"Ventana abierta"
Hoy
celebramos a Santa Teresita del Niño Jesús, patrona universal de las misiones
1 de octubre de 2019
Redacción ACI Prensa
"Quiero pasar mi
cielo haciendo el bien en la tierra", decía Santa Teresa del Niño Jesús o
también conocida como Santa Teresa de Lisieux, cuya fiesta se celebra cada 01
de octubre. Es patrona de las misiones y Doctora de la Iglesia.
Santa Teresa vivió solo 24 años: nació un 2 de enero de 1873 y murió el 30
de septiembre de 1897.
En su entierro no hubo más de 30 personas en el
cementerio de Lisieux. Sin embargo, esta joven santa dejaría un gran legado de
amor para la Iglesia que se conocería con el paso del tiempo.
Un año después de su
muerte, a partir de sus escritos, se publica un libro “Historia de un alma” que
va a conquistar al mundo porque da a conocer lo mucho que había amado esta
religiosa a Jesús.
Fue proclamada Doctora de la Iglesia por San Juan Pablo II, quien el 19 de
octubre de 1997 dijo: “Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz es la más joven
de los ‘Doctores de la Iglesia’, pero su ardiente itinerario espiritual
manifiesta tal madurez, y las intuiciones de fe expresadas en sus escritos son
tan vastas y profundas, que le merecen un lugar entre los grandes maestros del
espíritu”.
“El deseo que Teresa expresó de "pasar su cielo haciendo el bien en
la tierra" sigue cumpliéndose de modo admirable. ¡Gracias, Padre, porque
hoy nos la haces cercana de una manera nueva, para alabanza y gloria de tu
nombre por los siglos!”, concluyó san Juan Pablo II.
Biografía de Santa Teresita del Niño Jesús
Teresa era la última
de cinco hermanas - había tenido dos hermanos más, pero ambos habían fallecido
- Tuvo una infancia muy feliz. Sentía gran admiración por sus padres: «No
podría explicar lo mucho que amaba a papá, decía Teresa, todo en él me
suscitaba admiración». Cuando sólo tenía cinco años, su madre murió, y se
truncó bruscamente su felicidad de la infancia. Desde entonces, pesaría sobre
ella una continua sombra de tristeza, a pesar de que la vida familiar siguió
transcurriendo con mucho amor. Es educada por sus hermanas, especialmente por
la segunda; y por su gran padre, quien supo inculcar una ternura materna y paterna
a la vez. Con él aprendió a amar la naturaleza, a rezar y a amar y socorrer a
los pobres. Cuando tenía nueve años, su hermana, que era para ella «su segunda
mamá», entró como carmelita en el monasterio de la ciudad. Nuevamente Teresa
sufrió mucho, pero, en su sufrimiento, adquirió la certeza de que ella también
estaba llamada al Carmelo. Durante su infancia siempre destacó por su gran
capacidad para ser «especialmente» consecuente entre las cosas que creía o
afirmaba y las decisiones que tomaba en la vida, en cualquier campo. Por
ejemplo, si su padre desde lo alto de una escalera le decía: «Apártate, porque
si me caigo te aplasto», ella se arrimaba a la escalera porque así, «si mi papá
muere no tendré el dolor de verlo morir, sino que moriré con él»; o cuando se
preparaba para la confesión, se preguntaba si «debía decir al sacerdote que lo
amaba con todo el corazón, puesto que iba a hablar con el Señor, en la persona
de él».
Cuando sólo tenía quince años, estaba convencida de su vocación: quería ir
al Carmelo. Pero al ser menor de edad no se lo permitían. Entonces decidió
peregrinar a Roma y pedírselo allí al Papa. Le rogó que le diera permiso para
entrar en el Carmelo; él le dijo: «Entraréis, si Dios lo quiere.
Tenía ‹dice
Teresa‹una expresión tan penetrante y convincente que se me grabó en el
corazón».
