ABRE TUS COFRES, PÓSTRATE Y CONSÁGRALE TODO TU
SER
(Mt 2,1-12)
Por: Nubia Celis, Verbum Dei.
www.nubiacelisverbumdei.com
Nuestro corazón se alegra junto a toda la Iglesia en este día de la
Epifanía.
Unos magos de oriente viajaron hasta Jerusalén, guiados por una
estrella, para encontrar al rey de los judíos, recién nacido. Este suceso,
narrado maravillosamente por Mateo evangelista, nos regala grandes enseñanzas.
¡Es navidad!
Jesús ha nacido ya en nuestros corazones.
Es un hecho, es la
buena noticia que nos llena de esperanza. Antes de adentrarnos de lleno en el
trajín cotidiano y retomar nuestras actividades, vale la pena interiorizar y
asimilar esta gran verdad:
¡El Niño Dios ha nacido entre nosotros y nosotros
nacimos también con él!
Su encarnación nos abrió el camino. Ahora es tiempo de
avanzar y crecer. Crecer en conciencia, en nuestra vida espiritual y en las
demás dimensiones de nuestra vida.
El viaje de los magos nos recuerda la importancia de mantenernos siempre en
camino, de no acomodarnos. Se trata de una actitud, de una disposición que nos
ayuda a ver y a seguir alegremente la luz de la fe hasta dar con la voluntad de
Dios y verla concretada en nuestra vida. La luz de la fe, como la estrella,
está muy cerca: se puede manifestar a través de una persona, en un retiro, en
una predicación, en un acontecimiento sencillo, solo hace falta estar atentos y
dejarnos sorprender.
Pero la buena disposición y la vida de Dios son continuamente amenazados
por Herodes. Nuestro hombre viejo, manifestado en sus vicios y resabios, se
resiste y se aferra a su trono; no es fácil renunciar a nuestros intereses
egoístas y, como Herodes, nos sobresaltamos a la primera de cambio (cuando no
nos tienen en cuenta, al recibir una corrección, cuando al vecino le va mejor
que a nosotros, etc.) ¿Eres consciente del Herodes que se sobresalta en tu
corazón?
Los magos se marcharon por otro camino. Y es que la carne es contraria al
Espíritu, es preciso actuar con prontitud y no hacer tratos con el hombre
viejo, cuyo único objetivo es acabar con la vida de Dios en nosotros. Herodes
sigue amenazando la vida, la familia, la paz, la humanidad, y si nos
descuidamos, podemos ser sus aliados. ¡Discierne, decide y vete por otro
camino! No repitas errores del pasado, toma el escudo de la fe y la espada del
Espíritu; defiende a Dios en ti y en tu familia.
Vive la alegría de la ofrenda diaria. Lleva ante el Niño de Belén tu incienso y reconócelo como tu único Dios; llévale tu oro y adóralo como a tu Rey, y, por último, entrégale tu mirra y acepta su humanidad.
Abre tus cofres, ponte de rodillas y conságrale todo tu ser.
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