"Ventana abierta"
Los cinco minutos del Espíritu Santo
Mons. Víctor Manuel Fernández
Algunos, ya desde niños, abrieron su corazón a la gracia del
Espíritu Santo. Pero otros se resistieron mucho tiempo. Veamos el ejemplo del
apasionado y mundano San Agustín. Él mismo nos cuenta cómo gastó muchos años de
su vida esclavizado en muchos pecados:
"Ardía en el deseo de saciar mis bajos apetitos, y me
convertí en una selva de amores oscuros... Me excedí en todo... Le concedí a la
lujuria todo poder sobre mi vida y con todas mis fuerzas me entregué a
ella" (Confesiones 2,1-2).
Pero a pesar de haber conocido de cerca los vicios y todo
tipo de placeres, cuando abrió el corazón al amor de Dios, se lamentó de haber
gastado sus energías en esas vanidades, se lamentó de no haber encontrado antes
el cautivante amor divino: "¡Qué tarde te amé, hermosura tan antigua y tan
nueva!" (Confesiones 10,27).
Muchos de nosotros no hemos tenido nunca una vida muy desenfrenada, o no hemos experimentado una maravillosa liberación como Agustín. Pero todos estamos llamados a una vida mejor, más santa, más buena (Filipenses 3,12-14). Invoquemos al Espíritu Santo para poder lograrlo. Él es capaz de transformarlo todo si le damos espacio en nuestra existencia.
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