En el Carmelo vivió dos misterios: la infancia de Jesús y su pasión. Por
ello, solicitó llamarse sor Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz. Se ofreció
a Dios como su instrumento.
Trataba de renunciar a imaginar y pretender que la
vida cristiana consistiera en una serie de grandes empresas, y de recorrer de
buena gana y con buen ánimo «el camino del niño que se duerme sin miedo en los
brazos de su padre».
A los 23 años enfermó de tuberculosis; murió un año más tarde en brazos de
sus hermanas del Carmelo. En los últimos tiempos, mantuvo correspondencia con
dos padres misioneros, uno de ellos enviado a Canadá, y el otro a China, y les
acompañó constantemente con sus oraciones. Por eso, Pío XII quiso asociarla, en
1927, a san Francisco Javier como patrona de las misiones.
Alençon (1873 - 1877)
Una familia cristiana
en Alençon, El padre, Luis Martin, relojero-joyero, la madre, Celia Guerin,
encajera. Han tenido nueve hijos de los cuales cuatro han muerto a temprana
edad.
Quedan cuatro hijas y he aquí que, a los cuarenta años, la madre está
encinta. Teresa nace el 2 de enero de 1873. Niña alegre, vivaracha, permanece
un año con Rosita Taillé, su nodriza, en Semallé (su madre no puede darle el
pecho). Su vida es dichosa, llena del amor de sus padres y hermanas. La pequeña
y última hija recibe de toda la familia una fe profunda, viva, generosa y llena
de caridad. Todo va bien hasta que surge el drama: la madre, Celia Guerin,
muere de un cáncer de pecho. Teresa tiene cuatro años y medio.
El golpe es muy fuerte para la pequeña que escoge a su hermana Paulina
como su segunda madre, pero la herida es profunda y tardará diez años en
cicatrizar.
Lisieux (1877 - 1888)
Con cinco hijas que
educar, el Sr. Martin cede a los ruegos insistentes de su cuñado, Isidoro
Guerin, farmacéutico en Lisieux. Toda la familia Martin se instala en Los
Buissonnets. Teresa encuentra allí un ambiente cálido, pero los cinco años que
va al colegio de la abadía de las Benedictinas, serán para ella "los cinco
años más tristes de su vida". Buena alumna pero tímida, escrupulosa, sufre
con los contratiempos de la vida escolar...
La entrada de Paulina en el Carmelo de Lisieux vuelve a abrir la herida. A
los diez años, Teresa cae gravemente enferma: síntomas alarmantes de una
regresión infantil, alucinaciones, anorexia. La medicina no puede hacer nada.
Los familiares y el Carmelo rezan. El 13 de mayo de 1883, una imagen de la
Virgen María sonríe a Teresa que es curada súbitamente. Al año siguiente, el 8
de junio, su primera Comunión es para ella una "fusión" de amor.
Jesús se entrega al fin a ella y ella se entrega a Él. Piensa ya en ser
carmelita. La entrada en el Carmelo de su tercera madre, su hermana María, la
desestabiliza. Sufre una grave crisis de escrúpulos obsesivos, está
hipersensible y "llora en exceso". Desea morir y ser liberada. Al
volver de la misa del Gallo el año 1886, la gracia toca su corazón. Es una
verdadera conversión que la transforma en una mujer fuerte. El Niño del pesebre,
el Verbo de Dios le ha comunicado su fuerza en la Eucaristía.
Está decidida a luchar para entrar en el Carmelo, para salvar todos los
obstáculos: su padre, su tío, el superior del Carmelo, el obispo, el Papa León
XII, pues la gracia le ha abierto el corazón y quiere salvar a los pecadores
con Jesús que, en la Cruz, tuvo sed de almas. Teresa, a los catorce años y
medio, decide permanecer siempre al pie de la Cruz para recoger la sangre
divina y dársela a las almas". Tal es su vocación de "amar a Jesús y
hacerlo amar".
