"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL LUNES DE LA VIGÉSIMA TERCERA SEMANA DEL T.O. (1)
“Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al
hombre: ‘Extiende la mano’.”
Comenzamos la liturgia de esta semana con la
lectura de la versión de Lucas de la curación del hombre con el brazo derecho
paralizado (6,6-11). El pasaje sitúa a Jesús “un sábado”, otro sábado, en la
sinagoga, enseñando. Con esto nos señala que era costumbre de Jesús acudir a la
sinagoga a orar, pero sobre todo a “enseñar”. De ahí que sus contemporáneos le
llamaban “rabboní” (rabbûnî en arameo), o maestro. Ya los escribas y fariseos comenzaban a
resentirse y a discutir “qué había que hacer con Jesús”. Los estaba opacando y
se sentían amenazados. Había que “sacarlo de circulación”. Va tomando forma la
conspiración que culminará con su muerte.
Conociendo las enseñanzas de Jesús, y ante la
presencia del hombre con el brazo paralizado, se ponen al acecho para ver si
curaba en sábado y así encontrar de qué acusarlo (la ley del sábado prohibía
curar en sábado, por ser el día de descanso dedicado exclusivamente al Señor).
Y Jesús, que ve en lo oculto de los corazones y conoce sus pensamientos, manda
al hombre a ponerse de pie en medio de la asamblea. Allí es Él quien pone a
prueba a los fariseos, y les pregunta: “¿Qué está permitido en sábado, hacer el
bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?”. Ante el silencio producido por
la contundencia de sus palabras, Jesús ordena al hombre extender el brazo y
este queda curado. La versión de Marcos (3,5), que es quien más acentúa la
dimensión humana de Jesús, es mucho más dramática: “Entonces, mirándoles con
ira, apenado por la dureza de
su corazón, dice al hombre: ‘Extiende la mano’.” Esto exacerbó más aún la furia
de los escribas y fariseos.
Lo primero que nos llama la atención de este
milagro, y que lo hace diferente, es que ni el hombre, ni sus familiares, ni
sus amigos, pidieron el milagro; fue iniciativa de Jesús, producto de su
gratuidad. Jesús toma la iniciativa porque percibe la necesidad del hombre,
demuestra su capacidad de ponerse en el lugar de otros. Y estando toda su
enseñanza matizada por el amor, todas sus actuaciones se rigen por el
imperativo del amor. Sí, el descanso sabatino tenía el propósito de honrar al
Señor, pero Jesús nos está diciendo con su actuación que no hay mejor manera de
honrar a Dios que ayudando a nuestro prójimo, socorriendo a los necesitados,
haciendo el bien. Esa es la mejor forma de “santificar” el sábado.
Una vez más vemos a Jesús enfatizando la
caridad por encima de la oración y el ritualismo vacíos que caracterizaban a
los escribas y fariseos. La rabia de estos parecería estar ligada al hecho que
Jesús, con sus hechos y palabras, los desenmascara, no solo ante los demás,
sino ante ellos mismos.
En este día y esta semana que comienza, pidamos
al Señor que, al igual que Jesús, nos permita estar atentos, y nos conceda la
gracia de percibir las necesidades materiales y espirituales de nuestros
hermanos, y la voluntad para prestarles toda la ayuda que esté a nuestro
alcance sin esperar que nos pidan ayuda, tal como hizo Jesús con el hombre del
Evangelio de hoy.
Que pasen todos una hermosa semana llena de la
PAZ que solo Dios puede brindarnos. ¡Bendiciones!
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