"Ventana abierta"
Casa natal de Santa Ángela de la Cruz
Compañía de la Cruz
En junio de 1875
tenía ya otras tres compañeras, que deseaban seguir la aventura de esa vida que
el Señor inspiraba a Angelita. El 2 de agosto de se mismo año se inauguraba la
vida de comunidad, en un cuartito con derecho a cocina , en la casa nº 3 de la
calle San Luis, alquilado con el dinero que dejaba la mayor de las tres
primeras compañeras.
Calle San Luis nº 13
Desde aquel día comenzaron sus visitas y asistencias a los
pobres, con tal fervor que aquel día se olvidaron de preparar la propia comida.
De aquella pobre habitación, en sucesivas etapas, irán pasando primero a
una casa del barrio de San Lorenzo, donde encontrarán la protección del párroco
(después cardenal, actualmente beato) don Marcelo Spínola. Luego, a la calle
Lerena. Más tarde en 1881 a la calle Alcázares (hoy Santa Ángela de la Cruz)
donde morirá.
En 1877 se había
fundado la primera casa filial en Utrera, de la provincia de Sevilla. En 1878
falleció el Padre Torres Padilla, que había conducido hasta entonces como
primer Director, la Compañía. Ese mismo año es nombrado segundo Director el
sacerdote D. José María Álvarez y se inaugurará otra casa en Ayamonte (Huelva).
En 1879 el señor Arzobispo de Sevilla aprueba las Constituciones de la Compañía
redactadas por el Padre Álvarez, en conformidad con los papeles e ideas recibidas
por el Padre Torres de las inspiraciones y conversaciones con Sor Ángela. En
1880 se fundará la casa de Carmona (Sevilla). Y aún seguirán 23 fundaciones más
en vida de Sor Ángela de la Cruz. Entre otras, la de Málaga, propiciada
particularmente por su obispo don Manuel González, hoy también ya beato, y la
de Madrid.
A la vez que las fundaciones se multiplicaban las vocaciones de almas
generosas. Los ejemplos de sacrificio, caridad y humildad de las Hermanas de la
Cruz, llegaron a ser un elemento connatural con el paisaje ciudadano de
Sevilla. Tan querido que, aún en época de persecución, los sevillanos
decidieron que a las Hermanas de la Cruz no se las tocaba, mientras se llegaron
a quemar otros conventos e iglesias. Su ejemplo de caridad, pobreza y humildad
se extendían por Andalucía, Extremadura y poco a poco a otras regiones de
España (Castilla La Mancha, Galicia, Valladolid, Valencia y las Islas Canarias)
Argentina e Italia.
La Madre acudía a las
fundaciones, trataba con los fundadores bienhechores, procuraba que las casas
fueran de acuerdo con el espíritu de la Compañía: pobres y austeras, con lo
necesario para su ministerio propio. Lo mejor, para la capilla. El resto
desprovisto de todo adorno y lo más propio de pobres y penitentes. Una vez
establecida la superiora y las Hermanas, exhortándolas a vivir según el
Instituto, las dejaba en las manos de Dios y se comunicaba maternalmente con
ellas por cartas, para fomentar ante todas su espíritu y responder a las
cuestiones que se presentaban.
Así se inició una correspondencia epistolar de tal calidad espiritual, que
la pobre "zapaterita, negrita, y tontita", como se consideraba ella
ante Dios, ha dejado un verdadero tesoro de enseñanza espiritual.
Pocos autores espirituales se le podrán comparar en la capacidad de
penetración en las almas, la sintonía y luz que ofrece para encarnar la
sabiduría de la cruz en la vida concreta.
En 1894 Sor Ángela, “madre Angelita” o simplemente “Madre” como se
le llamaba ya en Sevilla, viajó a Roma para asistir a la beatificación del
maestro Juan de Ávila y Fray Diego de Cádiz, pudiendo entrevistarse con el Papa
León XIII, quien más tarde concedió el decreto inicial para la aprobación de la
Compañía.
En 1898 León XIII
dio el "decretum laudis" del Instituto y San Pío X, en 1904, su
aprobación pontificia y según aparece en el registro de Congregaciones, reza
así: "Hermanas de la Compañía de la Cruz de
Sevilla".
La Madre Angelita,
como la llamaban con cariño en Sevilla, se convirtió también con su palabra
hablada de conversación sencilla y profunda, en una institución. La consultaban
grandes y pequeños y le pedían su consejo y bendición. Cuanto más se ocultaba y
se humillaba tanto más la buscaban.
