"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA LA SOLEMNIDAD DEL SAGRADO
CORAZÓN DE JESÚS (TRASLADADA)
Hoy celebramos la
solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. La Iglesia celebra esta solemnidad el
viernes posterior al segundo domingo después de Pentecostés. Este año en Puerto
Rico se traslada a jueves, por celebrarse el viernes la Solemnidad del
nacimiento de San Juan Bautista, Patrono de la Arquidiócesis de San Juan. En la
piedad cristiana todo el mes de junio está dedicado al Corazón de Jesús.
Se ha dicho que los elementos esenciales de esta devoción “‘pertenecen de
manera permanente a la espiritualidad propia de la Iglesia a lo largo de toda
la historia’, pues, desde siempre, la Iglesia ha visto en el Corazón de Cristo,
del cual brotó sangre y agua, el símbolo de los sacramentos que constituyen la
Iglesia; y, además, los Santos Padres han visto en el Corazón del Verbo
encarnado ‘el comienzo de toda la obra de nuestra salvación, fruto del amor del
Divino Redentor del que este Corazón traspasado es un símbolo particularmente
expresivo’”.
Esta devoción encuentra su fundamento en el misterio de la Encarnación.
Por eso adoramos el corazón de Cristo; porque es el corazón del Verbo
encarnado, del cual brotó sangre y agua en la culminación del sacrificio
máximo, el gesto de amor más formidable en la historia de la humanidad. Ese Corazón
que fue capaz de sentir y prodigar el amor más profundo imaginable, Dios
encarnado (Cfr. 1 Jn 4,8).
Dios-Amor que, cumpliendo la voluntad del Padre se ofreció a Sí mismo para
nuestra salvación. Sí; porque la voluntad del Padre es que todos nos salvemos.
Las lecturas para hoy nos presentan una vez más la figura del Buen Pastor.
Con esta figura se quiere representar lo incapaces que somos de alcanzar la
salvación sin la ayuda de Dios-Buen Pastor. Dios nos ama con amor infinito y
está empeñado en que ninguna de sus ovejas se pierda. En la primera lectura,
tomada de la profecía de Ezequiel (34,11-16), se nos presenta a Dios-Buen
Pastor, buscando Él mismo “en persona” a las ovejas dispersas: “Buscaré las
ovejas perdidas, recogeré a las descarriadas; vendaré a las heridas; curaré a
las enfermas; a las gordas y fuertes las guardaré y las apacentaré como es
debido”. Vemos la ternura, el amor, reflejado en esta figura. Recordemos que la
voluntad de Dios es que todos nos salvemos.
En el Evangelio según san Lucas (15,3-7) que nos brinda la liturgia de
hoy, Jesús retoma esa alegoría del Antiguo Testamento, con la parábola de la
oveja perdida: “Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no
deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la
encuentra?”
Desde la antigüedad, hemos relacionado el corazón con el amor, porque
cuando experimentamos un amor profundo sentimos cómo el corazón late con más
intensidad, al punto que a veces sentimos que se nos quiere salir del pecho.
Así late el Corazón humano de Jesús cada vez que se encuentra con uno de
nosotros después de habernos descarriado; como latió el corazón del padre
misericordioso en la parábola del hijo pródigo al verlo acercarse a la
distancia y salir corriendo a su encuentro: “Os digo que así también habrá más
alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y
nueve justos que no necesitan convertirse”.
Ese es el corazón de Jesús que nosotros adoramos, y cuya devoción celebramos hoy. “Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío”.
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