El 1887, al oír hablar de un asesino que ha dado muerte a tres mujeres en
París, reza y se sacrifica por él queriendo, a todo precio, arrancarlo del
infierno. Henri Pranzini es juzgado y condenado a morir guillotinado pero, en
el momento de morir, besa el crucifijo. Teresa llora de alegría: su oración ha
sido escuchada. Lo llama su primer hijo.
En su peregrinación a Italia Teresa se da cuenta de que, a pesar de lo
"sublime de su vocación", los sacerdotes tienen pequeñas debilidades.
Piensa que hace falta rezar mucho por ellos, porque son hombres "débiles y
frágiles". Teresa comprende que su vocación no consistirá sólo en orar por
la conversión de los grandes pecadores, sino también en rezar por los
sacerdotes. En el curso de esta peregrinación pide al Papa poder entrar en el
Carmelo a los quince años. Respuesta evasiva, "un fiasco", pero el 9
de abril de 1888, Teresa deja para siempre a su padre, a sus hermanas, a su
familia, los Buissonnets, a su perro Tom…
En el Carmelo. Un camino de soledad (1888 - 1897)
Se siente feliz al
estar para siempre en el Carmelo, "prisionera" con Él… y con 24
hermanas. La vida comunitaria, el frío la oración a menudo en sequedad, la
soledad afectiva (aunque esté con sus dos hermanas mayores). Todo lo soporta
con ilusión. Su más grande sufrimiento será la enfermedad de su amado padre,
internado en El Buen Salvador de Caen, hospital para enfermos mentales. Nuevo
drama familiar para Teresa que profundiza en la oración con "el Siervo
doliente" de Isaías, 53, en la Pasión de Jesús. Pero el clima espiritual
de su Carmelo, marcado por el temor a un Dios a quien se ve sobre todo como un
Dios justo, le pesa. Aspira al amor cuando lee la "Llama de amor
viva" de S. Juan de la Cruz. En 1891 -- tiene 18 años - un sacerdote la
lanza "sobre las olas de la confianza y del amor" sobre las cuales no
se atrevía a avanzar, retenida en este camino audaz, incluso por su hermana
Paulina, la Madre Inés de Jesús que será elegida priora el 1893.
Su padre, que había regresado con su familia desde el Buen Salvador de
Caen, muere en 1894: Celina, que le había cuidado, entra en el Carmelo.
En esta época es cuando la joven hermana Teresa del Niño Jesús de la Santa
Faz (tal es su verdadero nombre, resumen de su vocación) descubre, después de
años de búsqueda, el camino que va a transformar su vida. Teresa recibe la
gracia de profundizar en la Paternidad de Dios que nos es otra cosa que
Misericordia y Amor (expresadas en su Hijo Jesús, hecho hombre. La vida
cristiana no es otra cosa que la vida de un hijo del Padre - hijo en el Hijo -
inaugurada en el bautismo y vivida en una confianza absoluta. "Si no
volvéis a ser como niños no entraréis en el reino de los cielos" (Mt 18,
3). Por suerte, M. Inés de Jesús le ordena escribir sus recuerdos de infancia.
Teresa obedece y escribe 86 páginas en un cuadernito.
En su tiempo, algunas almas escogidas se ofrecían como víctimas a la
Justicia divina. La "débil e imperfecta Teresa" se ofrece al Amor
Misericordioso el día 9 de junio, en la misa de la Santísima Trinidad.
Este don total "la renueva", quema todo pecado en ella. En
septiembre de 1896, Teresa experimenta que su hermosa vocación
("carmelita, esposa y madre") no le basta. En sus oraciones siente
grandes deseos de ser sacerdote, diácono, profeta, doctor, misionero, mártir… Pero
pronto encuentra su vocación al leer un pasaje de S. Pablo sobre la caridad (I
Cor, 13). Todo queda claro para ella y puede escribir "¡Oh, Jesús, amor mío, he encontrado al
fin mi vocación ! ¡Mi vocación es el Amor!… Sí, he encontrado mi puesto en la Iglesia y
ese puesto, Dios mío, eres Tú quien me lo ha dado. En el corazón de la Iglesia,
mi madre, yo seré el amor. Así lo seré todo ¡¡¡Así mi sueño se verá realizado!!!
