"Ventana abierta"
Cada lunes al Padre Mateo Bautista, sacerdote Camilo, Master en pastoral de
la salud y Licenciado en teología moral y espiritual, nos acompaña en el ciclo:
“Te cuento un cuento para sanar”, con relatos que nos ayudan a sanar diversos
aspectos de la persona.
El nombre del cuento en esta oportunidad fue:
El
cuento relata lo siguiente:
He aquí que un pez es arrojado
a la playa por una ola. El mar está muy picado. Por más intentos que hace no
puede volver al agua.
Un señor muy bien vestido portando un maletín pasa por
allí. Es un ejecutivo.
–¡Eh, oiga! Por favor, un
momento, ¿me podría ayudar? Estoy fuera del agua y…
–Sí, quisiera ayudarte, pero
voy rápido a buscar un crédito para la asociación. Lo siento.
–La verdad es que eso suena
como a causa noble evidentemente, y no puede perder tiempo –lo quiere
justificar el pez.
Alguien se acerca. Es un varón.
–¡Oiga, oiga! A ver si éste me
echa una mano. ¡Oiga! Por favor, ¿puede devolverme al agua?
–Es que, es que yo, yo no sé,
si yo tuviera…
–No importa, utilice un palo o
cualquier cosa o empújeme con el pie –le precisa el pez.
–A ver, si lo tiro al agua, él
puede… pero también si no lo tiro, probablemente… Pues… Yo no sé.
–¡Vaya! Es un hombre que mira
demasiado los pro y los contra. Quiso ayudarme, es obvio. Si se hubiera dado
cuenta de que se me está haciendo un poco difícil respirar –musita el pez que
sigue buscando ayuda.
Una mujer se avecina…
–¡Señora! Perdóneme, pero…
estoy en apuros porque… aquí fuera del agua… y yo necesito cuanto antes volver,
volver al mar. Es más, tiene que ser cuanto antes porque comienzo a tener
dificultad, dificultad para respirar.
–¡Oye! ¿Me puedes contar algo
de lo que te pasa, así puedo entender tu situación mejor? Cuéntame.
El pez le empieza a hablar de
su familia y de cómo sus hijos necesitan de él. Y que es muy importante para él
volver al agua.
La mujer parece comprender el problema.
–¡Oye!, pero antes de echarte
una mano, ¿has pensado si tienes tú alguna culpa en esto que te está pasando?
Porque claro, una vez que vuelvas al agua, ¿qué vas a hacer para que esto no te
suceda de nuevo? Pues no vas a estar dependiendo siempre de los demás, porque
sería perjudicial. Y, claro, ¿has pensado también qué puedes hacer para
ayudarte a ti mismo? Mira, yo volveré dentro de un rato para saber qué has
pensado de todo esto.
–¡Claro, es que yo tengo la
culpa! No había caído en eso. Me parece que esta señora sabe muchísimo más que
yo –se dice el pobre pez.
Pero, aunque el tiempo juega en
su contra, ¡no hay que desesperar! Un hombre entrado en años se aproxima.
El
pez sumamente angustiado mendiga de nuevo la ayuda vital.
–¡Ay, ay!, me siento…, si no
puedo pensar, si no veo, si no veo nada a mi alrededor! ¡Auxilio, auxilio,
señor, ayúdeme, por favor!
Pero el hombre no oye nada.
Mira al mar y piensa:
–¡El mar es cruel cuando se
pone bravo!
Y el pez lo ve alejarse y
muere.
La playa se queda en silencio
durante un buen rato. Al subir la marea, una ola amigable lleva al pez otra vez
al mar.
Y la mujer que prometió volver,
vuelve.
–¡Bueno, hombre, ya sabía yo
que cuando a uno lo necesitan se las arreglan solos!
El
Padre Mateo explicó que en la relación de ayuda siempre tenemos que tener
presente dos puntos de vista: el ayudante y el ayudado.
En
el cuento hubo muchos potenciales ayudantes pero
ninguno ayudó como Dios nos
invita a que lo hagamos.
¿Qué es ayudar?
“Ayudar
es ayudarse bien para ayudar bien, a ayudarse bien”,
definió el especialista.
El
sacerdote camilo destacó que no se trata sólo de buena voluntad e intención,
hay que ir más allá:
“La relación de ayuda es un arte. No basta
querer ayudar, hay que saber ayudar .Nunca ayudar sin una sana relación de
ayuda, nunca ayudar sin un sano encuentro.”
¿Es
fácil dejarse ayudar, pedir ayuda, dejarse ayudar, abrirse para pedir ayuda,
somos humildes para pedir ayuda? .
La respuesta es no, no es fácil. “A veces
hasta nos quejamos: “nadie me ayuda”, “nadie me escucha”, dijo.
Hay
ciertas actitudes que podemos rescatar del “ayudado”. “El pez hizo todo lo
posible para volver al mar por sí mismo, y al darse cuenta que no podía solo,
pidió ayuda.
El pez además supo escuchar. Fue paciente, no tuvo malas
intenciones ni agresividad con quienes le pidió ayuda.”
Muchas
veces cuando necesitamos ayuda estamos en una situación de angustia. “No
debemos olvidar que angustia viene de “angosto”, “estrechez”; precisamente para
poder ayudar a los demás tenemos que salir de nuestra estrechez, de nuestra
angustia.
Y para ser ayudados no nos podemos quedar en
nuestra angustia, porque la angustia paraliza; para ayudar y para ser ayudado.
La angustia nos bloquea, nos limita, nos mete en un callejón sin salida.
Es muy
importante la serenidad tanto en el ayudante como en el ayudado.”
¿Sabemos ofrecernos para ayudar?
“Yo
ayudo cuando me lo piden”; “Yo ayudo cuando la gente insiste”, se suele
escuchar. Pero para un cristiano también esta el arte de saber ofrecerse a
ayudar.
Hay
un relato en el Evangelio que es un hermoso modelo de relación de ayuda. Es el
pasaje del paralítico ayudado por sus amigos (Mc 2, 1-12).
“¿Cuántas
veces dejamos de ayudar porque somos egoístas y no sabemos trabajar en equipo y
no sabemos dar continuidad?”,interrogó el Padre Mateo.
Para
finalizar el Padre Mateo resaltó que la relación de ayuda es medicina, es
salud, es pedagogía, nos abre a la cosmovisión. “Por eso la relación de ayuda
es sanación”.
Y la tarea para esta semana es:
“Si estoy
bloqueado en mi vida o por alguien, ¿me voy a animar a pedir ayuda para salir
de este bloqueo? ; además voy a hacer un gesto con alguien que me cueste ayudar
para que mi espíritu crezca e imitemos al Señor Jesús quien es nuestro pedagogo
en la relación de ayuda”, finalizó.
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