cabeza. Y Cabeza y Cuerpo
forman ese hombre nuevo, donde Tú habitas con
el Padre: “El que me ama, guardará mi Palabra, y
mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada
en él”…
¡Ven
ya, Señor Jesús, con tu Espíritu Santo y con el Padre!... ¡No tardes
más! ¡Amén, Amen!...
No hay comentarios:
Publicar un comentario