"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
LE PRESENTARON UN SORDO
MUDO
31 Se marchó de la región de Tiro y vino de
nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis.
32 Le presentan un sordo
que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él.
33 El, apartándole de la
gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la
lengua.
34 Y, levantando los ojos
al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effetá», que quiere decir: «¡Ábrete!»
35 Se abrieron sus oídos y,
al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente.
36 Jesús les mandó que a
nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban.
37 Y se maravillaban
sobremanera y decían «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a
los mudos. »(Mc. 7,31-37)
En las lecturas de hoy domingo, dice Isaías: “¡Sed
fuertes, no temáis! ¡He aquí a vuestro Dios! ¡Viene en persona y os salvará!”.
Jesús es el que escucha, primeramente, a los que le piden sane a este
sordomudo; sigue abierto para desear curarle; y se ponen en acción sus dedos y
hasta algo más íntimo: su saliva; y por fin, su Palabra poderosa se pronuncia
sobre el sordomudo: “¡Effetá!”... Todo un despliegue de su Persona, en su
totalidad. Y es que cuando Dios se acerca a una de sus criaturas necesitadas de
Él, implica en su atención, toda su divinidad, que culmina en un “¡Effetá!” =
“¡Ábrete!”... ¿Y qué es lo que Jesús ordena con autoridad, que se abra?: Lo más
importante, su corazón a la gracia de un conocimiento de Dios, en Jesús, que es
puro Amor y Misericordia... Sin esto, ¿cómo el sordomudo se abandonará a una
fuerza, aunque muy buena, pero que no conoce?... Y al ver el enfermo el don
grande que se le ofrece, entregará toda su voluntad a amar a este Médico divino
que quiere curarle en la totalidad de su persona... Porque esta tara física ha
cargado sobre sí muchas taras morales y psicológicas: El desesperar de poder
llegar a ser un día “normal”; el miedo al rechazo de los sanos, que marcan
distancia entre él y su salud; la esperanza de sentirse hijo de Dios hasta
poder decir: “¡Todo lo ha hecho bien en mí!”...
Todo este mundo del enfermo es muy complejo y nadie,
sino Jesús, lo puede desenmarañar: “el que me hizo, que me “descomplique”,
porque nadie puede hacerlo sino Él: “Sin mí, no podéis hacer nada”... Y es que
esta Palabra de Dios lleva en sí toda una promesa de salud y resurrección…
“¡Effetá!” para cada uno de nosotros, pues Jesús no lo
pronunció sólo para el sordomudo. Saltando los espacios y los tiempos nos
alcanza a todos: “¡Effetá!”. Que suene este eco una y otra vez en nuestros
oídos, para que por fin dejemos de poner “puertas” y quizás, lastimosamente,
algún “dique”: “¡Qué se alcen las antiguas compuertas, que va entrar el Rey de
la Gloria!”... ¡Mis “antiguas compuertas”!... ¡Los pecados y deslealtades de mi
juventud o quizás los actuales!... Todo ha de quedar en la puerta de mi oído
bien abierto, para escuchar la Palabra sagrada: “¡Effetá!”, y no sólo mi oído,
sino que mi lengua quedará impregnada de “la saliva de Jesús” para que mi boca
sólo pueda hablar alabanzas y acciones de gracias a mi Dios, que así quiere
restaurarme con su Amor, para que por fin sea todo suyo y una digna Alabanza de
su Gloria, con todo el honor y el poder que Dios se merece… Y todo desde una
profunda humildad del que sabe que nada tiene y menos merece, pero que en Dios
se complace hasta poder oír: “¡Tú eres mi hijo amado, ven a mí!”...
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