"Ventana abierta"
Muy buenos días, hoy es la festividad de San Ignacio de Loyola Fundador de La Compañía de Jesús, Jesuitas.
San Ignacio de Loyola
San Ignacio nació en 1491 en el castillo de Loyola en Guipúzcoa, norte de España, cerca de los montes Pirineos que están en el límite con Francia. su padre Bertrán De Loyola y su madre Marina Sáenz, de familias muy distinguidas, tuvieron once hijos: ocho varones y tres mujeres. El más joven de todos fue Ignacio. El nombre que le pusieron en el bautismo fue Iñigo. Fundó la Compañía de Jesús. envió a sus compañeros como misioneros por Europa para crear escuelas, universidades y seminarios donde estudiarían los futuros miembros de la orden, así como los dirigentes europeos. En 1548, sus Ejercicios Espirituales fueron finalmente impresos. Los jesuitas jugaron un papel clave en el éxito de la contrarreforma.
Sus estudios
A los 33 años empezó como estudiante
de colegio en Barcelona, España. Sus compañeros de estudio eran mucho más
jóvenes que él y se burlaban mucho. El toleraba todo con admirable paciencia.
De todo lo que estudiaba tomaba pretexto para elevar su alma a Dios y adorarlo.
Después pasó a la Universidad de
Alcalá. Vestía muy pobremente y vivía de limosna. Reunía niños para enseñarles
religión; hacía reuniones de gente sencilla para tratar temas de
espiritualidad, y convertía pecadores hablándoles amablemente de lo importante
que es salvar el alma.
San Ignacio de Loyola fue acusado
injustamente ante la autoridad religiosa y estuvo dos meses en la cárcel.
Después lo declararon inocente, pero había gente que lo perseguía. El
consideraba todos estos sufrimientos como un medio que Dios le proporcionaba
para que fuera pagando sus pecados. Y exclamaba: "No hay en la ciudad
tantas cárceles ni tantos tormentos como los que yo deseo sufrir por amor a
Jesucristo".
Se fue a Paris a estudiar en su
famosa Universidad de La Sorbona. Allá formó un grupo con seis compañeros que
se han hecho famosos porque con ellos fundó la Compañía de Jesús. Ellos son:
Pedro Fabro, Francisco Javier, Laínez, Salnerón, Simón Rodríguez y Nicolás
Bobadilla. Recibieron doctorado en aquella universidad y daban muy buen ejemplo
a todos.
Los siete hicieron votos o
juramentos de ser puros, obedientes y pobres, el día 15 de Agosto de 1534,
fiesta de la Asunción de María. Se comprometieron a estar siempre a las órdenes
del Sumo Pontífice para que él los emplease en lo que mejor le pareciera para
la gloria de Dios.
Se fueron a Roma y el Papa Pablo III
les recibió muy bien y les dio permiso de ser ordenados sacerdotes. Ignacio,
que se había cambiado por ese nombre su nombre antiguo de Íñigo, esperó un año
desde el día de su ordenación hasta el día de la celebración de su primera
misa, para prepararse lo mejor posible a celebrarla con todo fervor.
San Ignacio se dedicó en Roma a
predicar Ejercicios Espirituales y a catequizar al pueblo. Sus compañeros se
dedicaron a dictar clases en universidades y colegios y a dar conferencias
espirituales a toda clase de personas. Se propusieron como principal oficio
enseñar la religión a la gente.
Carrera Militar
Entró a la carrera militar, pero en
1521, a la edad de 30 años, siendo ya capitán, fue gravemente herido mientras
defendía el Castillo de Pamplona. Al ser herido su jefe, la guarnición del
castillo capituló ante el ejército francés. Los vencedores lo enviaron a su
Castillo de Loyola a que fuera tratado de su herida. Le hicieron tres
operaciones en la rodilla, dolorosísimas, y sin anestesia; pero no permitió que
lo atasen ni que nadie lo sostuviera. Durante las operaciones no prorrumpió ni
una queja. Los médicos se admiraban. Para que la pierna operada no le quedara
más corta le amarraron unas pesas al pie y así estuvo por semanas con el pie en
alto, soportando semejante peso. Sin embargo quedó cojo para toda la vida.
