"Ventana abierta"
La Buena Semilla
Oró Jonás al Señor su Dios desde el vientre del
pez, y dijo: Invoqué en mi angustia al Señor, y él me oyó… Entonces dije:
Desechado soy de delante de tus ojos; mas aún veré tu santo templo.
Jonás 2: 1-2, 4
Todo tipo de oraciones (5) – El
grito desesperado de Jonás
Dios confió al profeta Jonás la misión de
llevar un mensaje a los habitantes de Nínive, grande metrópoli de su tiempo.
Eso no le gustó, pues tenía que decirles: “De aquí a cuarenta días Nínive será
destruida” (Jonás 3: 4). Pensando escapar de Dios y de su misión, Jonás decidió huir en un navío. Pero
Dios se ocupaba de él y envió una tempestad. ¡Jonás dormía! La nave estaba a
punto de romperse, y los marineros, presos del pánico, despertaron a Jonás. Él
les confesó que por su causa había venido esa tempestad, debido a su
desobediencia. Entonces les pidió que lo echasen al mar para que la tempestad
se calmase.
Así, Jonás fue lanzado al mar, pero Dios no
permitiría que su profeta se ahogase. ¡Preparó un gran pez para que lo tragase!
Preservado milagrosamente, Jonás pasó tres días y tres noches en el vientre del
pez, lejos de toda ayuda humana.
Entonces, desde el fondo de su angustia, clamó
a su Dios. Ese Dios del que huía, ¿lo escucharía en ese lugar insólito donde
nadie podía verlo? En la Biblia leemos: “Invoqué en mi angustia al Señor, y él
me oyó”. Mientras seguía en el vientre del pez, sabía que Dios lo había
escuchado. Y Dios mandó al pez que vomitase a Jonás en tierra firme. Luego
Jonás cumplió la misión que Dios le había encomendado. Cristianos, a veces
nuestra desobediencia a Dios nos lleva a una situación desesperada. Aun allí,
podemos clamar a Dios confesando nuestro camino erróneo. Con toda seguridad
seremos escuchados.
(continuará el próximo domingo)
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