"Ventana abierta"
La Buena Semilla
En mi angustia invoqué al Señor, y clamé a mi
Dios. El oyó mi voz.
Salmo 18: 6
El día que clamé, me respondiste; me
fortaleciste con vigor en mi alma.
Salmo 138: 3
El bebé perdido (2)
El evangelista caminó un momento y luego se
arrodilló en la nieve para orar otra vez por esta situación. De repente oyó el
gemido de un bebé. Guiado por el llanto, llegó a un pozo abandonado. Allí
encontró a un pequeño ser temblando de frío y envuelto en una manta; emocionado
lo tomó en sus brazos. ¡Era el bebé robado, una niña! Había sido abandonada
porque las parejas de la ciudad solo querían comprar niños. Corrió hacia el
pueblo con el bebé en sus brazos.
Los aldeanos, sorprendidos y felices a la vez,
acompañaron al hombre a la cabaña de los padres.
- ¿Quién es ese Dios al que oraste y respondió
a tu oración?, preguntó el padre.
Ante unos treinta aldeanos atentos, Xi pudo
predicarles el Evangelio y, en resumen, dar esta respuesta:
- El Dios a quien oré vino a la tierra en forma
de un niño hace aproximadamente 2000 años. El gran Dios creador del cielo y de
la tierra, el Dios infinito y todopoderoso, descendió hacia nosotros en la
persona de su Hijo, el Señor Jesús. Él vino para liberarnos del poder del
diablo, quien nos arrastraba con él hacia una eternidad trágica. ¡Dios quiere
hacernos felices con él para siempre! La muerte no es el fin de la existencia;
tampoco existe la reencarnación.
Dios nos amó tanto que dio a su Hijo unigénito
para que todo el que cree en él tenga la vida eterna.
Esa noche los padres de la niña entregaron su
vida a Jesús.
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