"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL
LUNES DE LA DECIMOTERCERA SEMANA DEL T.O. (2)
“Sígueme”.
Dos frases de Jesús, contenidas en el evangelio
de hoy (Mt 8,18-22), resumen su mensaje. “Las zorras tienen madrigueras y los
pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”. “Tú,
sígueme. Deja que los muertos entierren a sus muertos” (ayer leíamos la versión
de Lucas de esta conversación).
Cuando Jesús nos habla a veces su mensaje es
claro, pero a veces nos confunde, y hasta nos estremece, como sucede con la
última frase, en la que Jesús le pide a su discípulo que incumpla una de las
obras de misericordia corporales, enterrar a los muertos, con tal de seguirlo.
Como siempre que abordamos la Biblia, no podemos hacerlo con una lectura
literal del texto. Hay que ver el contexto en que se dice.
En esta lectura tenemos que tomar ambas frases
en conjunto y en el contexto de la vida de quien las pronuncia. Jesús abandonó
su casa, el confort y la seguridad de su hogar para ir a proclamar la Buena
Noticia del Reino: “para eso he sido enviado” (Lc 4,43). Por eso nos dice que
no tiene dónde recostar la cabeza. Le advierte a su discípulo potencial sobre
las exigencias que implica su seguimiento.
Jesús no solo abandonó su casa, sino que junto
a ella abandonó también a su familia, especialmente a su madre, que era la
persona que más amaba. Cuando Jesús le dice a su discípulo que seguirlo a Él es
más importante que cumplir con el piadoso deber de enterrar a los muertos, lo
hace con todo propósito, para recalcar la radicalidad del seguimiento, y que no
hay nada más importante que el anuncio del Reino. Lo único que Jesús garantiza
a los que deciden seguirle (además de las persecuciones y sufrimiento) es la
vida eterna, la “corona que no se marchita” (Cfr. 1 Co 9,25).
El discípulo sigue al maestro, “se sienta a sus
pies” a escucharlo, pero más importante aún, “comparte su destino”. Jesús nos
está diciendo que su seguimiento tiene que ser radical; que tenemos que estar
dispuestos a renunciar, dejar atrás todo lo que pueda convertirse en un
obstáculo para seguirlo.
Ahí reside nuestro problema. Estamos apegados a
muchas cosas y personas y, ante ellas, el seguimiento de Jesús toma un distante
segundo plano. Ese “Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre”, se
convierte para nosotros en “Señor, espera que me jubile” o, “Señor, déjame
terminar de criar a mis hijos” o, “Señor, déjame terminar mis estudios” o,
“Señor, déjame juntar suficiente dinero para comprar una casa, o un auto nuevo”
… ¡Siempre hay una excusa válida para posponerlo! Mientras tanto, Él sigue
llamando a nuestra puerta (Cfr.
Ap 3,20).
Jesús quiere que le sigamos, pero ese seguimiento no puede ser a medias; no podemos ser cristianos “tibios”, part time: “Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca” (Ap 3,16). Palabras fuertes, pero Él quiere que no quede duda alguna sobre lo que espera de nosotros. Ese mismo Jesús te está pidiendo HOY que le sigas. ¿Cuál es tu excusa?
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