(Manuscrito B, 3 v). Cada vez más atormentada por la inquietud de que los
pecadores no conozcan este amor misericordioso de Dios, en Pascua de 1896,
entra en una noche oscura en la que su fe y su esperanza combaten. Mientras
tanto, una tuberculosis mina su salud y la debilita. Teresa emplea sus últimas
fuerzas en enseñar "su camino de infancia espiritual" a las cinco
novicias que tiene a su cargo y a sus hermanos espirituales, sacerdotes y
misioneros en África y China.
Viviendo esta compasión en unión con Cristo en Getsemaní y en su Cruz,
agotada por las hemoptisis, guarda su sonrisa y su exquisita caridad para
animar la moral de sus hermanas, consternadas al verla morir llena de atroces
sufrimientos. Por obediencia continúa, hasta el agotamiento, la redacción de
sus recuerdos en los cuales, con una verdad transparente, "canta las misericordias
del Señor" en su corta vida. Pidiendo "hacer el bien en la tierra
después de su muerte, hasta el fin del mundo", profetizando humildemente
que su misión póstuma sería enseñar su caminito a las almas y "pasar su
cielo haciendo el bien en la tierra", muere el 30 de septiembre 1897.
Un año después de su muerte se publica un libro a partir de sus escritos:
Historia de un Alma, que va a conquistar al mundo y dará a conocer a esta
joven religiosa que había amado a Jesús" hasta morir de amor". Una
vida escondida iba a iluminar el mundo. Y esto dura ya más de cien años…
Camino espiritual
El camino espiritual
de Teresa Martin fue solitario. Cierto que recibió mucho de su familia, de sus
educadores y de sus maestros del Carmelo, pero ningún sacerdote la marcó profundamente.
El Espíritu Santo trazó en ella un sendero de autenticidad - "No he
buscado más que la verdad" - que le reveló las profundidades del Amor
trinitario y un " caminito" para unirlos sin ninguna preocupación
didáctica. Todo surgió de la vida, de los acontecimientos cotidianos releídos a
la luz de la Palabra de Dios. Su aportación incomparable a la espiritualidad
del siglo XX es una vuelta al Evangelio en su pureza más radical. "Si no
os hacéis como niños no entraréis en el reino de los Cielos". (Mateo
18,3).
Es verdad que Teresa no dispuso de un texto completo del Antiguo
Testamento, pero descubrió la meditación de la Palabra de Dios. Sin ninguna
iniciación, sin ninguna cultura bíblica, cita más de mil veces la Biblia en sus
escritos. A los 22 años dos textos del Antiguo Testamento cristalizan después
de una larga búsqueda, en el descubrimiento de " la vía de la infancia
espiritual" que será su gran aportación.
Santidad
Teresa, apasionada
adolescente, ha decidido ser santa. En el Carmelo, cuando era postulante,
escribió a su padre: "Labraré tu gloria haciéndome una gran santa".
Pero, muy pronto, va a comprobar su debilidad y su impotencia cuando se
compara con los santos. Le parecen una montaña mientras ella no es más que un
granito de arena. " Mi crecimiento es imposible "piensa, pero no se
desanima. Si Dios ha puesto en ella esos deseos de santidad es porque debe
tener un caminito para escalar " la dura escalera de la perfección".
La palabra de Dios le descubre el camino:" Si alguno es pequeño que venga
a Mí" (Proverbios 9,4). "Entonces yo fui"- escribe Teresita-
preguntándose qué haría Dios con el pequeño que fuese a Él. Leyendo Isaías 66,
comprendió que no podía subir sola la escalera de la perfección , pero que
Jesús la cogería en sus brazos y la subiría como en un ascensor rápido.
