"Ventana abierta"
Domingo 7º. de Pascua. Ciclo A.
José Luis Sicre
Fe adulta
TRIUNFO Y MISIÓN
ASCENSIÓN DEL SEÑOR. CICLO A
El domingo de Resurrección celebramos la
victoria de Jesús sobre la muerte; en la fiesta de la Ascensión celebramos su
triunfo definitivo. Una especie de Premio Nobel después de una dura carrera.
Algo que debe llenarnos de alegría y orgullo.
Las lecturas recurren a imágenes muy
distintas. Lucas, en el libro de los Hechos, basándose en la cultura
grecorromana, presenta el triunfo como subida al cielo; la carta a los Efesios,
como estar sentado a la derecha de Dios; el evangelio, como la plenitud del
poder (el conocedor del Antiguo Testamento percibe también la supremacía
absoluta de Jesús sobre Moisés). Pero no se trata de un triunfo para
quedarnos embobados mirando al cielo. En la primera y tercera lecturas adquiere
especial relieve el tema de la misión.
Subir al cielo como imagen del triunfo
(Hechos 1,1-11)
Jesús subiendo al cielo es una imagen
bastante representada por los artistas, y la tenemos incorporada desde niños,
además de formar parte de nuestra profesión de fe. Alguno podría imaginar que
esta escena se encuentra en los cuatro evangelios. Sin embargo, el único que la
cuenta es Lucas, y por dos veces: al final de su evangelio y al comienzo del
libro de los Hechos. Pero son versiones bastante distintas.
El evangelio ofrece una versión muy breve.
El mismo día de la resurrección, después de aparecerse a los discípulos y
hablar con ellos, Jesús los saca hacia Betania, los bendice alzando las manos y
es llevado al cielo. Ellos se postran y vuelven alegres a Jerusalén.
Cuando escribe el libro de los Hechos,
Lucas introduce cambios muy notables en este momento final.
1. Los cuarenta días. El evangelio de
Lucas y los otros evangelistas no dice nada de este período de 40 días entre la
resurrección y la ascensión. ¿Por qué lo introduce Lucas en el libro de los
Hechos? ¿Qué quiere decirnos? El número 40 se usa en la Biblia para indicar
plenitud, sobre todo cuando se refiere a un período de tiempo. El diluvio dura
40 días y 40 noches; la marcha de los israelitas por el desierto, 40 años; el
ayuno de Jesús, 40 días… Se podrían citar otros muchos ejemplos. En este caso,
lo que pretende decir Lucas es que los discípulos necesitaron más de un día
para convencerse de la resurrección de Jesús, y que este se les hizo
especialmente presente durante el tiempo que consideró necesario, para terminar
también de instruirlos sobre el Reino de Dios.
2. La comida de despedida. Se centra
en la orden de Jesús de permanecer en Jerusalén hasta que reciban el Espíritu
Santo. Algo parecido había escrito Lucas en el evangelio: «Quedaos en la ciudad
hasta que seáis revestidos de una fuerza de lo alto». Aquí queda más clara la
referencia al Espíritu Santo, preparándonos para la próxima fiesta de
Pentecostés.
3. Se supone que el grupo se pone en
marcha hacia el monte de los Olivos, porque más tarde se dirá que «se
volvieron a Jerusalén desde el monte de los Olivos». Al llegar allí los
discípulos manifiestan su preocupación puramente política: la restauración del
reino de Israel. Su pregunta le sirve a Jesús para volver la atención a lo
realmente importante: la venida del Espíritu, que les dotará de fuerza para extender
el evangelio desde Jerusalén hasta el confín de la tierra. Estas palabras
resumen lo que contará el libro, que anuncia la llegada del evangelio a
Samaria, la costa, los paganos de Cesarea, Antioquía de Siria, actual Turquía,
Grecia, terminando en Roma (que algunos consideran “el confín del mundo”).