A pesar de esto Ignacio tuvo durante
toda su vida un modo muy elegante y fino para tratar a toda clase de personas.
Lo había aprendido en la Corte en su niñez.
Mientras estaba en convalecencia
pidió que le llevaran novelas de caballería, llenas de narraciones inventadas e
imaginarias. Pero su hermana le dijo que no tenía más libros que "La vida
de Cristo" y el "Año Cristiano", o sea la historia del santo de
cada día.
Y le sucedió un caso muy especial.
Antes, mientras leía novelas y narraciones inventadas, en el momento sentía
satisfacción pero después quedaba con un sentimiento horrible de tristeza y
frustración. En cambio ahora al leer la vida de Cristo y las Vidas de los
santos sentía una alegría inmensa que le duraba por días y días. Esto lo fue
impresionando profundamente.
Y mientras leía las historias de los
grandes santos pensaba: "¿Y por qué no tratar de imitarlos? Si ellos
pudieron llegar a ese grado de espiritualidad, ¿por qué no lo voy a lograr yo?
¿Por qué no tratar de ser como San Francisco, Santo Domingo, etc.? Estos
hombres estaban hechos del mismo barro que yo. ¿Por qué no esforzarme por
llegar al grado que ellos alcanzaron?". Y después se iba a cumplir en él
aquello que decía Jesús: "Dichosos los que tienen un gran deseo de ser
santos, porque su deseo se cumplirá" (Mt. 5,6), y aquella sentencia de los
psicólogos: "Cuidado con lo que deseas, porque lo conseguirás".
Su Conversión
Mientras se proponía seriamente
convertirse, una noche se le apareció Nuestra Señora con su Hijo Santísimo. La
visión lo consoló inmensamente. Desde entonces se propuso no dedicarse a servir
a gobernantes de la tierra sino al Rey del cielo.
Apenas terminó su convalecencia se
fue en peregrinación al famoso Santuario de la Virgen de Montserrat. Allí tomó
el serio propósito de dedicarse a hacer penitencia por sus pecados. Cambió sus
lujosos vestidos por los de un pordiosero, se consagró a la Virgen Santísima e
hizo confesión general de toda su vida.
Y se fue a un pueblecito llamado
Manresa, a 15 kilómetros de Montserrat a orar y hacer penitencia, allí estuvo
un año. Cerca de Manresa había una cueva y en ella se encerraba a dedicarse a
la oración y a la meditación. Allá se le ocurrió la idea de los Ejercicios
Espirituales, que tanto bien iban a hacer a la humanidad.
Después de unos días en los cuales
sentía mucho gozo y consuelo en la oración, empezó a sentir aburrimiento y
cansancio por todo lo que fuera espiritual. A esta crisis de desgano la llaman
los sabios "la noche oscura del alma". Es un estado dificultoso que
cada uno tiene que pasar para que se convenza de que los consuelos que siente
en la oración no se los merece, sino que son un regalo gratuito de Dios. Luego
le llegó otra enfermedad espiritual muy fastidiosa: los escrúpulos. O sea el
imaginarse que todo es pecado. Esto casi lo lleva a la desesperación.
Pero iba anotando lo que le sucedía
y lo que sentía y estos datos le proporcionaron después mucha habilidad para
poder dirigir espiritualmente a otros convertidos y según sus propias
experiencias poderles enseñar el camino de la santidad. Allí orando en Manresa
adquirió lo que se llama "Discreción de espíritus", que consiste en
saber determinar qué es lo que le sucede a cada alma y cuáles son los consejos
que más necesita, y saber distinguir lo bueno de lo malo. A un amigo suyo le
decía después: "En una hora de oración en Manresa aprendí más a dirigir
almas, que todo lo que hubiera podido aprender asistiendo a
universidades".
En 1523 se fue en peregrinación a
Jerusalén, pidiendo limosna por el camino. Todavía era muy impulsivo y un día
casi ataca a espada a uno que hablaba mal de la religión. Por eso le
aconsejaron que no se quedara en Tierra Santa donde había muchos enemigos del
catolicismo. Después fue adquiriendo gran bondad y paciencia.
Compañía de Jesús
En 1540 el Papa Pablo III aprobó su
comunidad llamada "Compañía de Jesús" o "Jesuitas". El
Superior General de la nueva comunidad fue San Ignacio hasta su muerte.
