"Ventana abierta"
HOY EL RETO DEL AMOR ES
CREER Y ESPERAR
Hola, buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que
pases un feliz día.
ENREDADA
Enganchado al cinto, llevamos un rosario que elaboramos
en el monasterio. Para ello usamos bolas de madera que engarzamos en un cordón
gordo blanco. Ese cordón... ¡también lo hacemos aquí! En concreto, sor Amada se
encarga de tejerlo.
Tenía ganas de aprender, así pues, el otro día me senté
junto a ella, que, con mucha paciencia, me aceptó como aprendiz.
Que si gira por aquí, que si tira por allá... A los dos
segundos a mí me faltaban dedos en las manos para agarrar tanto hilo.
“Y ahora se hace una lazada... y ahora tira...”
Bueno, eso de “tira” es si las cosas van bien. Porque
hice la lazada... y el hilo no corría. Nueva lazada, tiro... y se me enreda.
Tiro de nuevo... y casi me ahorco el dedo que se me había despistado por
medio...
La tarea ya se me antojaba misión imposible, pero mi
improvisada maestra seguía animándome, mientras me aseguraba que cada vez iba
mejor. Y, efectivamente, un rato después, ¡comenzó a salirme un cordón muy
presentable!
He orado mucho esto. Sin el apoyo de sor Amada,
posiblemente habría tirado la toalla. Pero ella contaba con que no me iba a
salir bien desde el principio. Sabía que era cuestión de insistir y esperar.
¡¡Creo que eso mismo le pasa al Señor con nosotros!! A
nosotros nos encantaría llegar al final de la jornada con un “expediente
impecable”, en que se refleje que todo nos ha salido de maravilla. El hecho es
que, sin querer, cometemos errores, fallamos en nuestras decisiones, tenemos
mil caídas...
Si todo el mundo asume que “para aprender hay que
perder”, ¿acaso no podemos decir lo mismo de la vida?
Uno de los títulos más frecuentes que recibe Jesús en el
Evangelio es el de “Maestro”. Y, si Él es el Maestro, ¡significa que nosotros
somos eternos aprendices! ¡Por eso nos llamamos discípulos! Vivimos en un
proceso continuo de aprendizaje.
Y yo estoy segura de que Cristo no es sólo Maestro...
¡es el mejor! Por tanto, estoy convencida de que Él cuenta con nuestros
errores.
Sí, Jesucristo sabe que puedes caer, que puedes fallar,
pero nada de eso le pilla desprevenido. Él te ama sabiendo todo de ti, por eso
no hay nada que puedas hacer para que te ame menos... ¡ni para que te ame más!
Su amor por ti es ya infinito e incondicional.
Tan sólo hay algo que teme: que te alejes de Él. Para
Cristo, el problema no es que caigas, sino que te quedes caído. ¿Que caerás?
Pues sí, somos débiles... pero el Señor ve el corazón, y Él puede transformar
cualquier error en una “feliz culpa” (Pregón Pascual).
Hoy el reto del amor es creer y esperar. Te invito a que
hoy hagas un acto de fe en el amor que Cristo siente por ti. ¡Él nunca va a
tirar la toalla! Disfruta sintiéndote su hijo amado. Y, si hoy alguien mete la
pata, ya seas tú mismo u otro, aprende del Maestro: pon misericordia... ¡y dale
la oportunidad de seguir aprendiendo! ¡Feliz día!
VIVE DE CRISTO
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¡Feliz día!
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