"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL
MIÉRCOLES DE LA SÉPTIMA SEMANA DE PASCUA
La liturgia pascual continúa preparándonos para
la gran Solemnidad de Pentecostés con la lectura del libro de los Hechos de los
Apóstoles que, como hemos dicho, se conoce como el “Evangelio del Espíritu
Santo”, porque nos muestra la actividad divina del Espíritu Santo en el
desarrollo de la Iglesia.
Hoy leemos la segunda parte del emotivo
discurso de despedida de Pablo a la comunidad de Éfeso, en donde había
permanecido durante tres años (Hc 20,28-38).
En esta parte Pablo se refiere principalmente a
los deberes pastorales de los presbíteros que instituyó como sus sucesores en
aquella Iglesia (algunas traducciones utilizan la palabra “anciano”, que es
otra traducción de griego presbytres).
Pablo comienza recordándoles el carácter sagrado
de sus cargos, advirtiéndoles que tengan cuidado de sí mismos, es decir, que
lleven una conducta cónsona con el cargo que ocupan y el Evangelio que predican
para que sirvan de ejemplo a la comunidad. Luego les encomienda el “rebaño” que
“el Espíritu Santo les ha encargado guardar, como pastores de la Iglesia de
Dios”. Con eso Pablo enfatiza que no fue él quien los eligió y consagró en su
cargo, sino el Espíritu Santo.
De paso les recuerda los peligros que van a
enfrentar, para que estén avisados y preparados para enfrentarlos. Si los
leemos encontramos que no distan mucho de los peligros que enfrenta nuestra
Iglesia veinte siglos más tarde: Los externos, los “lobos feroces” que vienen
de afuera a tratar de acabar con el rebaño (bástanos ver el proselitismo feroz
de las sectas y otras religiones, el avance inmisericorde del secularismo y las
prácticas “exóticas” de religiones y filosofías orientales, los “nuevos
movimientos religiosos, etc.), así como los peligros internos: aquellos que
deforman la sana doctrina de la Iglesia y crean grupos o movimientos con
características de sectas dentro de la propia Iglesia, que llegan a promover
creencias o conductas reñidas con las enseñanzas de la Iglesia.
Pablo los encomienda al Dios Uno y Trino:
“Ahora os dejo en manos de Dios y de su palabra de gracia, que tiene poder para
construiros y daros parte en la herencia de los santos”.
Hay un detalle en esta lectura que no quiero
pasar por alto. Casi al final, Pablo cita a Jesús: “acordándonos de las
palabras del Señor Jesús: ‘Hay más dicha en dar que en recibir’.” ¿De dónde
sacó Pablo esa cita? Ciertamente no fue de los Evangelios, porque en ninguno de
ellos Jesús pronuncia semejantes palabras. La recibió de la Santa Tradición.
Este es uno de los pasajes que refuerzan la doctrina católica que expresa que
el “depósito de la fe” está contenido en las Sagradas Escrituras y la Santa
Tradición, contrario a la mayoría de otras confesiones cristianas que no
aceptan nada que no esté contenido en la Biblia.
Hoy, pidamos al Señor que derrame su Santo Espíritu en abundancia sobre nuestros presbíteros, para que tengan la sabiduría y la constancia de cuidar de sí mismos, y proteger al rebaño que el mismo Espíritu les ha encomendado.
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