"Ventana abierta"
‘Colaboremos con Manos Unidas’
Carta pastoral del Arzobispo de Sevilla
Queridos hermanos y
hermanas:
Como viene siendo costumbre
desde hace cerca de sesenta años, Manos Unidas, la institución de la Iglesia en
España para la ayuda, promoción y desarrollo del Tercer Mundo, organiza la Campaña contra el hambre el
segundo domingo de febrero, que este año será el próximo día 10. Con este
motivo me dirijo a los sacerdotes, diáconos, consagrados y laicos de nuestras
comunidades y a todas las personas de buena voluntad, para invitaros a
colaborar generosamente a este buen fin, la lucha contra el hambre en el mundo
y el desarrollo de los países del hemisferio sur.
Los datos son tristemente
elocuentes: todavía hoy, a pesar de la globalización, la mitad de la humanidad
padece hambre o está mal alimentada; una quinta parte de la población mundial
sobrevive con menos de un dólar al día; y 1.200 niños mueren cada hora como
consecuencia del hambre.
Este estado de cosas interpela
a la conciencia de los gobernantes de todo el mundo, llamados a globalizar
eficazmente la solidaridad con los pueblos del hemisferio sur. Como afirmara
Benedicto XVI en un célebre discurso a los miembros del Cuerpo Diplomático
acreditado ante el Vaticano en enero de 2010, “sobre la base de datos estadísticos disponibles, se puede afirmar
que menos de la mitad de las ingentes sumas destinadas globalmente al armamento
sería más que suficiente para sacar de manera estable de la indigencia al
inmenso ejército de pobres”.
Hay fundamento, pues, para
afirmar que un nuevo orden mundial podría eliminar el hambre en un corto
espacio de tiempo. Sin embargo, no está en nuestras manos esta decisión que
podría cambiar el rumbo del mundo, haciéndolo más humano y fraterno, de acuerdo
con los planes de Dios. Tal decisión es patrimonio de quienes tienen en sus
manos el destino de los pueblos, que no parecen estar especialmente
predispuestos a adoptar resoluciones tan radicales. Esta constatación, sin
embargo, no debe inhibirnos ni conducirnos al escepticismo. Está a nuestro
alcance colaborar en la construcción de la “nueva civilización del amor” en el ambiente y
circunstancias en que la Providencia de Dios nos ha situado. Depende de nuestra
libertad responsable, que, ayudada por la gracia, es la que verdaderamente
permite soñar con un mundo mejor.
Manos Unidas, organismo
oficial de la Iglesia en España para la ayuda, promoción y desarrollo del
Tercer Mundo que, en el año 2010, año de su cincuentenario, recibió el Premio
Príncipe de Asturias de la Concordia, como reconocimiento a su espléndida
historia a lo largo de medio siglo, cumple entre nosotros una misión profética.
Nos recuerda que los pobres existen y que el servicio a los que carecen de lo
más elemental pertenece a la entraña del Evangelio. Manos Unidas, “experta en
humanidad”, como obra que es de la Iglesia, y experta también en la aplicación
escrupulosa de los fondos que recibe a proyectos de desarrollo, espolea un año más
nuestra solidaridad, virtud que nos obliga al compromiso firme y perseverante
por el bien común, es decir, el bien de todos los hombres y mujeres, hijos de
Dios y hermanos nuestros. La solidaridad, como nos dijera Juan Pablo II, “es la entrega por el bien del
prójimo, que está dispuesta a “perderse” en sentido evangélico, por el otro en
lugar de explotarlo, y a “servirlo” en lugar de oprimirlo para el propio
provecho” (SRS 38).
El amor fraterno es el corazón
del mensaje de Jesús. A lo largo de su vida, “Él manifestó su amor para con los pobres y los enfermos, para con
los pequeños y los pecadores. Él nunca permaneció indiferente ante el
sufrimiento humano” (Plegaria eucarística Vc). Por ello, la
fuente de nuestra entrega a los pobres es el amor del Señor, que nos ha amado
hasta el extremo, hasta dar la vida por nosotros (Jn 15,13). En la Eucaristía
participamos de ese amor, que como nos ha dicho muchas veces el papa Francisco,
nos hace capaces de vivir la fraternidad, de mirar con compasión, con los ojos
de Jesús, al Tercer Mundo, compartiendo nuestros bienes con nuestros hermanos.
Lo exige nuestra común condición de hijos de Dios y el destino universal de los
bienes creados.
Concluyo mi carta semanal
rogando a los sacerdotes que colaboren con todo interés en la Campaña contra el
Hambre, que celebramos el próximo fin de semana. Les agradezco de antemano el
empeño que van a poner en la homilía y en la realización de la colecta.
Agradezco también el tiempo y el trabajo de los directivos y voluntarios de
Manos Unidas de la Archidiócesis y el desprendimiento de sus socios. Agradezco
a la nueva Presidenta Delegada, María Albendea, su disponibilidad ejemplar para
asumir este servicio, en el que está derrochando mucha inteligencia y
generosidad. Le auguro un servicio fecundo en favor de los países del Sur.
Invito a los fieles todos a la generosidad con nuestros hermanos más pobres,
con la seguridad de que no quedará sin recompensa.
Para todos, mi saludo fraterno
y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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