La famosa y controvertida “Apuesta de Dios” del filósofo Blaise Pascal: ¿Por qué es mejor creer?
Este filósofo y matemático francés afirmó que era más “rentable” para el ser humano creer en un Supremo Creador.
Viernes 23 noviembre 2018
Héctor Fuentes
El filósofo francés Blaise Pascal (1623-1662) es considerado una de las mentes más lúcidas y brillantes que alguna vez hayan existido en el mundo occidental. A los 19 años inventó la primera calculadora conocida –una ingeniosa y pequeña máquina que sería bautizada como la “Pascalina”, que podía hacer sumas y restas con el simple movimiento de unas ruedas- y años más tarde formuló revolucionarios principios en el campo de las matemáticas y las ciencias, como la teoría matemática de la probabilidad, de gran valor para el estudio de las estadísticas; el teorema geométrico de Pascal y el llamado “Principio de Pascal”, que establece que los líquidos transmiten presiones con la misma intensidad en todas las direcciones.
Sin embargo, el gran interés de Pascal en la última etapa de su vida fue la religión, por lo que pasó los últimos ocho años de su existencia llevando una vida totalmente ascética. Pascal, por entonces, afirmaba que si bien las Matemáticas podían considerarse como el “saber total y absoluto”, no eran lo único trascendental que existía para el ser humano, pues, a su juicio, después de la muerte existía un reino sobrenatural que sólo podía conocerse de forma intuitiva.
En una profunda reflexión sobre el propósito de la existencia del ser humano, Pascal escribió que “yo no sé quién me ha puesto en este mundo, ni qué es el mundo, ni qué soy yo; me encuentro en una terrible ignorancia de todas estas cosas; no sé lo que es mi cuerpo, ni mis sentidos, ni mi alma, ni siquiera esta parte de mi yo que piensa lo que digo, que reflexiona sobre todo y sobre sí misma y que no se conoce a sí misma mejor que el resto. Veo estos terribles espacios del universo que me envuelven, y me encuentro atado a un rincón de esta vasta extensión, sin que sepa por qué estoy situado en este lugar y no en otro, ni por qué este poco de tiempo que me ha sido concedido para vivir me ha sido asignado en este momento y no en otro de toda la eternidad que me he precedido y de toda la que me sigue. No veo más que infinitudes por todas partes que me envuelven como a un átomo y como a una sombra que no dura más que un instante sin retorno. Todo lo que yo sé es que debo morir pronto; pero lo que más ignoro es, precisamente, esa muerte que no sabré evitar. Como no sé de dónde vengo, tampoco sé a dónde voy; y solo sé que al salir de este mundo caeré para siempre o en la nada, o en las manos de Dios irritado, sin saber a cuál de estas dos condiciones debo estar eternamente sujeto. He aquí mi estado, lleno de debilidad e incertidumbre”.
Antes de fallecer prematuramente a los 39 años, Pascal dejó una gran cantidad de papeles escritos con notas y fragmentos con una suerte de argumentación de una apologética (defensa de la fe) del cristianismo, que sus amigos publicarían en 1670 con el título de “Pensées sur la religion et autres sujets” (“Pensamientos sobre la religión y otros temas”). Esta obra, que se reeditaría y popularizaría en los siglos siguientes, sería conocida simplemente como los “Pensées” o “Pensamientos”.
En el tomo III de sus “Pensamientos”, Pascal formularía su célebre “Apuesta de Dios”, un argumento esencialmente matemático con cuatro variables -formulado como una elección bajo incertidumbre- en el que Pascal sostenía que para el ser humano era mucho más “rentable” creer en Dios que no creer en él.
Pascal explicó del siguiente modo su célebre "Apuesta de Dios": "Estudiemos las posibilidades: "Dios existe" o "Dios no existe". Yo le doy a usted la oportunidad de tener un 50% de posibilidades de tener razón, y usted me concede a mí que tengo la razón o sea que estoy en lo cierto, en otro porcentaje igual. ¿Cuál nos ofrece mayores garantías de acertar? Veamos. Si después de una vida más o menos prolongada ambos morimos y somos enterrados en el mismo cementerio, supongamos que el día de la resurrección se descubre que Dios es real. Yo he ganado y usted ha perdido nada menos que la eternidad feliz. Ahora: Supongamos que no hay resurrección y Dios no existe. Usted ha ganado, pero no le sirve de nada, porque nos espera la nada: en esta opción usted también lo ha perdido todo y yo no he perdido nada.. Por este sencillo cálculo de probabilidades, si apuestas por Dios lo ganas todo y si apuestas por la no existencia de Dios o nada ganas o lo pierdes todo... Por ello, apueste a que existe Dios sin dudar".
El argumento de Pascal sobre la “Apuesta de Dios”, entonces, presenta cuatro claras variables:
-La persona puede creer en Dios: si existe, entonces ganará la Eternidad (Ganancia total)
-La persona puede creer en Dios: si no existe, entonces no ganará nada (la persona tampoco pierde nada)
-La persona puede no creer en Dios: si no existe, entonces ni ganará ni perderá nada (no sucede nada)
-La persona puede no creer en Dios: si Dios existe, entonces lo perderá todo (Pérdida total)
De ese modo, los costos de la apuesta de Pascal pueden resumirse en la siguiente frase: “Si Dios no existe, uno no pierde nada al creer en él, mientras que si existe, uno pierde todo por no creer”.