Desde entonces Teresita no encuentra ningún obstáculo, al contrario, será
pequeña y ligera en los brazos de Jesús y será santa por un camino rápido.
Así cuenta Santa Teresita el descubrimiento de" su caminito"
(Manuscrito C, 2).
Su descubrimiento es que Dios es esencialmente Amor Misericordioso. En
adelante verá todas las perfecciones divinas, incluida la justicia, partiendo
de la Misericordia.
Esto conlleva una confianza audaz: "Quiero ser santa, pero siento mi
impotencia y te pido, Dios mío, que seas Tú mismo mi santidad" (Acto de
ofrenda).
Dejar hacer a Dios no implica ningún infantilismo fácil. Teresa hará todo
lo posible para mostrar, cada día y cada minuto, su amor a Dios y a sus
hermanas en una total gratuidad: la del amor.
En todas las situaciones y en todos los actos de su vida Teresa aplica
esta regla: Si Dios le pide algo y ella se siente incapaz de hacerlo, Él lo
hará por ella. Un ejemplo: amar a todas sus hermanas como Jesús las ama le es
imposible. Entonces, uniéndose a Él, será Él quien las amará en Teresa: "
Sí, lo sé, cuando soy caritativa, es únicamente Jesús quien actúa en mí. Cuanto
más unida estoy a Él, más amo a todas mis hermanas"( Manuscrito C, 13 r?).
He aquí un camino de santidad que se abre a todos, a los pequeños, los
pobres, los que sufren: aceptar la realidad de las propias debilidades y
ofrecerse a Dios tal como uno es para que Él intervenga en nosotros.
Todo se comprende mejor cuando vemos que la frase anterior de Teresa está
en las antípodas de la cursilería y muy cerca de la infancia evangélica
predicada por Jesús: "Jesús se complace en mostrarme el único camino que
conduce a esa hoguera divina. Ese camino es el abandono del niñito que se
duerme sin miedo en los brazos de su padre" (Manuscrito B, 1v?).
Sus intuiciones hacen de ella una precursora de las grandes verdades del
Vaticano II: primacía, sobre todas las devociones, del Misterio Pascual de
Jesús , camino de santidad para todo bautizado; Mariología que ve en María "más
una Madre que una Reina" que vivió la prueba de la fe (cf. Poema "Porque
te amo María", testamento mariano, mayo 1897); Eclesiología de comunión
fundada en la presencia del Amor (Espíritu Santo) en el corazón de la Iglesia ,
que anima todas las vocaciones complementarias en la Comunión de los Santos del
Cielo y de la tierra.
Doctora de la Iglesia
Eran las diez de una
espléndida mañana de octubre en la plaza de San Pedro. Juan Pablo II ante unos
70 mil fieles, ante 16 cardenales y numerosos obispos, ante una delegación
oficial francesa y ante el cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede,
declaraba doctora de la Iglesia universal a Teresa del Niño Jesús y de la Santa
Faz, una muchacha normanda que murió a los 24 años de edad y que nunca pisó un
aula universitaria.
Con este título el pontífice reconoce que la doctrina propuesta por Teresa
del Niño Jesús y de la Santa Faz puede ser un punto de referencia para todos
los cristianos del mundo no sólo porque se adecua perfectamente a la verdad,
sino también porque ofrece nueva luz sobre los misterios de la fe. En la
homilía, Juan Pablo II explicó por qué una joven santa carmelita, fallecida a
los 24 años, que no estudio teología sistemáticamente, compartirá a partir de
hoy el prestigioso reconocimiento reservado a hombres de la estatura intelectual
de santo Tomás de Aquino, san León Magno o san Juan de la Cruz. «Entre los
“doctores de la Iglesia" –aclaró el Papa–, Teresa del Niño Jesús es la más
joven, pero su ardiente itinerario espiritual muestra gran madurez y las
intuiciones de la fe expresadas en sus escritos son tan amplias y profundas que
le merecen figurar entre los grandes maestros de la espiritualidad».
