"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL
MARTES DE LA DECIMOSEGUNDA SEMANA DEL T.O. (2)
¡Qué angosto el camino que lleva a la vida!
“Ancha es la puerta y espacioso el camino que
lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y
qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos”. En estas
palabras, con las que concluye el Evangelio de hoy (Mt 7,6.12-14), Jesús nos
plantea los dos caminos que, en prácticamente todas las culturas y religiones,
simbolizan los dos tipos de conducta humana (Cfr. Salmo 1).
No hay duda de que el camino de la perdición es
cómodo, llevadero; por eso es atrayente, mientras el camino que Jesús nos
propone es uno lleno de sacrificios, de obstáculos, dolor, de entrega a los
demás. No hay duda, estrecha es la puerta y angosto el camino, pero vale la
pena recorrerlo, porque nos lleva a la vida (eterna).
Él se hizo hombre para mostrarnos ese camino de
salvación, para demostrarnos que es posible, como lo han hecho tantos hombres y
mujeres a lo largo de la historia; aquellos que llamamos “santos” y “santas”.
No hay duda, el Camino es arduo, pero el premio
que nos espera hace palidecer las dificultades y sacrificios que implica. Pienso
en los anuncios que normalmente preceden a los juegos olímpicos. En ellos se
nos presentan las historias de diferentes atletas, y cómo se preparan
sacrificando las fiestas, las diversiones, y hasta la familia, entrenando con
una sola meta, la medalla olímpica; una medalla hecha de metal que
eventualmente perderá su brillo y morirá llena de polvo en un armario o una
gaveta.
Lo que Jesús nos promete es algo más preciado
que una mera medalla de oro, o plata, o bronce, es la vida eterna. “Los atletas
se privan de todo; ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en
cambio, una que no se marchita” (1 Co 9, 25). Pablo entendió el mensaje de
Cristo, y entendió además que Él no nos está pidiendo nada que Él, como hombre,
no estuvo dispuesto a hacer.
Hoy te invito a pedir a Nuestro Padre que está
en los cielos que nos de la perseverancia para continuar nuestro
“entrenamiento” para la vida eterna, sin sucumbir ante la tentación del “camino
cómodo, llevadero” que nos brinda la gratificación instantánea, pero nos lleva
a la condenación eterna. La invitación es clara, como lo son las opciones.
“Señor Dios nuestro, Tú nos preguntas a través
de tu Hijo Jesucristo: ¿Qué camino quieren ustedes tomar: el menos exigente y
sin esfuerzo, ¿o el camino y la puerta estrechos, difíciles y llenos de
obstáculos? Señor, que, al elegir, nos decidamos siempre por el camino de tu
Hijo, porque él es nuestro Señor por los siglos de los siglos” (Oración
colecta).
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