"Ventana abierta"
La Buena Semilla
No mintáis los unos a los otros, habiéndoos
despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual
conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento
pleno.
Colosenses 3: 9-10
Una moral laica
El recrudecimiento de las brutalidades y de la
delincuencia es inquietante. Los gobiernos proponen volver a la educación de
una moral laica en la escuela. Pero, ¿será eso suficiente? Además, ¿cuál será
el contenido, si carece de todo lo que Dios enseña en la Biblia?
Claro que la educación puede civilizar la
naturaleza humana y hacerla un poco más apta para la vida en sociedad, pero no
puede cambiar su verdadero carácter. Nuestra naturaleza está marcada por la
desobediencia a Dios. La Biblia nos dice: “El intento del corazón del hombre es
malo desde su juventud” (Génesis 8: 21). “De dentro, del corazón de los
hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los
homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la
envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez” (Marcos 7: 21).
Estos textos nos muestran, pues, dónde está la fuente del mal. A través de
acciones políticas, leyes, obras sociales o religiosas, a veces el hombre
consigue atenuar sus efectos visibles, pero la naturaleza humana sigue siendo
corrupta.
Dios tiene otro plan: pone de lado la vieja
naturaleza y da una nueva naturaleza a todo el que cree que Jesucristo murió en
la cruz por él, y lo acepta como su Salvador. Entonces el creyente es hecho una
“nueva criatura… las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y
todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por
Cristo” (2 Corintios 5: 17-18). El cristiano no es mejor que los demás,
pero cuando se convierte recibe una nueva naturaleza capaz de actuar según la
voluntad de Dios.
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