"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
PARA EL MIÉRCOLES DE
LA DUODÉCIMA SEMANA DEL T.O. (2)
“Por sus frutos los conoceréis…”
Jesús se crió entre gente de trabajo;
artesanos, carpinteros, agricultores, pastores. Por eso vemos que
constantemente utiliza figuras que son conocidas a los de su tiempo para
transmitir sus enseñanzas. En la lectura evangélica que nos presenta la
liturgia de hoy (Mt 7,15-20) nos habla de lobos y ovejas, uvas y zarzas, higos
y cardos, árboles y frutos… “Por sus frutos los conoceréis”, repite en dos
ocasiones.
Este pasaje es uno de esos que no requiere
mucha explicación. Lo que Jesús nos plantea se puede dividir en dos enseñanzas
íntimamente ligadas entre sí.
Primero, nos advierte que nos cuidemos de los
falsos profetas (otras versiones dicen falsos “pastores”) que “se acercan con
piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces”. Se refiere a aquellos que se
nos acercan con “cantos de sirena” a vendernos unas doctrinas que nos “hacen
sentir bonito”, cuando lo cierto es que están detrás del fruto de nuestro
trabajo.
El ejemplo perfecto lo encontramos en los
llamados “tele-evangelistas” que nos predican un mensaje de prosperidad y
felicidad terrenal a cambio de un diezmo. Para lograrlo montan todo un
espectáculo digno de Hollywood, que crea un ambiente de euforia, una histeria
colectiva que produce una sensación de bienestar y felicidad. Mientras tanto,
sus cuentas bancarias continúan creciendo.
Eso dista mucho del verdadero mensaje de Jesús:
“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y
sígame” (Mt 16,24).
Segundo, Jesús nos recuerda que a la larga esos
falsos pastores se desenmascaran a sí mismos a través de sus propios actos, ya
que el verdadero valor de una persona se manifiesta por lo que hace. Jesús debe
haber estado pensando en los fariseos de su tiempo, figura que Él utiliza en
muchas ocasiones.
“Los árboles sanos dan frutos buenos; los
árboles dañados dan frutos malos”. El mismo Jesús sentencia a esos falsos
profetas: “El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego”.
Aunque Jesús parece referirse a los fariseos de
su tiempo, nosotros hoy, lejos de levantar un dedo acusador contra aquellos que
podamos considerar “falsos profetas”, debemos ver en esta lectura una
invitación a examinar nuestra propia vida interior y nuestra fe.
Mis actuaciones, ¿son realmente un reflejo de
mi disposición interior, o son una “piel de oveja” que oculta el lobo rapaz que
habita en mi interior? Mis actuaciones en la vida parroquial y comunitaria,
¿guardan relación con mis pensamientos y mis actuaciones cuando “nadie me ve”?
¿Soy un árbol sano? Podremos engañar a los hombres, pero no a Dios, que “ve en
lo secreto” y nos recompensará según lo que hay en nuestro corazón (Cfr. Mt 6,4).
¡Cuidado! Jesús es misericordioso pero también es un juez severo: “El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego”… En Mateo, Jesús nos advierte en al menos cinco ocasiones: “entonces será el llanto y el rechinar de dientes”… (Mt 8,12; 13,42; 13,50; 22,13; 24,51). El que tenga oídos para oír, que oiga…
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