En Roma pasó todo el resto de su
vida.
Era tanto el deseo que tenía de
salvar almas que exclamaba: "Estaría dispuesto a perder todo lo que tengo,
y hasta que se acabara mi comunidad, con tal de salvar el alma de un
pecador".
Fundó casas de su congregación en
España y Portugal. Envió a San Francisco Javier a evangelizar el Asia. De los
jesuitas que envió a Inglaterra, 22 murieron martirizados por los protestantes.
Sus dos grandes amigos Laínez y Salmerón fueron famosos sabios que dirigieron
el Concilio de Trento. A San Pedro Canisio lo envió a Alemania y este santo
llegó a ser el más célebre catequista de aquél país. Recibió como religioso
jesuita a San Francisco de Borja que era rico político, gobernador, en España.
San Ignacio escribió más de 6 mil cartas dando consejos espirituales.
El Colegio que San Ignacio fundó en
Roma llegó a ser modelo en el cual se inspiraron muchísimos colegios más y
ahora se ha convertido en la célebre Universidad Gregoriana. Los jesuitas
fundados por San Ignacio llegaron a ser los más sabios adversarios de los
protestantes y combatieron y detuvieron en todas partes al protestantismo. Les
recomendaba que tuvieran mansedumbre y gran respeto hacia el adversario pero
que se presentaran muy instruidos para combatirlos. El deseaba que el apóstol
católico fuera muy instruido.
El libro más famoso de San Ignacio
se titula: "Ejercicios Espirituales" y es lo mejor que se ha escrito
acerca de cómo hacer bien los santos ejercicios. En todo el mundo es leído y
practicado este maravilloso libro. Duró 15 años escribiéndolo.
Su lema era: "Todo para mayor
gloria de Dios". Y a ello dirigía todas sus acciones, palabras y
pensamientos: A que Dios fuera más conocido, más amado y mejor obedecido.
En los 15 años que San Ignacio
dirigió a la Compañía de Jesús, esta pasó de siete socios a más de mil. A todos
y cada uno trataba de formarlos muy bien espiritualmente.
Como casi cada año se enfermaba y
después volvía a obtener la curación, cuando le vino la última enfermedad nadie
se imaginó que se iba a morir, y murió súbitamente el 31 de julio de 1556 a la
edad de 65 años.
En 1622 el Papa lo declaró Santo y
después Pío XI lo declaró Patrono de los Ejercicios Espirituales en todo el
mundo. Su comunidad de Jesuitas es la más numerosa en la Iglesia Católica.
Alma de Cristo
Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos.
Amén.
Novena a San
Ignacio de Loyola
Primer día de la
novena a San Ignacio de Loyola
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro
enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Amén.
Acto
de contrición
¡Señor
mío, Jesucristo!
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois,
Bondad infinita
y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del
infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y
cumplir la penitencia que me
fuere impuesta.
Amén.
Oración
para todos los días
Gloriosísimo
Padre y Patriarca San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús y Padre
amantísimo: si es para mayor gloria de Dios, honor vuestro y provecho de mi
alma que yo consiga la gracia que os pido en esta novena, alcanzadla del Señor;
y si no, ordenad mi petición con todos mis pensamientos, palabras y obras a lo
que fue siempre el blasón de vuestras heroicas empresas: a mayor gloria de
Dios.
Primer
día: Por una fe vivísima de vuestros divinos misterios
Jesús
mío dulcísimo, que nos revelaste los misterios sagrados de vuestra fe, y por
vuestra predicación deseasteis plantarla en los corazones humanos como raíz de
todas las buenas obras y de la eterna salvación; os ofrezco los merecimientos
de mi glorioso Padre San Ignacio, y singularmente los de su iluminada fe, con
la cual creería cuantos misterios están escritos en las santas Escrituras,
aunque se perdiesen todos los libros sagrados, y de la cual animado la defendió
contra los herejes, la dilató entre los gentiles y la avivó entre los
católicos. Os suplico, Padre amantísimo de mi alma, me deis una fe vivísima de
vuestros divinos misterios que me ilustre para creerlos y estimarlos como
verdadero hijo de la Santa Iglesia con fervorosas obras de perfecto cristiano y
me concedáis la gracia que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de
Dios, honor del Santo y bien de mi alma. Amén.