En 1907 Sor Ángela asumió
el gobierno y la responsabilidad de su Instituto religioso como primera Madre
General, reelegida por cuatro veces. Aunque tenía fama de “milagrera”,
destacaba por su naturalidad y sencillez.
En todos los
capítulos celebrados durante su vida la reeligieron. Las Hermanas no concebían
otra cosa posible. Pero en 1928, cuando ya tenía 82 años de edad, la Santa Sede
remitió el asunto de la confirmación de su elección a la discreción del
Cardenal, para que se eligiera otra religiosa distinta de la fundadora. Cuando
se leyó, ante todas, que habría que elegir esta vez otra religiosa, quedaron
consternadas las demás. Madre se arrodilló ante los pies del Visitador, se los
besó y añadió una expresión originalísima suya: Dios
se lo pague a Dios, para indicar que agradecía a Dios la
manifestación de su voluntad y que era lo que ella deseaba. Salió elegida la
Hermana Gloria. Madre quedó oficialmente como Superiora General honoraria y
consejera espiritual de todas.
En 1928 a pesar de la
exposición iberoamericana, en Sevilla continuaba habiendo pobres y necesidades,
por eso las Hermanas de la Cruz rondaban por los barrios más pobres,
santificándose especialmente con la virtud de la mortificación, al servicio de
Dios en los pobres, haciéndose pobres como ellos.
Cuando en 1925 se
cumplieron los primeros cincuenta años de la fundación del Instituto Sor Ángela
escribió en su "Carta de
año" a las Hermanas cuál era su anhelo para este tiempo nuestro:
Y después de los cien
años, la (persona) que vea una Hermana de la Cruz pueda decir:
Se
ve a las primeras, el mismo hábito exterior y el mismo interior; el mismo
espíritu de abnegación, el mismo de sacrificio...
Son
las mismas, la providencia para los pobres; dan de comer al hambriento, visten
al desnudo, buscan casa a los peregrinos, visitan a los enfermos, los limpian,
los asean, los velan sacrificando su reposo.
Son
todas para los pobres, mirándolos no sólo como hermanos, sino como señores, y
los acompañan y están con ellos a su lado...
Alguna vez la opinión
de personas sensatas que consideraban excesivo el clima de sacrificio
característico de la Compañía de la Cruz hizo temer que el Instituto naufragara
a corto plazo.
Sor Ángela
tranquilizó a las Hermanas:
"Eso
en vosotras está, si sois fieles al espíritu (la Compañía) durará hasta el fin
de los tiempos". Pero no les disimuló la seria advertencia de que, si
fallaban, el Instituto "podrá desaparecer como la sal en el agua".
Insistía en la fidelidad: "Que cuando celebren el primer centenario,
quienes hayan conocido a las presentes y vean a las de ese tiempo puedan decir:
Son las mismas, y en las presentes de hoy vive en todo su rigor el espíritu de
las primeras".
Y así es. Las Hermanas de la Cruz, hijas de tan
buena Madre, procuran ajustar en el tiempo presente sus pasos a las huellas que
ella dejó. En el capítulo primero de sus Constituciones, que fueron aprobadas
también por San Pío X en 1908, se expresa que El fin especial o distintivo de esta Congregación, es promover con la
divina gracia la salvación de las almas entre los pobres, a quienes las
Hermanas considerarán y amarán como a sus amos y señores.
Por ganar sus almas aplicarán su vida apostólica
a la visita diaria de enfermos necesitados a domicilio, asistiéndolos en sus
necesidades espirituales y materiales. Y también, a la gratuita y cristiana
educación de niñas pobres, en internados de huérfanas y en escuelas diurnas y
nocturnas. En otro lugar. "Y con el lenguaje mudo del ejemplo
llevando una vida voluntariamente pobre y austera, en la realización de sus
apostolados de caridad".
Continuación de la obra
Sor Ángela reunió a gente joven. Las
entusiasmó en la entrega al servicio de los humildes, haciéndose ellas pobres
con los pobres. Las Hermanas de la Compañía de la
Cruz así se llama su obra.
Atender a los
enfermos abandonados y solos: acompañándolos en sus propias casas, velándolos,
curándolos, visitándolos, llevándoles el consuelo de alguien que los quiere y
se preocupa por ellos.
Ayudar a los pobres:
orientándoles en sus problemas y acercándoles el consuelo de las virtudes
cristianas. Ser en el mundo un testimonio de desprendimiento, de pobreza, de
humildad, que llame un poco la atención entre tanto egoísmo, lujo y
despilfarro.
Proteger y enseñar a
la niñez abandonada: crearles un ambiente donde crezcan con alegría y
esperanza.
