"Ventana abierta"
Rincón para orar
Sor Matilde
JESÚS ANDA SOBRE LAS
AGUAS
22 Inmediatamente obligó a los discípulos a
subir a la barca y a ir por delante de él a la otra orilla, mientras él
despedía a la gente.
23 Después de despedir a la
gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí.
24 La barca se hallaba ya
distante de la tierra muchos estadios, zarandeada por las olas, pues el viento
era contrario.
25 Y a la cuarta vigilia de
la noche vino él hacia ellos, caminando sobre el mar.
26 Los discípulos, viéndole
caminar sobre el mar, se turbaron y decían: « Es un fantasma », y de miedo se
pusieron a gritar.
27 Pero al instante les
habló Jesús diciendo: « ¡Animo!, que soy yo; no temáis. »
28 Pedro le respondió: «
Señor, si eres tú, mándame ir donde ti sobre las aguas. »
29 « ¡Ven! », le dijo. Bajó
Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús.
30 Pero, viendo la
violencia del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: «
¡Señor, sálvame! »
31 Al punto Jesús,
tendiendo la mano, le agarró y le dice: « Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?
»
32 Subieron a la barca y
amainó el viento.
33 Y los que estaban en la
barca se postraron ante él diciendo: « Verdaderamente eres Hijo de Dios. »
(Mt. 14, 22-33)
Después de la multiplicación de los panes, en el ánimo
de la gente, (3000 hombres, sin contar mujeres y niños), se despertó el deseo
de proclamarlo rey. Un mesías a la medida de sus deseos: ¡habían comido pan
hasta hartarse, por el milagro de los panes! Jesús, dándose cuenta, apremió a
los discípulos a marchar de allí, en barca, lejos de la multitud. Y Él despidió
a la gente y se marchó solo a orar... En el monte estaba todavía al llegar la
noche. . .
Con la luz clara de la luna, divisó Jesús la barca de sus discípulos que
luchaba azotada por las olas al serles el viento contrario. Un pescador experto
no se habría aventurado a esas horas a entrar en el lago, a no ser porque el
Maestro les mandó que lo hicieran.
Al amanecer, Jesús fue hacia ellos andando sobre el agua
como por tierra firme, pero ellos no le reconocieron y creyeron ver un
fantasma, lo que provocó sus gritos y su miedo.
Jesús les calmó afianzándoles la fe en su presencia y
vencieron su miedo. Pedro, impulsivo, con esta fe tan fuerte, le provoca a
Jesús para ir hacia Él, andando sobre el agua. Jesús le dice: “¡ven!” y Pedro
salta de la barca para alcanzar a su Maestro... Pero el viento lo azotó y
comenzó a hundirse: “¡Sálvame Señor!”. Y agarrándolo de la mano lo subió a la
barca y le reprochó su falta de fe. Ya en la barca Jesús y Pedro y con una gran
bonanza -todos se han repuesto- llenos de admiración y adoración por todo lo
que han vivido, se postran para adorarlo: “¡verdaderamente, Tú eres el Hijo de
Dios!”.
Los discípulos, gente sencilla, reconocen el signo y
saben que nadie, sino Dios, puede calmar el viento y el mar como Jesús lo hizo
ante sus ojos.
Esta es la segunda vez que Jesús calma la tempestad. En
la primera, sus discípulos se preguntaban: ¿quién es éste que hasta el viento y
el mar le obedecen?. Y ahora, su fe en Jesús ha crecido y le reconocen “el Hijo
de Dios”.
¡Pidamos al Señor que nuestra fe crezca poco a poco y
nuestra confianza en Él nos haga abandonarnos, porque Jesús es nuestro Dios!...
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