Tres
Padrenuestros y Avemarías
Oración
final
Oh Dios,
que para propagar la mayor gloria de tu nombre, has fortalecido por medio de
San Ignacio a la Iglesia militante con un nuevo auxilio: alcánzanos que con su
ayuda y a imitación suya peleemos en la tierra hasta conseguir ser coronados
con él en el cielo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Segundo día de la
novena a San Ignacio de Loyola
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro
enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Amén.
Acto
de contrición
¡Señor
mío, Jesucristo!
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois,
Bondad infinita,
y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del
infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y
cumplir la penitencia que me
fuere impuesta.
Amén.
Oración
para todos los días
Gloriosísimo
Padre y Patriarca San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús y Padre
amantísimo: si es para mayor gloria de Dios, honor vuestro y provecho de mi
alma que yo consiga la gracia que os pido en esta novena, alcanzadla del Señor;
y si no, ordenad mi petición con todos mis pensamientos, palabras y obras a lo
que fue siempre el blasón de vuestras heroicas empresas: a mayor gloria de
Dios.
Segundo
día: Por una esperanza segura de salvarme
Jesús
mío dulcísimo, que prometisteis a vuestros siervos tendrían en vuestra
esperanza todos los tesoros del mundo y nada les faltaría de cuanto esperasen
confiados en vuestra liberalidad tan amorosa como infinita: os ofrezco los merecimientos
de mi glorioso Padre San Ignacio, y singularmente aquella firmísima esperanza
que le sirvió de tesoro inagotable en su pobreza, de áncora segura en las
tormentas de tantas persecuciones, y de una gloria anticipada entre los riesgos
de esta miserable vida. Os suplico, Padre amantísimo de mi alma, me concedáis
una esperanza segura de salvarme, afianzada en las buenas obras hechas con
vuestra gracia y revestidas de vuestros méritos y promesas; y también de
conseguir los bienes de esta vida conducentes a mi eterna salvación y
proporcionados a mi estado, y la gracia que os pido en esta novena, si es para
mayor gloria de Dios, honor vuestro y provecho de mi alma. Amén.
Tres
Padrenuestros y Avemarías
Oración
final
Oh Dios, que para propagar
la mayor gloria de tu nombre, has fortalecido por medio de San Ignacio a la
Iglesia militante con un nuevo auxilio: alcánzanos que con su ayuda y a
imitación suya peleemos en la tierra hasta conseguir ser coronados con él en el
cielo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Tercer día de la
novena a San Ignacio de Loyola
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos,
líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Amén.
Acto
de contrición
¡Señor
mío, Jesucristo!
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita,
y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del
infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y
cumplir la penitencia que me
fuere impuesta.
Amén.
Oración
para todos los días
Gloriosísimo
Padre y Patriarca San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús y Padre
amantísimo: si es para mayor gloria de Dios, honor vuestro y provecho de mi
alma que yo consiga la gracia que os pido en esta novena, alcanzadla del Señor;
y si no, ordenad mi petición con todos mis pensamientos, palabras y obras a lo
que fue siempre el blasón de vuestras heroicas empresas: a mayor gloria de
Dios.
Tercer
día: Por una centella de ese fuego sagrado de mi seráfico Padre San Ignacio
Jesús
mío dulcísimo, que tanto deseasteis el amor de vuestras criaturas que nos
intimasteis como máximo y principal precepto amar a nuestro Dios con todo el
corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas: os ofrezco los merecimientos
de mi glorioso Padre San Ignacio, y singularmente aquel inflamadísimo amor con
el cual, abrasado en un serafín humano, respiraba sólo llamas de amor divino,
refiriendo todas sus palabras y pensamientos a la mayor gloria de Dios y
deseando por premio de su amor más y más amor, posponiendo la certeza de su
eterna felicidad a la gloria de servir a Dios. Os suplico, Padre amantísimo de
mi alma, me concedáis una centella de ese fuego sagrado de mi seráfico Padre
San Ignacio, y la gracia que os pido en esta novena a mayor gloria de Dios,
honor del Santo y provecho de mi alma. Amén.
