"Ventana abierta"
Archidiócesis de Sevilla
Carta Pastoral con motivo de la
‘III Jornada Mundial de los Pobres’
Queridos hermanos y hermanas:
El 13 de junio de
2017, el papa Francisco hacía público un mensaje titulado “No amemos de palabra
sino con obras”. Con él instituía la “Jornada mundial de los pobres” que, en su
tercera edición, celebramos con el lema: La esperanza de los pobres nunca se frustrará. Estas palabras
del Salmo 9,19, nos dice el Papa que quieren devolver a los pobres la
esperanza perdida a causa de la injusticia, el sufrimiento y la precariedad de
la vida.
El Santo Padre describe con gran realismo las numerosas
formas de nuevas esclavitudes a las que están sometidos millones de hombres,
mujeres, jóvenes y niños. Habla de las familias que se ven obligadas a abandonar su
tierra para buscar una vida mejor; de huérfanos que han perdido a sus padres o que han
sido separados violentamente de ellos; de jóvenes a los que se les impide
el acceso al trabajo; de las víctimas de tantas formas de violencia, desde la
prostitución hasta las drogas. No olvida el Papa a los millones
de inmigrantes a los que se les niega la solidaridad y la igualdad.
Tampoco olvida a los marginados y sin hogar que deambulan por
las calles de nuestras ciudades.
Afirma el Papa que con frecuencia vemos a los pobres en
los vertederos para encontrar algo que comer o con qué vestirse, sin
que exista ningún sentimiento de culpa por parte de aquellos que son cómplices
en este escándalo. Considerados generalmente como parásitos de la sociedad, a
los pobres no se les perdona ni siquiera su pobreza. En vez de disminuir,
aumentan cada día a pesar de las conquistas de la civilización.
Nos dice el Papa que la opción por los últimos, por
aquellos que la sociedad descarta y desecha es una opción prioritaria que los
discípulos de Cristo deben vivir para no traicionar la credibilidad de la
Iglesia y dar esperanza efectiva a tantas personas indefensas. El compromiso de
los cristianos, con ocasión de esta Jornada Mundial y en la vida ordinaria de cada
día, debe conllevar un cambio de mentalidad para redescubrir lo esencial,
acompañando a los pobres no por un momento cargado de entusiasmo, sino con un
compromiso que se prolonga en el tiempo lleno de amor gratuito que no busca
recompensa.
A los numerosos voluntarios, que tienen el mérito de
ser los primeros en preocuparse de los pobres, les pide el Papa que crezcan en
su dedicación, adivinando en cada pobre lo que él realmente necesita, a no
detenerse ante la primera necesidad material, sino a ir más allá para descubrir
sus necesidades espirituales, prestando atención a su cultura y a sus maneras
de expresarse, y así poder entablar un verdadero diálogo fraterno. Les pide
también que dejen de lado los factores ideológicos o políticos, mirándolos con
la mano tendida y con amor.
Antes que nada, los pobres tienen necesidad de Dios.
Los pobres se acercan a nosotros porque les distribuimos comida, pero lo que
realmente necesitan va más allá del plato caliente o del bocadillo que les
ofrecemos. Los pobres necesitan nuestras manos para reincorporarse, nuestros
corazones para sentir de nuevo el calor del afecto, nuestra presencia para
superar la soledad. Necesitan amor. Muchas veces se requiere poco para devolverles
la esperanza: basta con detenerse, sonreír, escuchar… Son hombres, mujeres y
niños que esperan una palabra amistosa. Al encontrarnos con ellos, los
acercamos a Jesucristo y nosotros descubrimos el rostro de Jesús.
La realidad de la pobreza en nuestro mundo compromete
nuestra vida, con frecuencia demasiado cómoda. No nos quedemos paralizados o
resignados, como si la pobreza en el mundo fuera un mal fatal contra el que no
podemos luchar. Impliquémonos con generosidad sin poner condiciones.
La decisión del Papa de instituir una Jornada Mundial de los Pobres,
que en este año llega a su tercera edición, quiere espolear nuestra conciencia
un tanto adormecida y estimular nuestro compromiso. El próximo domingo, 24 de
noviembre, celebraremos la fiesta de Jesucristo Rey del Universo. Sería bueno
que entre ambos domingos la Vicaría para la Nueva Evangelización, Cáritas
Diocesana y las Delegaciones Diocesanas más directamente concernidas organicen
encuentros de solidaridad y ayuda concreta; que como signo de la realeza de
Cristo, se invite a los pobres y a los voluntarios a participar conjuntamente
en la Eucaristía de Cristo Rey, en el que recordaremos que la iglesia debe ser
en el mundo “el
reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la
justicia, el amor y la paz”.
Dios quiera que esta Jornada sea en un fuerte
llamamiento a nuestra conciencia creyente para que comprendamos, como nos ha
dicho más de una vez el papa Francisco, que los pobres no son un problema, sino
un recurso al cual acudir para acoger y vivir la esencia del Evangelio.
Para todos, y muy especialmente para los pobres y
quienes viven cerca de ellos ayudándoles y sirviéndoles, mi saludo fraterno y
mi bendición.
+ Juan Jose Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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