"Ventana abierta"
Dominicas Lerma
Rincón para orar
Sor Matilde
¡ALEGRAOS, HA RESUCITADO EL SEÑOR!
1 Pasado el sábado, al alborear el primer
día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro.
2 De pronto se produjo un
gran terremoto, pues el Ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose, hizo
rodar la piedra y se sentó encima de ella.
3 Su aspecto era como el
relámpago y su vestido blanco como la nieve.
4 Los guardias,
atemorizados ante él, se pusieron a temblar y se quedaron como muertos.
5 El Ángel se dirigió a las
mujeres y les dijo: « Vosotras no temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el
Crucificado;
6 no está aquí, ha
resucitado, como lo había dicho. Venid, ved el lugar donde estaba.
7 Y ahora id enseguida a
decir a sus discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos e irá delante
de vosotros a Galilea; allí le veréis." Ya os lo he dicho. »
8 Ellas partieron a toda
prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos.
9 En esto, Jesús les salió
al encuentro y les dijo: « ¡Dios os guarde! » Y ellas, acercándose, se asieron
de sus pies y le adoraron.
10 Entonces les dice Jesús:
« No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán. » (Mt.
28, 1-10)
¡Ha resucitado el Señor!... ¡Ha resucitado el Señor!:
¡Es el grito que se oye en los cielos, de parte de los ángeles, mensajeros de
las buenas noticias! ¡Y como eco se prolonga primero en Israel por los
discípulos de Jesús y después, hasta los confines del orbe!… ¡La alegría colma
todo ser creado con la Resurrección de Jesús, porque el Padre, en el Cielo, se
alegraba eternamente en su Corazón por el triunfo de su Hijo Querido y la
victoria, en justicia, sobre el pecado y la muerte… Y digo “en justicia”,
porque a pulso de Amor, Jesús, con su Muerte y Resurrección, nos ha liberado de
estas esclavitudes y nos ha merecido en su Sangre Preciosa el cielo...
“¡No está aquí, ha resucitado!”, añaden los ángeles:
“¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?”… Las cosas del Cielo no son
las de la tierra; Jesús ya está en el Cielo, sentado a la derecha del Padre,
intercediendo por nosotros… En la tierra, ya no está viviendo con su Cuerpo de
carne, como el nuestro, sino que su carne ha sido glorificada, como no puede
suponer hombre alguno, y habita vivo, fuera de los parámetros de espacio y de
tiempo… Es otra forma de presencia en sus discípulos y en nosotros, ¡Bien real,
pero misteriosa!… Además, esta presencia no termina ya con la disolución de
nuestro cuerpo, sino que da un salto cualitativo, que, a través de la
Resurrección con Cristo, nos lleva a “una Vida nueva y Eterna”: “¡Para
siempre!”… “¡Para siempre!”.
Todos, en nuestra vida, somos testigos fieles de esta
resurrección de la carne, aunque sea ahora un “ya, pero todavía no”. Dios nos
ha permitido experimentar, de alguna manera, que este espíritu que anima y da
vida a nuestro cuerpo humano no muere…
Yo sí que puedo dar testimonio de esto: era yo joven
todavía cuando falleció mi madre: Al verla inerme y sin aliento de vida en su
persona, una voz, muy segura y potente, oí en mi interior: “¡Mi madre no está
aquí!”… Y como mi fe no era muy fuerte todavía, no supe concluir: “¡Pero está
ya con Dios, gozando de Él!”… Los ángeles dijeron las mismas palabras sentados
en la tumba de Jesús: “¡No está aquí, ha resucitado!”… La fe ilumina nuestro
espíritu para tener estas certezas inamovibles y que son regalo del Cielo para
los que creen o quieren creer en Jesús…
¡Bendito sea Dios en Jesús, el Resucitado, el que ha
colmado de esperanza nuestras vidas, que amenazaban quebrarse ante el hecho tan
luctuoso de la muerte!… Por ello, apoyados en esta certeza, caminamos en la Paz
y de la mano de Jesús, el vencedor del pecado y de la muerte, porque: “¿Quién
podrá apartarnos del Amor de Dios que se ha manifestado en Jesús?: ¡Ni la
muerte, ni la vida, ni lo presente, ni lo futuro, ni criatura alguna podrá
apartarnos del Amor de Dios, que se nos ha donado, misericordiosamente, en
Cristo Jesús, Nuestro adorable Señor!”…
¡Mi Dios, no te canses de mí en este destierro, sigue
dándome signos de tu presencia viva hasta el día del encuentro final, en que
cesarán nuestras preguntas sobre tu Persona y eternidad en los Cielos!…
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