Tres
Padrenuestros y Avemarías
Oración
final
Oh Dios,
que para propagar la mayor gloria de tu nombre, has fortalecido por medio de
San Ignacio a la Iglesia militante con un nuevo auxilio: alcánzanos que con su
ayuda y a imitación suya peleemos en la tierra hasta conseguir ser coronados
con él en el cielo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Cuarto día de la
novena a San Ignacio de Loyola
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro
enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Amén.
Acto
de contrición
¡Señor
mío, Jesucristo!
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois,
Bondad infinita,
y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del
infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y
cumplir la penitencia que me
fuere impuesta.
Amén.
Oración
para todos los días
Gloriosísimo
Padre y Patriarca San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús y Padre
amantísimo: si es para mayor gloria de Dios, honor vuestro y provecho de mi
alma que yo consiga la gracia que os pido en esta novena, alcanzadla del Señor;
y si no, ordenad mi petición con todos mis pensamientos, palabras y obras a lo
que fue siempre el blasón de vuestras heroicas empresas: a mayor gloria de
Dios.
Cuarto
día: Por una caridad inflamada
Jesús
mío dulcísimo, que nos recomendasteis la caridad y el amor a los prójimos como
el distintivo y señal de vuestra escuela, diciendo que en esto se habían de
conocer vuestros discípulos: os ofrezco los merecimientos de mi glorioso Padre
San Ignacio, y singularmente aquella ardentísima caridad con que deseaba
encender en el fuego del divino amor a todos los hombres del mundo, y con que
hizo y padeció tanto por su eterna salvación y por asistirlos en todos sus
trabajos. Os suplico, Padre amantísimo de mi alma, me concedáis una caridad
inflamada, con la cual, a imitación de mi Padre San Ignacio, trabaje
continuamente en el bien y salvación de mis prójimos con mis palabras y
ejemplos, y con cuanto necesitaren de mi caritativa asistencia, y la gracia que
os pido en esta novena a mayor gloria de Dios, honor del Santo y bien de mi
alma. Amén.
Tres
Padrenuestros y Avemarías
Oración
final
Oh Dios,
que para propagar la mayor gloria de tu nombre, has fortalecido por medio de
San Ignacio a la Iglesia militante con un nuevo auxilio: alcánzanos que con su
ayuda y a imitación suya peleemos en la tierra hasta conseguir ser coronados
con él en el cielo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Quinto día de la
novena a San Ignacio de Loyola
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro
enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Amén.
Acto
de contrición
¡Señor
mío, Jesucristo!
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois,
Bondad infinita,
y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del
infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y
cumplir la penitencia que me
fuere impuesta.
Amén.
Oración
para todos los días
Gloriosísimo
Padre y Patriarca San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús y Padre
amantísimo: si es para mayor gloria de Dios, honor vuestro y provecho de mi
alma que yo consiga la gracia que os pido en esta novena, alcanzadla del Señor;
y si no, ordenad mi petición con todos mis pensamientos, palabras y obras a lo
que fue siempre el blasón de vuestras heroicas empresas: a mayor gloria de
Dios.
Quinto
día: Para que fortalezcáis la fragilidad de mi espíritu
Jesús
mío dulcísimo, que nos encomendasteis la paciencia en los trabajos de esta vida
como la senda de la perfección y el camino real de la gloria: os ofrezco los
merecimientos de mi glorioso Padre San Ignacio, y singularmente los de aquella
paciencia invicta con que sufrió desprecios, calumnias, cárceles y cadenas con
un espíritu tan constante y alegre en los trabajos, que decía no tener el mundo
tantos grillos y cadenas como deseaba padecer por Jesús. Os suplico, Padre
amantísimo de mi alma, fortalezcáis la fragilidad de mi espíritu, para que con
invencible paciencia resista los trabajos, penas y angustias de esta miserable
vida, pobreza, dolores y afrentas, fabricando de ellas escala para subir a la
gloria, y la gracia que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de
Dios, honor del Santo y bien de mi alma. Amén.