La "Apuesta de Dios" de Pascal, por descontado, sería analizada y discutida durante siglos por filósofos, científicos y teólogos, quienes se enfrentaron en acervas polémicas y controversias. Y no fueron pocos los sabios que decidieron creer en Dios, siguiendo el razonamiento del genial filósofo y matemático francés. Se cuenta por ejemplo que John Von Neumann, un célebre matemático estadounidense ateo de origen húngaro, cuyo visionario trabajo matemático inspiró la lógica computacional y el diseño de las primeras computadoras electrónicas, antes de fallecer en 1957 debido a un cáncer de Páncreas, se convirtió al catolicismo -ante el estupor de sus amigos y conocidos- tras estudiar y analizar detenidamente la "Apuesta de Dios" formulada por Blaise Pascal.
Algunos teólogos, en todo caso, criticaron la “Apuesta de Dios” de Pascal afirmando que no era moralmente aceptable persuadir a las personas a optar por una fe salvadora en Dios y Jesucristo a través de un cínico análisis de coste-beneficio, pues esta visión de riesgo y recompensa no se condecía con una relación de una verdadera fe salvadora en el Supremo Creador.
Otros, en cambio, sostienen que lo que Pascal realmente quería demostrar con su controvertida apuesta era ilustrar simplemente que todos los seres humanos nacemos en una especie de juego vital. Y no jugar ese juego no constituiría una opción válida, por lo que habría que formular sí o sí una apuesta sobre si Dios existe o no. Y la apuesta no sería menor, pues se trata ni más ni menos que del destino ulterior de nuestra alma. No por nada Pascal afirmaba que “debes apostar. No hay otra opción. Ya estás comprometido. Ahora ¿Qué daño te va a hacer esta elección? Vas a ser fiel, honesto, humilde, agradecido, generoso, un amigo sincero, veraz… La fórmula “¡Dios existe!” es no sólo una probabilidad matemática, sino una vivencia que hace feliz a quien la tiene”.
El filósofo francés, en todo caso, tuvo la precaución de advertir que la existencia o no-existencia de Dios no era comprobable por la razón humana, partiendo de la premisa de que la esencia misma de Dios es “infinitamente incomprensible”. Por ello, ya que la razón humana no está capacitada para resolver la cuestión de si Dios existe o no existe, uno debe “apostar”, ya sea suponiendo que Dios existe o realizando una sincera conversión o “salto de fe”.
Pascal, resumiendo su controvertida “Apuesta de Dios”, concluyó finalmente que “prefiero equivocarme en un Dios que no existe, que equivocarme no creyendo en un Dios que existe. Porque si después no hay nada, evidentemente nunca lo sabré, cuando me hunda en la nada eterna; pero si hay algo, si hay Alguien, tendré que dar cuenta de mi actitud de rechazo”.
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Blas
Pascal, matemático, filósofo y escritor, nació en Clermond-Ferrand,
Auvergne, Francia, el 19 de junio de 1623. Huérfano de madre a temprana edad,
fue educado personalmente por su padre junto a sus dos hermanas. Desde niño
mostró una inteligencia superior que lo llevó a incursionar en las matemáticas
y la física, experimentando con el vacío y sus consecuencias, y con el
mercurio. Fabricó una máquina, “la pascalina”, antecedente remoto de las
calculadoras y los ordenadores modernos. Seguidor del “jansenismo”, derivó
hacia la religión y la filosofía. Obras: “Tratados de la desesperación”,
“Escritos de Filosofía de las Ciencias”, “Pensamientos”. Víctima de la
tuberculosis, falleció en París el 19 de agosto de 1662.
“A fuerza de hablar de amor,
uno llega a enamorarse. Nada tan fácil. Esa es la pasión más natural del
hombre”.
“Dos excesos: Excluir la
razón; no admitir más que la razón”.
“La conciencia es el mejor
libro moral que tenemos”.
“El corazón tiene razones que
la razón no conoce”.
“Vale más saber alguna cosa de
todo que saber todo de una sola cosa”.
“Una de las principales
enfermedades del hombre es su inquieta curiosidad por conocer o que no puede
llegar a saber”.
“Por muchas riquezas que el
hombre posea y por grandes que sean la salud y las comodidades de que disfrute,
no se sentirá satisfecho si no cuenta con la estimación de los demás”.
“La mayoría de los males
vienen a los hombres por no quedarse tranquilos en su casa”.
“La fuerza sin justicia es
tiranía”.
“El hombre tiene ilusiones tal
como el pájaro tiene alas. Eso es lo que lo sostiene”.
“El hombre está dispuesto
siempre a negar todo aquello que no comprende”.
“No es bueno ser demasiado
libre. No es bueno tener todo lo que uno quiere”.
“Si no actúas como piensas,
vas a terminar pensando como actúas”.
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