Apenas terminado de decir esto, Jesús es
arrebatado e, igual que se contaba de Hércules, una nube lo oculta. Mientras
los discípulos miran al cielo se les aparecen dos personajes vestidos de blanco
que les hablan de la vuelta definitiva de Jesús.
Con respecto al momento de la ascensión se
advierten las siguientes diferencias:
· En el Evangelio, Jesús bendice antes de
subir al cielo (en Hch, no).
· En Hechos, una nube oculta a Jesús (en el evangelio no se menciona la nube).
· En el evangelio, los discípulos se postran (en Hch se quedan mirando al
cielo).
· En el evangelio vuelven a Jerusalén; en Hch se les aparecen dos personajes
vestidos de blanco que les dirigen unas palabras.
Si el mismo autor, Lucas, cuenta el mismo
hecho de formas tan distintas, significa que no podemos quedarnos en lo
externo, en el detalle, sino que debemos buscar el mensaje profundo.
Desde las primeras páginas de la Biblia
encontramos la idea de que una persona de vida intachable no muere, es
arrebatada al cielo, donde se supone que Dios habita.
Así ocurre en el Génesis con el patriarca
Henoc, y lo mismo se cuenta más tarde a propósito del profeta Elías, que es
arrebatado al cielo en un carro de fuego. Interpretar esto en sentido histórico
(como si un platillo volante hubiese recogido al profeta) significa no conocer
la capacidad simbólica de los antiguos.
Sin embargo, existe una diferencia radical
entre estos relatos del Antiguo Testamento y el de la ascensión de Jesús. Henoc
y Elías no mueren. Jesús sí ha muerto. Por eso, no puede equipararse sin más el
relato de la ascensión con el del rapto al cielo.
Es preferible buscar la explicación en la
línea de la cultura clásica greco-romana. Aquí sí tenemos casos de personajes
que son glorificados de forma parecida tras su muerte. Los ejemplos que suelen
citarse son los de Hércules, Alejandro Magno, Augusto, Drusila, Claudio, y
Apolonio de Tiana. Los incluyo al final para los interesados.
Estos ejemplos confirman que el relato tan
escueto de Lucas no debemos interpretarlo al pie de la letra, como han hecho
tantos pintores, sino como una forma de expresar la glorificación de Jesús.
Sentado a la derecha de Dios (Efesios
1,17-23)
En la segunda lectura, el autor de la
carta a los Efesios (Pablo o, más probablemente, un colaborador suyo) no cuenta
la ascensión de Jesús al cielo, pero se explaya hablando de su triunfo con una
imagen distinta: está sentado a la derecha de Dios, por encima todo y de todos.
Se cumple la promesa hecha al Mesías en el Salmo 110: «Siéntate a mi derecha
mientras pongo a tus enemigos como escabel de tus pies». Pero la carta no
menciona enemigos, sino realidades que le quedan sometidas. Quienes
estudiábamos de pequeño los órdenes angélicos recordamos la serie: «ángeles,
arcángeles, querubines, serafines, virtudes, tronos, dominaciones y
potestades». En Éfeso, quienes tenían especial importancia en la piedad popular
eran una especie de divinidades intermedias: principados, potestades, fuerzas,
dominaciones. El autor de la carta no arremete contra ellos con pasión
inquisitorial sino que los coloca a los pies de Jesús para dejar claro su
triunfo.
Potestad plena y misión (Mateo 28,16-20)
La primera lectura (Hechos) y el evangelio
(Mateo) coinciden en ofrecernos unas palabras de despedida de Jesús a sus
discípulos. El evangelio las cuenta así:
Si comparamos lo que dice Mateo con lo que
ha contado Lucas en los Hechos encontramos también aquí notables diferencias:
― Lucas sitúa la despedida en Jerusalén,
los discípulos muestran una vez más su preocupación política por la
restauración del reino de Israel, y Jesús desvía la atención hacia la próxima
venida del Espíritu Santo.
― Mateo la sitúa en Galilea, los
discípulos no dicen nada, Jesús los envía de inmediato al mundo entero y lo que
promete no es la venida del Espíritu sino su compañía continua: «Yo estaré con
vosotros hasta el fin del mundo».
