"Ventana abierta"
ÁNGELUS
INMACULADA CONCEPCIÓN
P. Santiago Martín
Franciscanos de María
Contemplamos a María en otro de sus atributos, quizá el primero junto a Criatura de Dios, como Inmaculada: "La Inmaculada Concepción de María", decimos al proclamar el dogma.
No piensen ustedes que este dogma ha sido siempre aceptado unánimemente desde el principio por todos, ha tardado mucho en abrirse camino entre todos los creyentes, entre todos los católicos.
Grandes Santos amantes de la Virgen, devotos de Ella como por ejemplo San Bernardo, no lo veían así, creían que estaba reñido con aquella afirmación de San Pablo: "Todos pecaron", en el sentido de que Jesucristo había sido el Redentor de todos.
"Si todos pecaron -decía San Bernardo- la Virgen María también tenía que haber pecado aunque sólo fuera el pecado original".
El propio Santo Tomás, este gran sabio de nuestra Iglesia, decía que la Inmaculatización no le había venido a la Virgen en el momento de la Concepción, sino a lo largo del embarazo.
La devoción popular estaba en contra de estas opiniones, decía que Aquella que era tan buena, que era realmente la Madre siempre fiel, no podía haber conocido nunca, ni siquiera en la concepción, el pecado, ni siquiera el pecado original. Y fue un teólogo franciscano el que resolvió el problema, recordando que hay dos tipos de medicina:
La medicina curativa que te quita una enfermedad que ya has contraído.
Y la medicina preventiva que te cura realmente, pero a base de evitar que te contagies de esa enfermedad.
Por lo tanto María, efectivamente es también salvada por su Hijo, pero salvada de una manera distinta; a Ella se le aplica la medicina preventiva, y a los demás el otro tipo más corriente de medicina.
Dicho esto y aclarado el concepto de "El Dogma de la Inmaculada", tenemos que preguntarnos:
¿Qué nos enseña ese dogma?
¿Qué tiene que ver con nuestra vida?
Yo les diría, que había que fijarse en María como Inmaculada, para verla como Aquella que es el modelo de todas las virtudes.
Por ejemplo, la mayor parte de nosotros, cuando tenemos una necesidad, cuando tenemos un problema acudimos a Ella, ¡y hacemos bien!
No hagan ustedes caso a los que dicen que no hay que ir a rezar a la Virgen, o a los Santos, o a pedirle a Dios. A Dios no le cansa que le pidamos, ¡tenemos que pedir! El propio Señor dijo: "Pedid y se os dará".
Tenemos que pedir, pero no sólo pedir, tenemos también que dar gracias y, demás, a la hora de pedir sólo material, por ejemplo, la santidad.
El 8 de diciembre contemplamos a María como la Inmaculada. Yo les invitaría a ustedes -nos dice el P. Santiago Martín- que le dijeran a la Virgen María:
¡Ayúdame a ser como Tú!
¡Ayúdame a luchar contra el pecado!
¡Ayúdame a ser mejor, más generoso, menos rencoroso, menos vengativo, a ser una persona más disponible para ayudar a los demás!
¡Ayúdame a ser como Tú, que mi amor por Ti y tu amor por mí me inmaculatice de algún modo, que ese amor sea como una especie de impermeable que me proteja del pecado, que de esta forma la Gracia de Dios me ayude más, o yo sea más capaz de secundar la Gracia de Dios para luchar contra el pecado.
Que le pidamos a la Virgen las virtudes , que nos ayude a ser cada día un poco mejores.
"Redención fue para Vos,
Preservaros Dios, María,
Que antes de encarnar tenía
Virtud la Sangre de Dios.
Sin tiempo Dios con morir
La humanidad redimió,
Eternamente ordenó
Haberla de redimir.
Y el redimiros a Vos,
no es sólo en tiempo, María,
Que en la eternidad tenía
Virtud la Sangre de Dios.
¡Sálvame, Madre mía!
Te pido en mis oraciones,
Y con tu amor infinito
Se colman mis ilusiones.
Tu nombre, Virgen María,
Pronuncio en mis oraciones
Y cuanto más te venero
Más quiero decir tu nombre.
De noche cuando me acuesto
A Dios le pido soñarte,
Y al amanecer despierto
Tan sólo para adorarte.
Feliz día para todos.
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