Tres
Padrenuestros y Avemarías
Oración
final
Oh Dios,
que para propagar la mayor gloria de tu nombre, has fortalecido por medio de
San Ignacio a la Iglesia militante con un nuevo auxilio: alcánzanos que con su
ayuda y a imitación suya peleemos en la tierra hasta conseguir ser coronados
con él en el cielo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Sexto día de la
novena a San Ignacio de Loyola
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro
enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Amén.
Acto
de contrición
¡Señor
mío, Jesucristo!
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois,
Bondad infinita,
y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del
infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y
cumplir la penitencia que me
fuere impuesta.
Amén.
Oración
para todos los días
Gloriosísimo
Padre y Patriarca San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús y Padre
amantísimo: si es para mayor gloria de Dios, honor vuestro y provecho de mi
alma que yo consiga la gracia que os pido en esta novena, alcanzadla del Señor;
y si no, ordenad mi petición con todos mis pensamientos, palabras y obras a lo
que fue siempre el blasón de vuestras heroicas empresas: a mayor gloria de
Dios.
Sexto
día: Por el don de la oración perfecta
Jesús
mío dulcísimo, que con el ejemplo y las palabras nos enseñasteis el continuo
ejercicio de la oración y a vivir con el cuerpo en la tierra y en el cielo con
el espíritu: os ofrezco los merecimientos de mi glorioso Padre San Ignacio, y
singularmente los de aquella continua y perfectísima oración con que vivió
entre los ángeles mientras moraba entre los hombres, para conducirlos con sus
trabajos y fatigas a la patria bienaventurada. Os suplico, Padre amantísimo de
mi alma, me concedáis el don de la oración perfecta en aquel grado que me
conviene para mi salvación y para llevar a otros muchos a la gloria, y la
gracia que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, honor del
Santo y bien de mi alma. Amén.
Tres
Padrenuestros y Avemarías
Oración
final
Oh Dios,
que para propagar la mayor gloria de tu nombre, has fortalecido por medio de
San Ignacio a la Iglesia militante con un nuevo auxilio: alcánzanos que con su
ayuda y a imitación suya peleemos en la tierra hasta conseguir ser coronados
con él en el cielo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Séptimo día de la
novena a San Ignacio de Loyola
Por la señal de la Santa Cruz, de n
uestro
enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Amén.
Acto
de contrición
¡Señor
mío, Jesucristo!
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois,
Bondad infinita,
y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del
infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y
cumplir la penitencia que me
fuere impuesta.
Amén.
Oración
para todos los días
Gloriosísimo
Padre y Patriarca San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús y Padre
amantísimo: si es para mayor gloria de Dios, honor vuestro y provecho de mi
alma que yo consiga la gracia que os pido en esta novena, alcanzadla del Señor;
y si no, ordenad mi petición con todos mis pensamientos, palabras y obras a lo
que fue siempre el blasón de vuestras heroicas empresas: a mayor gloria de
Dios.
Séptimo
día: Por una mortificación interior y exterior
Jesús
mío dulcísimo, que con las austeridades de vuestra sacratísima vida, pasión y
muerte procurasteis inspirarnos una vida austera, rígida, penitente y
mortificada: os ofrezco los merecimientos de mi Padre San Ignacio, y
singularmente los de su espantosa penitencia, con la cual convirtió la gruta de
Manresa en un abreviado mapa de los rigores de Egipto, Tebaida y Nitria, y
venció todas sus pasiones hasta reducirlas a ser instrumentos de la divina
gracia. Os suplico, Padre amantísimo de mi alma, me concedáis una mortificación
interior y exterior tan perfecta que sujete todas mis pasiones y apetitos a la
gracia, y con austeridades y penitencias de la carne, mi cuerpo obedezca a las
leyes de una castidad evangélica; y la gracia que os pido en esta novena a
mayor gloria de Dios, honor del Santo y bien de mi alma. Amén.
Tres
Padrenuestros y Avemarías
Oración
final
Oh Dios,
que para propagar la mayor gloria de tu nombre, has fortalecido por medio de
San Ignacio a la Iglesia militante con un nuevo auxilio: alcánzanos que con su
ayuda y a imitación suya peleemos en la tierra hasta conseguir ser coronados
con él en el cielo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Octavo día de la
novena a San Ignacio de Loyola
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro
enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Amén.
