"Ventana abierta"
Rincón para orar
Sor Matilde
YO SOY LA LUZ
44 Jesús gritó y dijo: « El que cree en mí,
no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado;
45 y el que me ve a mí, ve
a aquel que me ha enviado.
46 Yo, la luz, he venido al
mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas.
47 Si alguno oye mis
palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al
mundo, sino para salvar al mundo.
48 El que me rechaza y no
recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la Palabra que yo he hablado,
ésa le juzgará el último día;
49 porque yo no he hablado
por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo
que decir y hablar,
50 y yo sé que su mandato
es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho
a mí. » (Jn. 12, 44-50)
San Juan nos pone sin previo aviso frente a
la Luz que es Jesús. Y nos sostiene allí, ante Ella, para que creamos por su
testimonio. Él ha vivido junto a la Luz y nos asegura que el que se deja
iluminar por Ella, ese cree en Jesús y en el Padre que nos lo ha enviado como
Luz. Nosotros vivíamos en tinieblas y la Misericordia de Dios no resistió el
vernos en la oscuridad y nos envió a su Hijo Amado, que es la Luz del mundo.
Pero no todos acogieron la Luz y creyeron en Él, sino que huyeron de la Luz para
que no se viera que sus obras eran malas, porque “el que realiza la verdad se
acerca a la luz para que se vea que sus obras están hechas según Dios”.
El mal siempre quiere ocultarse, actúa en
las tinieblas. Por ello Jesús, siendo Él la Luz, nos ofrece un camino de Vida y
de encuentro con Dios. Él ha venido para iluminar lo que esconden las
tinieblas. Y lo que hay tras ellas es siempre un hambre de verdad, de bondad y
de amor. Jesús es el origen de todo lo bueno de Dios, por ello, creer en Él es
camino de felicidad y de segura salvación.
También tras la oscuridad está la
enfermedad, la debilidad y la muerte. Pero a todas estas tinieblas ha venido
Jesús para cambiarlas en Resurrección y en Vida para siempre. ¡Todos buscamos
entrar en el mundo de la luz y Jesús desea más que nosotros que vivamos en la
Luz, en Él!
San Pablo experimentó, en un momento de su
vida, que todo su ser estaba iluminado, brillaba con luz propia, por ello pudo
exclamar: “Ya no soy yo, es Cristo quién vive en mí. Y mientras vivo en la carne,
vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí” (Gal. 2,20).
¡La presencia de Jesús habitando en él, le hizo creer en Jesús como su Señor,
su Luz, su Dios!
¡Seamos dóciles a la Luz, a la Gracia que
está empujando con gemidos inefables, para que le dejemos entrar, porque quiere
que nos salvemos!. . .
¡Amemos la Luz, amemos a Jesús!
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