A pesar de estas grandes diferencias, los
dos textos coinciden en la importancia de la misión.
Hechos: Recibiréis fuerza para ser
mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del
mundo.
Mateo: Id y haced discípulos de
todos los pueblos.
Por eso, la Ascensión de Jesús no es
motivo para quedarse mirando al cielo. Hay que mirar a la tierra, al mundo
entero, en el que los discípulos de Jesús debemos continuar su misma obra,
contando con la fuerza del Espíritu y la compañía continua del Señor.
Pero las palabras de Jesús comienzan con
otra idea fundamental: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra».
El evangelio de Mateo ha ido contrastando desde el comienzo a Jesús con Moisés.
Al principio sufrían la misma amenaza por parte del faraón o de Herodes; luego,
Jesús aparecía en las tentaciones como un buen discípulo de Moisés, que citaba
sus palabras en el momento oportuno; pero más tarde, en el Sermón del monte,
Jesús se revela superior a Moisés, contraponiendo lo que él enseño con lo que
él dice («Habéis oído que se dijo… pero yo os digo»). Cuando se llega al
momento final, Moisés muere y se entona por él una elegía fúnebre al final del
Deuteronomio (Dt 34). Jesús, en cambio, después de muerto recibe «pleno poder
en cielo y tierra». Mateo no cuenta la ascensión pero exalta su triunfo final.
Textos clásicos sobre la subida al cielo
de un gran personaje
A propósito de Hércules escribe Apolodoro
en su Biblioteca Mitológica: “Hércules... se fue al monte Eta, que pertenece a
los traquinios, y allí, luego de hacer una pira, subió y ordenó que la
encendiesen (...) Mientras se consumía la pira cuenta que una nube se puso
debajo, y tronando lo llevó al cielo. Desde entonces alcanzó la
inmortalidad...” (II, 159-160).
Suetonio cuenta sobre Augusto: “No faltó
tampoco en esta ocasión un antiguo pretor que declaró bajo juramento que había
visto que la sombra de Augusto, después de la incineración, subía a los cielos”
(Vida de los Doce Césares, Augusto, 100).
Drusila, hermana de Calígula, pero tomada
por éste como esposa, murió hacia el año 40. Entonces Calígula consagró a su
memoria una estatua de oro en el Foro; mandó que la adorasen con el nombre de
Pantea y le tributasen los mismos honores que a Venus. El senador Livio
Geminio, que afirmó haber presenciado la subida de Drusila al cielo, recibió en
premio un millón de sestercios. De Alejandro Magno escribe el Pseudo
Calístenes: “Mientras decía estas y otras muchas cosas Alejandro, se extendió
por el aire la tiniebla y apareció una gran estrella descendente del cielo
hasta el mar, acompañada por un águila, y la estatua de Babilonia, que llaman
de Zeus, se movió. La estrella ascendió de nuevo al cielo y la acompañó el
águila. Y al ocultarse la estrella en el cielo, en ese momento se durmió
Alejandro en un sueño eterno" (Libro III, 33).Con respecto a Apolonio de
Tiana, cuenta Filóstrato que, según una tradición, fue encadenado en un templo
por los guardianes. “Pero él, a medianoche se desató y, tras llamar a quienes
lo habían atado, para que no quedara sin testigos su acción, echó a correr
hacia las puertas del templo y éstas se abrieron y, al entrar él, las puertas
volvieron a su sitio, como si las hubiesen cerrado, y que se oyó un griterío de
muchachas que cantaban, y su canto era: Marcha de la tierra, marcha al cielo,
marcha” (Vida de Apolonio de Tiana VIII, 30).
Sobre la nube véase también Dionisio de
Halicarnaso, Historia antigua de Roma I,77,2: “Y después de
decirle esto, [el dios] se envolvió en una nube y, elevándose de la tierra, fue
transportado hacia arriba por el aire”.
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