"Ventana abierta"
La Buena Semilla
Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por
nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.
Romanos 4: 24-25
Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para
con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Romanos 5: 1
Justos ante Dios
A pesar de la prohibición del emperador Carlos
V, en Lausana (Suiza) en octubre de 1536 hubo un
debate sobre temas fundamentales de la fe cristiana: ¿Cómo puede ser
justificado ante Dios el hombre pecador? ¿Debe hacer obras meritorias y sufrir
para expiar sus pecados? ¿Es suficiente creer en el Señor Jesucristo, el Hijo
de Dios, quien se dio a sí mismo por los pecadores, una vez por todas? ¿Su
sacrificio debe ser renovado o completado?
Pierre Viret, conocedor de la Biblia, y
Guillaume Farel, evangelista, expusieron claramente los temas. Basándose en la
Biblia, dieron testimonio del poder del Evangelio recibido simplemente por la
fe. Luego Jean Tandy, a quien se había dado la misión de contradecir a Farel,
se levantó:
“Mis hermanos, dijo, no querría cometer el
pecado de resistir a la verdad divina. Reconozco ante todos haber estado cegado
y engañado durante mucho tiempo… Ahora he escuchado la verdad. Veo que es
necesario aferrarse solo a Jesús, atenerse a su Palabra, no tener otro jefe,
conductor y Salvador que Aquel quien, mediante su sacrificio, nos hizo
agradables al Padre. Pido perdón a Dios por todo lo que hice y dije en contra
de su honor. También les pido perdón, pues les enseñé mal”.
Dios declara justo al hombre que se arrepiente
y cree que Cristo llevó sus pecados en la cruz. Por la fe somos “justificados
en su sangre”, es decir, mediante su muerte (Romanos 5: 9). Porque Dios
resucitó a Jesús, el creyente tiene la seguridad de que la obra de Cristo es
perfecta.
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