"Ventana abierta"
DOMINICAS LERMA
¿SABÍAS QUE…
… NUESTRO OBISPO PODRÍA LLENAR PÁGINAS DE PRENSA ROSA?
El hecho de que el grupo de predicadores tuviese una casa fue
visto por todos nuestros amigos como un regalo del Cielo… pero, para el obispo,
aquello fue mucho más. Fue la señal que estaba esperando para meter cartas en
el asunto. A partir de este momento de la narración, Fulco va a cobrar
protagonismo, así que, antes de que entre en acción, creo que es el momento de
detenernos unos instantes para conocer al que va a ser nuestro principal protector…
y su peculiar historia.
Fulco había nacido en Marsella, en una familia de
comerciantes muy ricos. Perdió a su madre cuando era muy pequeño, por lo que su
padre se encargó de darle una esmerada educación. El muchacho resultó ser muy
avispado, perspicaz, con grandes dotes tanto para la dialéctica como para las
matemáticas. Motivos tenía de sobra el buen padre para frotarse las manos
viendo tan bien dotado a su sucesor… pero en realidad el pobre hombre se pasaba
el día echándose las manos a la cabeza: el gusto que demostraba el jovencito
por los negocios era exactamente el mismo que sentía por todo lo que fuese
fiesta y jolgorio.
En efecto, Fulco tenía un carácter abierto, extrovertido al
máximo, era divertido, agudo, de conversación apasionante… en fin, que se
convertía en el alma de la fiesta en menos de lo que canta un gallo. Y, si por
él fuera, empalmaría bailes y banquetes uno detrás de otro, seguidito como el
pasodoble. Solo la vigilancia paterna ponía freno a este muchacho alocado.
Sin embargo, pocos años más tarde, el padre de Fulco murió.
El joven, de repente, se vio dueño de una importante fortuna y sin nadie que le
pusiera límites.
Puedes imaginar el resultado, ¿no? Pues eso: de fiesta en
fiesta, y vuelta a empezar.
Pero que nadie piense que Fulco iba gastando a lo tonto.
Sería un vivales, pero también era muy astuto. En las fiestas se dedicaba a
conocer a personas importantes, con influencia… y poco a poco su nombre comenzó
a sonar en la alta sociedad. Como te decía, este jovencito tenía una personalidad
atractiva y arrolladora, por lo que se granjeó la amistad de condes y
príncipes.
Como los negocios de su padre fluían como la seda y sin
grandes esfuerzos gracias a sus nuevos contactos, Fulco decidió dedicarse a
algo que fuese más acorde a sus gustos:
Se convirtió en trovador.
Así. Tal cual lo oyes. Reconoce conmigo que era un planazo:
era la forma perfecta de que te inviten a todas las fiestas importantes… y
además te paguen por ir. Lo dicho: un planazo.
Y aquel jovencito guapo y atrevido, pronto empezó a ser
objeto de las miradas de todas las damiselas de la corte. Para qué nos vamos a
engañar: A Fulco, las mujeres… se le daban muy bien.
Coqueteaba sin escrúpulos con unas y con otras, eligiendo
para cada fiesta una compañera distinta… y rompiendo corazones al morir el
último compás de la música. Ese era el punto misterioso de Fulco, lo que, al
mismo tiempo, le hacía tan atractivo: galán irresistible, después de enamorar a
una dama, lo máximo que hacía era compartir un par de bailes… para luego
despedirse de ella para siempre.
Sus romances no duraban más que unas horas. Ese apuesto
caballero que jugaba a enamorar… en realidad estaba profundamente enamorado.
Sí, sí, pero que nadie ponga ojitos tiernos, porque aquí la historia no hace
más que complicarse. Pudiendo haber elegido a cualquier chica de la corte (pues
todas caían rendidas ante sus encantos) nuestro buen Fulco se enamoró de una
mujer bellísima… pero que estaba casada.
El joven, acostumbrado a lograr lo que se proponía, no se
amedrentó. Luchó por robar el corazón de esa dama sin importarle lo más mínimo
el sacramento. Le dedicó poemas y versos, y trató de acercarse a ella sin
demasiada discreción… pero sus grandes dotes de seducción no dieron resultado.