Las Hermanas de la Cruz, de entonces y de ahora, siguen a estrictamente
las normas de mortificación establecidas por Sor Ángela:
Comen
de “vigilia” duermen sobre una tarima de madera las noches que no les toca
velar, duermen poquísimo, pues quieren estar “instaladas en la cruz”, “enfrente
y muy cerca de la cruz de Jesús”, renunciando a los bienes de este mundo y
acudiendo sin tardanza donde los pobres las necesiten.
La fundadora imprimió
a su Compañía un ambiente de limpieza, de saludable alegría y de contenida
belleza de tal forma que sus conventos tendrían esplendor a base de cal,
estropajo, dos esterillas y cinco macetas. Su estilo sería el de mujeres
sencillas, verdaderamente populares, apartadas de la grandiosidad, impregnando
el aire de dulzura de tal forma que la gente agradecía aquel nuevo modo de
querer a Dios y a los pobres.
Las Hermanas visitan
de día y asisten a la vela nocturna al enfermo que tiene necesidad de ello,
llevan a los pobres la ayuda que recaban de quien tiene posibilidades, colocan a
las jóvenes, y hasta abrieron escuelas para las huérfanas solas; preparan a los
moribundos y amortajan a los difuntos.
Separadas del mundo
se encierran en su casa como ermitañas, después de haber consolado a los pobres
y enfermos. No se dedican a relaciones con el mundo; pero siempre hay alguna al
cuidado de la puerta para atender al pobre que llame. Pero están dispuestas a
salir de su retiro, si se trata de algo urgente como llevar un confesor a un
moribundo o algo semejante.
El estilo y
espiritualidad de Sor Ángela de la Cruz se ha conservado así en nuestro tiempo.
La Fundadora consideraba que la vocación que Dios le había hecho concebir y
lanzar en la Iglesia era para pocas.
La vida y obra de Sor
Ángela de la Cruz siguen realizando en el mundo las palabras de San Pablo:
"Porque
lo que parece locura de Dios, es más sabio que los hombres" (1 Cor 1,25)
Servir al necesitado
Desde el primer día las Hermanas comenzaron sus ministerios.
Actualmente la comunidad está dedicada a los trabajos específicos de la
Congregación:
- Visitar
enfermos y necesitados a domicilio.
- Asistencia domiciliaria a enfermos pobres, prestándoles toda
clase de servicios, desde prepararle el alimento necesario o cuidar de sus
tareas domésticas, hasta su aseo personal.
- Los enfermos solos o que la familia no puede atender, son
cuidados por la noche por las Hermanas que se desplazan a sus domicilios para
tal fin.
- La puerta de las Hermanas de la cruz está siempre abierta para atender a los necesitados que acuden a pedir ayuda o alimentos.
- Siguen manteniendo la austeridad que instauró Sor Ángela. "hacerse pobre con los pobres.
- Siguen manteniendo la austeridad que instauró Sor Ángela, "hacerse pobre con los pobres para llevarlos a Cristo", guardando abstinencia durante toda la vida y viviendo exclusivamente de la caridad material, sin poseer ningún bien material. Las comidas son sencillas y humildes suficientes.
- Imparten clases para adultas de Informática, Corte y confección, Bordados y toda clase de labores. También tiene dos grupos de catequesis, uno de adultos y otro de jóvenes. .
Para atender estos ministerios
las Hermanas no cuentan con más ingresos que la limosna que piden de puerta en
puerta.
Además de estas actividades, en otras casas del
Instituto tienen:
- Residencias para ancianos
- Internados de niños en situación de orfandad
donde se les ofrece la preparación académica suficiente dentro de un ambiente familiar.
Sor Ángela tuvo una
clara visión de que la vida de sacrificio y abnegación de las Hermanas no
podría llevarse a cabo sin una vida de intensa de oración.
Por eso su espíritu es totalmente contemplativo, con dos horas de oración
diarias además de otros rezos que hacen posible que vivan unidas a Dios, para
así darlo a los demás. De este trato asiduo con Dios brota la alegría que las
caracteriza y se percibe con sólo acercarse a sus conventos.
Centenario
ABC de Sevilla:
SEVILLA. DOMINGO 3 DE AGOSTO DE 1975 CENTENERIO DE LAS HERMANAS DE LA CRUZ. Sor Ángela de la Cruz con motivo de celebrarse ayer el Centenario de la Fundación de las Hermanas de la cruz, se ofició en la capilla de la Casa Madre, una Misa concelebrada presidida por el Obispo de Córdoba, Monseñor Cirarda. Tras la homilía hubo profesión de votos perpetuos de un grupo de hermanas y por la tarde dio comienzo el triduo conmemorativo, con gran asistencia de fieles.
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