Acto
de contrición
¡Señor
mío, Jesucristo!
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois,
Bondad infinita,
y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del
infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y
cumplir la penitencia que me
fuere impuesta.
Amén.
Oración
para todos los días
Gloriosísimo
Padre y Patriarca San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús y Padre
amantísimo: si es para mayor gloria de Dios, honor vuestro y provecho de mi
alma que yo consiga la gracia que os pido en esta novena, alcanzadla del Señor;
y si no, ordenad mi petición con todos mis pensamientos, palabras y obras a lo
que fue siempre el blasón de vuestras heroicas empresas: a mayor gloria de
Dios.
Octavo
día: Por una perfectísima obediencia a todos mis superiores
Jesús
mío dulcísimo, que desde el instante de vuestra encarnación en el seno purísimo
de vuestra madre Virgen, obedecisteis hasta morir obediente en la cruz: os
ofrezco los merecimientos de mi glorioso Padre San Ignacio, y singularmente los
de su heroica obediencia con que obedeció a todos sus superiores, especialmente
al Sumo Pontífice de Roma, Vicario de Cristo en la tierra, consagrado con toda
su religión, la Compañía de Jesús, con particular voto a la obediencia de la
Santa Sede. Os suplico, Padre amantísimo de mi alma, me concedáis una
perfectísima obediencia a todos mis superiores, continuada todos los instantes
de mi vida, y perfecta en los tres grados de obedecer en cuanto a la ejecución,
en cuanto a la voluntad y en cuanto al entendimiento, y la gracia que os pido
en esta novena a mayor gloria de Dios, honor del Santo y bien de mi alma. Amén.
Tres
Padrenuestros y Avemarías
Oración
final
Oh Dios,
que para propagar la mayor gloria de tu nombre, has fortalecido por medio de
San Ignacio a la Iglesia militante con un nuevo auxilio: alcánzanos que con su
ayuda y a imitación suya peleemos en la tierra hasta conseguir ser coronados
con él en el cielo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Noveno día de la
novena a San Ignacio de Loyola
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro
enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Amén.
Acto
de contrición
¡Señor
mío, Jesucristo!
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois,
Bondad infinita,
y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del
infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y
cumplir la penitencia que me
fuere impuesta.
Amén.
Oración
para todos los días
Gloriosísimo
Padre y Patriarca San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús y Padre
amantísimo: si es para mayor gloria de Dios, honor vuestro y provecho de mi
alma que yo consiga la gracia que os pido en esta novena, alcanzadla del Señor;
y si no, ordenad mi petición con todos mis pensamientos, palabras y obras a lo
que fue siempre el blasón de vuestras heroicas empresas: a mayor gloria de
Dios.
Noveno
día: Por una sólida y cordial devoción para con María Santísima
Jesús
mío dulcísimo, que al morir nos mostrasteis el amor y deseo ardiente que
teníais de que los hombres todos amasen, reverenciasen y sirviesen a vuestra
Santísima Madre, encomendándola al Discípulo Amado: os ofrezco los
merecimientos de mi glorioso Padre San Ignacio, y singularmente los que atesoró
con la cordialísima devoción que profesaba a María Santísima, a quien escogió
por Madre desde su conversión; y después esta Señora hizo oficio de madre
amorosa en todas las empresas que para mayor gloria vuestra emprendió el Santo,
iluminándole para que escribiese el libro admirable de los Ejercicios y el de
las Constituciones y Reglas de la Compañía. Os suplico, Padre amantísimo de mi
alma, me concedáis una sólida y cordial devoción para con María Santísima,
vuestra Madre, aquella devoción que es señal cierta de predestinados; que yo
sirva a esta Señora con los obsequios del más fiel y obediente hijo, y la
gracia que os pido en esta novena a mayor gloria de Dios, honor del Santo y
provecho de mi alma. Amén.
Tres
Padrenuestros y Avemarías
Oración
final
Oh Dios,
que para propagar la mayor gloria de tu nombre, has fortalecido por medio de
San Ignacio a la Iglesia militante con un nuevo auxilio: alcánzanos que con su
ayuda y a imitación suya peleemos en la tierra hasta conseguir ser coronados
con él en el cielo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.