"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
TE SIGO SEÑOR, PERO…
51 Sucedió que como se iban cumpliendo los
días de su asunción, él se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén,
52 y envió mensajeros
delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para
prepararle posada;
53 pero no le recibieron
porque tenía intención de ir a Jerusalén.
54 Al verlo sus discípulos
Santiago y Juan, dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo
y los consuma?»
55 Pero volviéndose, les
reprendió;
56 y se fueron a otro
pueblo.
57 Mientras iban caminando,
uno le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas.»
58 Jesús le dijo: «Las
zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no
tiene donde reclinar la cabeza.»
59 A otro dijo: «Sígueme.»
El respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre.»
60 Le respondió: «Deja que
los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios.»
61 También otro le dijo:
«Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa.»
62 Le dijo Jesús: «Nadie
que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios.» (Lc.
9, 51-62)
Cuando
Jesús llama a su seguimiento, no valen los “peros”. O seguimos a Jesús, o
seguimos las máximas del mundo. Entre los dos caminos, no hay un atajo
intermedio. Jesús, ante la voluntad del Padre, no le dio largas o le propuso
otro medio más exitoso para anunciar el Evangelio a los hombres y así
salvarlos. A la humanidad de Jesús, ante la dura prueba que el Padre le impuso,
y sabía Jesús que, sólo era por amor, también se le ocurrió decirle al Padre:
“si es posible, pase de mí este cáliz”. Pero inmediatamente, reconoció que, su
voluntad humana, no era acorde con la voluntad divina del Padre. Y dijo con
humilde acogida: “pues no se haga mi voluntad sino la tuya”.
La llamada de Jesús es exigente, porque no nos pide nada que antes no nos haya
dado: su humanidad, con todo su Cuerpo y Sangre y toda su Divinidad, porque en
Jesús, hay una sola Persona: “el Verbo de Dios que, se hizo carne y hábito
entre nosotros”. Todo, todo nos lo ha dado, por ello, puede pedirlo todo. Pero,
no nos forzará en esta donación, sino que, como Él, lo hizo todo por amor,
quiere que este amor nos mueva del principio al fin, en nuestra entrega.
Pero, no temamos porque no tenemos su mismo amor, porque Él, nos ha asegurado
su asistencia, en todo momento, “si no lo negamos ante los hombres, Él
intercederá por nosotros ante su Padre del cielo” ... Y tenemos el testimonio
de miles de mártires y confesores de la fe que, con la fuerza de Jesús y con su
Espíritu, dieron su sangre y su vida, porque el amor a Dios, era más fuerte
que, el amor de sí mismos.
Y lo primero con lo que nos encontramos en este Evangelio, es que, nuestra
proposición de vida eterna, es rechazada. Y el mundo (en este caso, ésos
samaritanos), no querían oír hablar de Jesús y de su invitación a convertirse y
a gustar, ya en esta vida, del amor de Dios... Y la primera reacción
instintiva, y muy humana, es la venganza ante este rechazo: “Santiago y Juan,
quieren hacer caer fuego del cielo y así acabar con ellos”. Pero Jesús, los
regañó”: Él, no ha venido a perder y destruir a los hombres, sino a salvarlos
de las mismas redes de su vacío y ensimismamiento. “Y se fueron a otra parte”.
En el camino, no obstante, se le presentaron tres individuos que, ofrecían
seguirle. Sus palabras, sí, son entusiasmas, pero su corazón, está muy lejos de
lo que pide Jesús, en su seguimiento: “mira, yo no tengo casa, ni morada dónde
arroparme. Tengo menos seguridades que las zorras o los pájaros”: Es la primera
frustración para el que tiene buenos deseos, pero su corazón no arde con el
fuego del Espíritu de Jesús.
El segundo hombre, es invitado por Jesús, pero está muy apegado a la familia y
desea, antes de ir tras Él, llegar al término, de la vida de su padre: está
atado con fuertes lazos familiares. El tercero, es dependiente de los suyos y
quiere complacerlos en sus deseos, pero Jesús le advierte que “no hay vuelta
atrás, una vez que uno ha puesto ya la mano en el arado”.
¡Los hombres de entonces, como los de ahora, son los mismos!; Y “El Señor, es
el mismo, ayer, hoy y siempre”.
¡Pidamos al Espíritu Santo luz y fuerza para seguir a Jesús por donde Él ha ido
primero, y por donde nos lleve a cada uno! ¡Qué así se haga, por su Amor!
¡Amén, Amén!...
No hay comentarios:
Publicar un comentario