Si alguna vez le miró complacida, en cuanto descubrió sus verdaderas
intenciones… digna esposa y noble como era, no tardó ni dos minutos en mandarle
a hacer gárgaras con cristales.
Y Fulco, en cada fiesta, volvía a sacar a bailar a una dama,
deseando olvidar a la que le robó el corazón a él… para decepcionarse después
porque ninguna era como ella.
***
En estos dramas amorosos andaba nuestro trovador cuando los
acontecimientos dieron un giro inesperado: estalló la guerra.
Las fiestas, los nobles, la música, las damas… todo
desapareció de la noche a la mañana. Y Fulco se vio solo de repente. Su mundo
se había desvanecido como por arte de magia. Ya no quedaba nada.
Cualquier otro podía haber sido presa de la desesperación. Pero
este hecho logró lo que su padre no había conseguido: hizo que Fulco se sentase
a reflexionar. Contempló lo que había sido su vida, asombrado de que todo puede
desvanecerse en un instante, de que nada perdura, de que todo es pasajero…
¿todo?
Justo en ese momento sintió en su cuello el roce de la cadena
que llevaba. Tiró de ella y contempló el crucifijo de plata, heredado de su
padre. Y, mirando el rostro del Crucificado, de pronto comprendió que hay algo
que no cambia, que hay un amor que nada ni nadie puede borrar: el amor de
Cristo. Y de pronto experimentó ese amor en su corazón: el Buen Pastor abrazaba
a esa oveja perdida con toda su ternura…
Fulco sintió que había encontrado la roca firme sobre la que construir a partir de entonces su vida. Poco después, entró como monje cisterciense en la abadía de Thoronet. Unos años más tarde sería elegido abad, y, poco más tarde, fue nombrado obispo de Toulousse. Así fue como le conoció Domingo. El trovador se había convertido en un pastor ejemplar. Cristo había conquistado por completo y para siempre el corazón de Fulco y, todas las energías que un día puso en las fiestas de príncipes terrenos, hoy las ponía al servicio del Rey del Cielo.
PARA ORAR
-¿Sabías que… al Señor le encanta transformarlo todo?
Si hubiésemos conocido solo el principio de la historia de
Fulco, le habríamos definido como un “caso perdido”. Podríamos haberle descrito
como un hombre superficial, frívolo… y, sin embargo, él es precisamente el
hombre que Cristo había elegido para que la obra de Domingo pudiera salir
adelante. Precisamente él va a ser la pieza clave para que nazca la Orden de
Predicadores.
Así ocurrió en las bodas de Caná: los servidores llenan las
tinajas de agua; es decir, algo insípido, inoloro, incoloro… pero, al sacarlo
de la tinaja, ese mismo líquido tenía sabor, olor, color: ¡¡era vino!!
Si Jesús puede hacer esto con un simple líquido, ¿qué no hará
con una persona, uno de los que llama “amigos”? Él puede transformar una vida
por completo, y así, la oscuridad de una tinaja, de una situación difícil o de
un momento de incertidumbre, de Su mano se convierte en la oportunidad de
crecer, ¡de transformarse! Con Él, ¡hasta la oscuridad se vuelve luz!
De la mano de Cristo, todo tiene un final feliz; y, si no es
feliz… es porque no es el final. “Todo es para bien de los que aman a Dios”.
VIVE DE CRISTO
Pd. 1: Como dato curioso, debemos decir que Fulco es nombrado por Dante en su Divina Comedia. Nuestro querido obispo, en el canto IX del Paraíso, ¡¡¡aparece como trovador!!! Y aquí te dejo una imagen, para que puedas “ponerle cara”…
Pd. 2: Al final de
este capítulo, quiero darte las gracias por haberme acompañado todo el curso
compartiendo las aventuras de sto. Domingo. Quiero desearte unas muy felices
vacaciones y… ¡¡volvemos en septiembre!!
¡Ah! Algunos me habéis comentado que os gustaría leer todos los capítulos desde el principio. Los encontraréis en la página web, ¡aquí os dejo el link!
https://www.dominicaslerma.es/vivedecristo/sabias-que.html?start=58
Os deseo un muy feliz verano a todos, que sea un tiempo de descanso y de crecimiento en el Señor, ¡¡un tiempo para disfrutar de Él y de sus dones!! ¡Muy unidos en Cristo!
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