A continuación el obispo de Roma explicó la importancia del mensaje de
Teresa para la sociedad de que se propone cruzar el umbral del tercer milenio:
«En una cultura racionalista y demasiado a menudo invadida por un materialismo
práctico ella opone con una sencillez que desarma "la pequeña vía"
que conduce al secreto de toda existencia: el Amor divino que envuelve y penetra
toda la aventura humana».
«En un tiempo como el nuestro, caracterizado por la cultura de lo efímero
y del hedonismo, esta nueva Doctora de la Iglesia se muestra dotada de una
singular eficacia para esclarecer el espíritu y el corazón de los que tienen
sed de verdad y de amor». Santa Teresa de Lisieux, penetrando en el espíritu
del Evangelio y la pasión de la reformadora del Carmelo, santa Teresa de Ávila,
profundizó la mística centrada en el amor, que ella llamó la «pequeña vía de la
infancia espiritual», experiencia íntima que recogió en su libro «Historia de
un alma», traducido a 50 idiomas. Sus escritos aportan, entre otras cosas, la
experiencia espiritual de los dos últimos años de su vida, debatidos en medio
de la enfermedad que la llevó a la tumba, en la que no faltó la prueba de la
duda y de la crisis de fe.
Canonizada en 1925 por Pío XI, este mismo Papa la proclamó, junto con san
Francisco Javier, patrona universal de las misiones, pese a que durante su vida
religiosa jamás franqueó los muros de su convento de Lisieux, aunque deseó
ardientemente ser misionera. Juan Pablo II, que anunció la declaración de santa
Teresa de Lisieux como Doctora de la Iglesia durante las Jornadas Mundiales de
la Juventud del pasado mes de agosto en París, propone también a Teresita como
patrona de los jóvenes. Ante miles de adolescentes de la Acción Católica
italiana, el Santo Padre explicó el 18 de octubre que Santa Teresa de Lisieux
fue una religiosa de clausura excepcional, pero que igualmente hubiera sido una
buena joven de Acción Católica.
Oración de Santa Teresita del Niño Jesús por los sacerdotes
¡Oh Jesús!
Te ruego por tus fieles y fervorosos sacerdotes,
por tus sacerdotes tibios e infieles,
por tus sacerdotes que trabajan cerca o en lejanas misiones,
por tus sacerdotes que sufren tentación,
por tus sacerdotes que sufren soledad y desolación,
por tus jóvenes sacerdotes,
por tus sacerdotes ancianos,
por tus sacerdotes enfermos,
por tus sacerdotes agonizantes
por los que padecen en el purgatorio.
Pero sobre todo, te encomiendo a los sacerdotes
que me son más queridos,
al sacerdote que me bautizó,
al que me absolvió de mis pecados,
a los sacerdotes a cuyas Misas he asistido
y que me dieron tu Cuerpo y Sangre en la Sagrada Comunión,
a los sacerdotes que me enseñaron e instruyeron,
me alentaron y aconsejaron,
a todos los sacerdotes a quienes me liga
una deuda de gratitud, especialmente a...
¡Oh Jesús, guárdalos a todos junto a tu Corazón
y concédeles abundantes bendiciones
en el tiempo y en la eternidad! Amén.
Oración de Santa Teresita a la Virgen María
Para que una hija
pueda a su madre querer,
es necesario que ésta
sepa llorar con ella,
que con ella comparta
sus penas y dolores.
¡Oh dulce Reina mía!,
cuántas y amargas lágrimas
lloraste en el destierro para ganar mi corazón.
¡oh Reina!
Meditando tu vida
tal como describe el Evangelio,
yo me atrevo a mirarte
y hasta acercarme a ti.
No me cuesta creer que soy tu hija,
cuando veo que mueres,
cuando veo que sufres como yo".
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